Elaborado por Materia para OpenMind Recomendado por Materia
6
Inicio La polución del aire, el mayor riesgo ambiental para la salud
19 octubre 2021

La polución del aire, el mayor riesgo ambiental para la salud

Tiempo estimado de lectura Tiempo 6 de lectura

Según los libros de texto, la atmósfera terrestre se compone de un 78% de nitrógeno (N2), 21% de oxígeno (O2), 0,9% de argón y 0,1% de otros gases, lo que incluye un 0,04% de dióxido de carbono (CO2). Son cifras redondeadas. Y, salvo catástrofe planetaria, no es previsible que deban corregirse los libros. Pero con los decimales la cosa cambia: según la Enciclopedia de Geología, desde la Revolución Industrial el CO2 ha crecido de un 0,0385% a un 0,0414%, lo que ha reducido el oxígeno de un 20,9435% a un 20,9406%. También son cantidades pequeñas las de otros contaminantes que han crecido a causa de la actividad humana, como los óxidos de nitrógeno (NOx), el dióxido de azufre (SO), el monóxido de carbono (CO), el ozono (O) o las partículas en suspensión. Pero teniendo en cuenta que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 99% de los humanos respira un aire contaminado que está implicado en siete millones de muertes al año, se entiende que las Naciones Unidas califiquen la contaminación atmosférica como “el riesgo ambiental a la salud más importante de nuestro tiempo”.

Hace unos años, los medios dieron cuenta de una sorprendente corriente: si ya sabíamos del negacionismo de las misiones lunares, del cambio climático o de las vacunas, conocíamos entonces a los negacionistas de la contaminación atmosférica; o más exactamente, de sus efectos sobre la salud. El gancho informativo era la presencia de defensores de esta tesis entre los miembros de alto rango y asesores de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU (EPA) designados por el entonces presidente Donald Trump. Sin embargo, en realidad no era una corriente nueva: uno de ellos, el profesor de la Universidad de California en Irvine Robert Phalen, decía en 2012 a la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia que “el aire moderno está demasiado limpio para una salud óptima”. Tampoco es algo restringido a EEUU: en India, Polonia o España también han surgido voces negando el vínculo entre contaminación atmosférica y mortandad.

Desde Grecia y Roma hasta la Revolución Industrial

Lo cierto es que la preocupación por la calidad del aire es muy anterior a la época en la que comenzó a convertirse en un problema, la Revolución Industrial. Probablemente la referencia más temprana sea la de Hipócrates, que hacia el 400 a.C. relacionó las enfermedades con la calidad del aire en su obra Aires, aguas y lugares. El padre de la medicina decía que los habitantes de las ciudades expuestas a vientos húmedos del oeste tenían voces profundas y roncas por el aire impuro e insalubre. Algo después, autores romanos como Séneca ya especularon sobre los efectos negativos del humo de las ciudades producido por las cocinas. También en Oriente, autores árabes y chinos advertían de los riesgos debidos al humo procedente de la quema de carbón. En Inglaterra la primera legislación contra el carbón por los perjuicios del humo para la salud se introdujo en 1273, la Smoke Abatement Act.

BBVA-OpenMind-Yanes-La polucion del aire-Contaminacion aire-riesgo salud 1-La 'Gran Niebla' que cubrió Londres en 1952 causó 12.000 muertes y 100.000 enfermos. Crédito: Wikimedia
La ‘Gran Niebla’ que cubrió Londres en 1952 causó 12.000 muertes y 100.000 enfermos. Crédito: Wikimedia

Con la llegada de la industria, la preocupación por la contaminación del aire cobró fuerza, sobre todo en grandes ciudades como Londres, donde en el siglo XVII John Evelyn publicaba Fumifugium or The Inconvenience of the Aer and Smoak of London. Aunque aún no se conocían con detalle los efectos sobre la salud, se intuía una correlación entre polución y mortalidad, por lo que Evelyn sugería trasladar las industrias fuera de las aglomeraciones urbanas. Así, al tiempo que la Revolución Industrial comenzaba a generar grandes emisiones de CO2, SO2, NO2 y amoniaco (NH3), también crecía la inquietud sobre su impacto en la salud humana. Pero el punto de inflexión no llegó hasta la llamada Gran Niebla (Great Smog) de Londres en 1952, cuando un aumento en el uso de carbón debido al frío, junto con ciertas condiciones meteorológicas, cubrió a comienzos de diciembre la capital británica con una densa neblina de polución que llegó a impedir el tráfico de automóviles. 

Se estima que 12.000 personas murieron debido a este episodio, sobre todo niños, ancianos y personas con problemas respiratorios, y 100.000 más enfermaron. La reacción de las políticas públicas fue la Clean Air Act, introducida en 1956. Al mismo tiempo, en otros países también comenzaba a regularse la calidad del aire, mediante el cierre de instalaciones, el traslado de otras y la búsqueda de mayor eficiencia. Como consecuencia, entre 1962 y 1975 las concentraciones de humo y SO2 descendieron un 60%. En toda Europa, las emisiones de SO2 alcanzaron su máximo en la década de 1980. Hasta 1970, el viejo continente y Norteamérica eran los principales emisores de contaminantes atmosféricos, acaparando más del 80%. 

