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03 diciembre 2021

Clonación terapéutica humana, la revolución pendiente de la biomedicina

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1997 fue el año de la clonación. Cuando en febrero se anunciaba la obtención del primer mamífero clonado a partir de una célula adulta, la famosa oveja Dolly —en realidad nacida el año anterior—, la clonación se convertía no solo en el asunto científico del momento, sino en una de las cuestiones de actualidad más presentes, comentadas y debatidas en los medios y en la opinión pública debido a su posible aplicación a los humanos. El interés coleó durante los primeros años del siglo actual. Pero un cuarto de siglo después de Dolly, la clonación ha desaparecido del foco sin que se hayan materializado aún ni los augurios distópicos sobre humanos clónicos ni las grandes esperanzas de estas técnicas para la biomedicina.

Dolly no fue el primer animal clonado, ni el primer mamífero, ni la primera oveja, sino el primer mamífero —no el primer animal— clonado a partir de una célula adulta. La técnica, llamada transferencia nuclear de células somáticas (SCNT, en inglés), consiste en reemplazar el núcleo de un óvulo, que contiene el ADN, por el de una célula adulta de otro individuo. El embrión generado, y por lo tanto el individuo resultante, es genéticamente idéntico en su ADN nuclear al donante de la célula adulta. Este “método Dolly” se ha utilizado regularmente en clonación animal para copiar ejemplares de interés. En 2018 investigadores chinos dirigidos por Qiang Sung, de la Academia China de Ciencias, publicaron en Cell la obtención de los primeros monos clonados por SCNT, Zhong Zhong y Hua Hua.

Clonación para reproducir órganos y tejidos

Esta clonación reproductiva está prohibida en humanos en numerosos países. Sin embargo, algunos estados permiten la clonación terapéutica. El principio de la técnica es el mismo, pero su finalidad es diferente: en este caso el objetivo no es producir un individuo clónico, sino utilizar el embrión generado para derivar líneas de células madre que permitan crear órganos y tejidos de repuesto genéticamente compatibles con el donante, además de servir para investigación y testado de fármacos. 

En 2004 y 2005 el coreano Hwang Woo-suk publicó en Science sendos estudios en los que afirmaba haber obtenido células madre embrionarias humanas por clonación, pero se demostró que sus experimentos eran fraudulentos. En 2013 un equipo dirigido por Shoukhrat Mitalipov, de la Oregon Health & Science University, confirmó la obtención de las primeras células madre embrionarias humanas por SCNT a partir de células fetales de la piel. Al año siguiente dos equipos obtuvieron líneas de células madre embrionarias por SCNT a partir de células de personas adultas. 

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El investigador Shinya Yamanaka obtuvo el Premio Nobel de medicina por la obtención de las células iPS como las de la imagen. Imagen: Wikimedia

Sin embargo, el uso de embriones para generar células madre suscita un debate ético y el rechazo de amplios sectores sociales. En 2006 la ciencia halló una posible alternativa, cuando un equipo dirigido por Shinya Yamanaka, de la Universidad de Kioto, consiguió reprogramar células adultas para obtener líneas de células madre, conocidas como células madre pluripotentes inducidas (iPSC, en inglés). El trabajo otorgó a Yamanaka el Nobel de Fisiología o Medicina en 2012.

Las iPSC y las células embrionarias no son completamente equivalentes, y ambas técnicas tienen pros y contras, más allá de que la controversia sobre los embriones haya desplazado el trabajo de numerosos investigadores y la financiación de los proyectos hacia las iPSC. En cuanto a la clonación humana, hoy es teóricamente posible, aunque es un proceso muy ineficiente. Actualmente ni la clonación terapéutica ni el método iPSC han conseguido aún superar todos los obstáculos técnicos que permitan llevar estas tecnologías más allá de los ensayos experimentales hacia un uso generalizado en medicina regenerativa. En 2021 se ha logrado por primera vez reprogramar células de la piel para crear estructuras similares a los embriones, lo que añade una herramienta más a este creciente campo de investigación que, sin embargo, aún no ha comenzado a hacer realidad sus promesas terapéuticas.

Javier Yanes

@yanes68

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