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04 mayo 2016

Cómo cambia el cerebro durante el embarazo

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La llegada de un nuevo ser humano al mundo se acompaña de transformaciones importantes en el cerebro de su madre. Entre otras cosas, durante la gestación mejora el funcionamiento del sistema visual materno, vuelve a las progenitoras más receptivas a los olores y sonidos del bebé, además de aumentar la actividad en el hipocampo y, por lo tanto, la capacidad de aprendizaje y la memoria.

Aunque hace algunos años se comprobó que el embarazo coincide con una reducción reversible del tamaño del cerebro materno, este cambio no solo no implica una merma de las capacidades cognitivas de las madres sino más bien todo lo contrario. Cada vez son más las investigaciones que apuntan a que los cambios neuronales que experimenta el órgano pensante durante el embarazo aumentan las habilidades maternas.

A Craig Kinsley, neurocientífico de la Universidad de Richmond (EE UU), la curiosidad por entender los cambios cerebrales que acarrea la maternidad se le despertó tras tener a su primera hija y observar cómo se potenciaban ciertas capacidades en su esposa. Estudiando a ratas embarazadas en su laboratorio para obtener pruebas de lo que ya intuía, demostró que en el paso a la maternidad, la actividad neuronal crece. “Las madres tienen que reenfocar sus actividades de forma drástica; deben adaptarse a múltiples nuevas demandas de su descendencia para no arriesgarse a perder la importante inversión metabólica y genética que suponen”, concluía Kinsley. En definitiva, es una cuestión de pura “rentabilidad” biológica. Lo que también explica por qué las hormonas del embarazo aumentan la capacidad de aprendizaje y la memoria.

Crédito: Menno Hordijk / Bryan Jones

Unos años más tarde, Kinsley comprobó asimismo que las hembras embarazadas son mejores cazadoras que sus compañeras vírgenes. A pesar del aumento de peso que les supone estar preñadas, las roedoras capturan más rápido a sus presas cuando llevan a su prole dentro (en solo 50 segundos, frente a los 270 segundos que tardan las que no son madres). Y en parte se debe a mejoras en el funcionamiento de su sistema visual: literalmente, las madres ven mejor. A esto se le suma que se comportan con más valentía y se enfrentan mejor a situaciones difíciles. La maternidad, asegura el neurocientífico, produce una reducción de la hormona del estrés y reduce el miedo y la ansiedad en la amígdala.

De hecho, la amígdala, una estructura con forma de almendra centinela de las emociones, es una de las dianas clave de los cambios cerebrales durante la maternidad. Los científicos han comprobado que sus neuronas se activan más ante la imagen del propio bebé que ante un recién nacido desconocido. Y cuanto más intensa es la respuesta de esta estructura al ver la cara de su hijo, menos ansiedad y más respuestas positivas pro-sociales muestra la madre. Lo atribuyen a que esta región es muy sensible a los efectos de hormonas como la oxitocina, la hormona del amor, que aumenta drásticamente durante el embarazo y en el período postparto. Cuanto más se implica una madre en los cuidados del neonato, más oxitocina secreta. Y cuanta más oxitocina, más receptivo es el cerebro de una madre al llanto de su bebé. Un efecto en cadena.

Ciertas zonas de la corteza cerebral como el giro cingulado dorsal o zonas de la corteza orbitofrontal y prefrontal lateral también entran en ebullición por la acción de la oxitocina y la vasopresina en madres. Y, curiosamente, son las mismas zonas cuya actividad se dispara cuando nos enamoramos, lo que indica que las áreas cerebrales del amor maternal y el amor romántico coinciden.

Crédito: Bridget Coila

Y la lista de cambios desencadenados por la maternidad no termina ahí. La primera vez que una madre huele a su hijo, en el centro del cerebro (el núcleo caudado) se activa el circuito de recompensa, de tal forma que ese aroma actúa, en cierto modo, como una droga adictiva, liberando dopamina a raudales. A partir de ese momento, el olor de cualquier neonato estimula esta zona del cerebro, algo que no sucede en féminas que nunca han dado a luz. A esto se le añade que científicos británicos de la Universidad de Bristol demostraron que, en las últimas fases del embarazo, las mujeres procesan mejor las emociones de los rostros humanos, y se muestran especialmente vigilantes hacia signos emocionales de agresión o amenaza.

Por si fuera poco, investigaciones recientes apuntan a que, lejos de afectar negativamente a las habilidades cognitivas femeninas como se pensaba hace tiempo, tener hijos las aumenta. Científicos de la Universidad de Yale han detectado un aumento del volumen de la sustancia gris del cerebro materno inmediatamente posterior al nacimiento de un niño, sobre todo en el hipotálamo, la amígdala, el lóbulo parietal y la corteza prefrontal, responsables de la memoria, las emociones, el razonamiento, la motivación y la percepción sensorial. Por su parte, Laura Glynn, de la Universidad de Chapman en California, ha encontrado evidencias de que las madres de los monos búho son mejores en planificación estratégica que las primates sin hijos, y ahora trata de comprobar si esto también se aplica a humanos.

Elena Sanz para Ventana al Conocimiento
@ElenaSanz_

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