Polución y mortalidad, uno de los fenómenos más estudiados

Por la misma época se reconoció también el transporte de contaminantes a larga distancia, responsable de fenómenos como la lluvia ácida, y su efecto sobre los bosques. En los años 90 comenzó a identificarse también otra gran amenaza, las partículas en suspensión (PM), que suelen clasificarse en menores de 10 micras (PM₁₀) y menores de 2,5 micras (PM₂,₅). En 1993 un estudio de Harvard conocido como el Six Cities Study mostró una fuerte correlación entre los niveles de contaminación y la esperanza de vida, revelando que los habitantes de ciudades con altos niveles de PM₂,₅ vivían de dos a tres años menos que los de urbes más limpias. Hoy se calcula que las PM₂,₅ son responsables cada año de 4,2 millones de muertes prematuras y la pérdida de 100 millones de años de vida en todo el mundo, incluso en condiciones atmosféricas generalmente mucho mejores que las del Great Smog de Londres.

BBVA-OpenMind-Yanes-La polucion del aire-Contaminacion aire-riesgo salud 2-La diferencia entre vivir en una ciudad limpia y una con altos niveles de contaminación puede suponer entre 2 y 3 años más de vida. Imagen: Wikimedia
La diferencia entre vivir en una ciudad limpia y una con altos niveles de contaminación puede suponer entre 2 y 3 años más de vida. Imagen: Wikimedia

Ahora bien, y frente a los argumentos de los negacionistas, ¿hasta qué punto está demostrado este vínculo entre contaminación atmosférica y mortalidad que, según las Naciones Unidas, es responsable de una de cada nueve muertes? Después del Six Cities Study, miles de investigaciones han venido a corroborar este vínculo; según escribía en el diario El País en diciembre de 2020 la directora del Departamento de Salud Pública de la OMS, María Neira, más de 70.000 estudios. La experta en salud pulmonar y polución del aire Janice Nolen señalaba a The New Republic que este es uno de los campos científicos más y mejor investigados del mundo. Según contaba a Unearthed —el proyecto de periodismo de investigación de Greenpeace en Reino Unido— el profesor de medicina y salud ambiental de la Universidad de Nueva York George Thurston, coautor del informe de polución del aire del estudio internacional Global Burden of Disease, la ciencia a este respecto es incluso más sólida que la del cambio climático. 

Ahora bien, y como explicaba también Unearthed, conviene aclarar que las estimaciones de los organismos sobre las muertes atribuidas a la contaminación atmosférica, y que sobre todo se producen por crisis cardiovasculares o enfermedades respiratorias —en 2013 la OMS incluyó también este factor como causante de cáncer—, tienen en cuenta la carga total del efecto de este factor sobre los años de vida de la población. Así, las cifras de muertes estimadas que se publican son en realidad una forma de expresar el efecto sobre la esperanza de vida de la población, como en el estudio de Harvard: cuando se habla de 29.000 muertes en Reino Unido a causa de las PM2,5, esto supone una pérdida de 11 años y medio de vida de estas personas, lo que puede expresarse también como la pérdida de 340.000 años totales, o una media de tres días por habitante.

Pequeños pasos hacia un aire más limpio

Ante la gravedad del problema, las legislaciones adoptadas en los países desarrollados han logrado que hasta 2016 las emisiones de SO2 en Europa y Norteamérica cayeran un 90% desde sus máximos en los años 70 y 80 —y las de NO2 y PM, más de un 50% desde los años 90—. Sin embargo, China y el sur de Asia tomaron el relevo como las regiones más contaminantes, lo que en el balance neto apenas resultó en una reducción global del 15% para el SO2, mientras que el NO2, el amoniaco y las PM siguieron aumentando a nivel global. Hoy los mayores problemas comparables al Great Smog de 1952 afectan a urbes de países como China e India. Así pues, y a pesar de los avances en los países desarrollados, la contaminación atmosférica global ha continuado creciendo, si bien hoy la mayor carga la soportan países emergentes o en desarrollo. Según la OMS, el 91% de las muertes prematuras debidas a esta lacra se concentran en naciones de ingresos bajos o medios, sobre todo en Asia.

El 91% de las muertes prematuras causadas por la contaminación ambiental se concentran en países en desarrollo, especialmente del continente asiático. Imagen: joiseyshowaa/Flickr

La toma de conciencia sobre el cambio climático ha ayudado también a extender regulaciones que prometen mitigar la contaminación ambiental. Incluso China, que predica un fuerte compromiso climático, ha logrado en los últimos años paliar sus emisiones de SO2 y NO2. Algunos expertos ven el futuro con esperanza: según una revisión publicada en 2020 en Philosophical Transactions of the Royal Society A, “es posible que el mundo haya pasado su punto máximo de emisiones de varios contaminantes principales del aire”. Sin embargo, añadía, debemos ser cautos, ya que “las emisiones de amoniaco, un importante contribuyente a las PM […], siguen aumentando, y la posible realimentación entre las emisiones de estos gases y el clima podría hacer crecer las emisiones totales”. 

En 2021 la OMS ha actualizado los umbrales de calidad del aire por primera vez desde 2005, lo que resulta en niveles más exigentes que los anteriores. Pero mientras confiamos en que se cumplan las previsiones más optimistas sobre una posible reducción de la contaminación atmosférica para las próximas décadas, hay algo que no debemos olvidar; incluso si la zona en la que vivimos cumple los niveles máximos de gases recomendados por la OMS, este organismo nos recuerda que para las PM, la mayor lacra para nuestra salud, las directrices solo tratan de minimizar el riesgo, ya que no hay niveles seguros: “no se ha identificado un umbral por debajo del cual no se observan daños a la salud”.

Javier Yanes

@yanes68

Comentarios sobre esta publicación

El nombre no debe estar vacío
Escribe un comentario aquí…* (Máximo de 500 palabras)
El comentario no puede estar vacío
*Tu comentario será revisado antes de ser publicado
La comprobación captcha debe estar aprobada