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05 marzo 2020

Las plantas, la raíz del problema de la salud de la Tierra

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Mientras el mundo sigue con preocupación la expansión de un nuevo virus humano, una legión de investigadores y profesionales está siempre inmersa en una batalla contra la propagación de otras innumerables plagas. Si estas no protagonizan los informativos es porque no nos afectan a nosotros, sino a las plantas. Pero si ellas no están sanas, nosotros no sobreviviremos. Naciones Unidas ha declarado este 2020 como el Año Internacional de la Sanidad Vegetal “para aumentar la conciencia global del importante papel de la salud de las plantas para la vida en la Tierra”, resume a OpenMind Mirko Montuori, especialista en gobernanza de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

“Las plantas forman el 80% de los alimentos que comemos y producen el 98% del oxígeno que respiramos”, dice Montuori. Para millones de productores en pequeñas comunidades rurales, las cosechas son su único medio de sustento. Y para todos ellos, las plagas son el enemigo número uno. “Las plantas están bajo una constante amenaza en aumento por las plagas y enfermedades”. Según datos de la FAO, cada año se pierde el 40% de las cosechas globales de alimentos debido a estas causas, lo que representa unas pérdidas de más de 220.000 millones de dólares, daños a la seguridad alimentaria y riesgo de hambrunas. Las perspectivas para el futuro son aún más sombrías, teniendo en cuenta la estimación de la FAO de que para 2050 la producción agrícola debería crecer un 60% para abastecer a la población mundial.

El gusano de la madera de pino

Como con los virus humanos, una buena parte de esta guerra contra las plagas se centra en los esfuerzos de contención. Uno de los casos de gran impacto medioambiental es el gusano nematodo de la madera del pino (Bursaphelenchus xylophilus), un pequeño parásito que mata los árboles y que se transmite por medio de escarabajos. Originario de Norteamérica y extendido después a Asia, en 1999 se descubrió por primera vez en Europa, en Portugal. Desde entonces, este país lucha por contener la expansión del parásito, mientras que la vecina España libra una guerra silenciosa contra la penetración de la plaga, que ha logrado traspasar la frontera en cinco ocasiones. Tres de los brotes se han erradicado, manteniéndose ahora zonas de vigilancia con un radio de 20 kilómetros.

Pine infectado con Bursaphelenchus xylophilus. Crédito: USDA Forest Service

El nematodo del pino sirve para ilustrar por qué las enfermedades vegetales son una amenaza creciente: Montuori subraya que el comercio y los viajes son una causa en aumento de propagación de plagas. Aunque es probable que las invasiones del gusano en España se deban a migraciones del escarabajo, este y muchos otros parásitos pueden extenderse a través de fuentes tan insospechadas como los palés de madera. Los contenedores de carga son otro medio frecuente de propagación, por lo que la FAO cuenta con una iniciativa específica destinada a asegurar su limpieza para minimizar el riesgo.

El cambio climático y los insectos

Y cómo no, el cambio climático es también un factor primordial de daño a la salud de las plantas. Buena parte de estos efectos tienen como mediadores a los insectos; según la FAO, la abundancia de los insectos beneficiosos —aquellos que polinizan las plantas, mantienen las plagas a raya y contribuyen a la salud de los ecosistemas— se ha reducido en un 80% en las tres últimas décadas. Y por el contrario, se incrementa el riesgo de invasiones de insectos nocivos.

Un claro ejemplo de esto último se está viviendo de forma dramática en África oriental, que desde comienzos de 2020 sufre la peor plaga de langosta en décadas. Según los expertos, esta calamidad tiene su origen en el invierno de 2018-2019, después de que dos ciclones dejaran abundantes lluvias en la península arábiga, entre Yemen y Omán; una rareza atribuida al llamado dipolo del océano Índico, un fenómeno que viene intensificado por el cambio climático y que también es responsable de la reciente oleada de incendios forestales en Australia. Las lluvias dieron ocasión a la formación del núcleo de la plaga, que en verano de 2019 cruzó el mar Rojo hacia Somalia y Etiopía.

África oriental sufre la peor plaga de langosta en décadas. Crédito: ChriKo

Desde el pasado enero, la plaga ha alcanzado proporciones devastadoras en el este de África, extendiéndose a Kenia y hacia otros países limítrofes, y afectando a más de 5.000 km² de cultivos. Un enjambre de 20 km², con mil millones de insectos, consume 2000 toneladas de vegetación al día, y en Kenia se han observado masas de langostas cubriendo extensiones de más de 100 km². La FAO ha advertido de que, si las condiciones meteorológicas lo favorecen, la invasión podría multiplicarse por 500 para el mes de junio y extenderse por todo el continente, ya que los enjambres pueden desplazarse hasta 150 kilómetros al día.

Herramienta de prevención

Dado que una catástrofe semejante es difícil de combatir, Montuori insiste en la necesidad de la prevención. En África occidental, la FAO ya ha comenzado a utilizar una herramienta desarrollada por el ecólogo especializado en el control de poblaciones de langostas Cyril Piou, del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD). Piou y sus colaboradores han creado un sistema de detección remota que permite pronosticar la aparición de plagas de langosta antes que los métodos actuales, analizando el nivel de humedad en el suelo a partir de datos de satélite con una resolución de 1 kilómetro.

“La relación que hemos observado es que, si en un lugar seco hay una señal de aumento de la humedad del suelo por encima del 10% y dura más de 10 días, hay una alta probabilidad de observar langostas en ese lugar 70 días después”, explica Piou a OpenMind. “Así, analizar la humedad del suelo regularmente permite planificar las rutas de los equipos de observación en el contexto de una gestión preventiva”. El proyecto, denominado SMELLS (del inglés Soil Moisture for Desert Locust Early Survey) y financiado por la Agencia Europea del Espacio, está liderado por la empresa barcelonesa IsardSAT.

Brote de langosta en el sudoeste de Marruecos, en noviembre de 2004. Crédito: Magnus Ullman

El sistema SMELLS facilita un tratamiento localizado con pesticidas antes de que las langostas comiencen a cambiar del comportamiento solitario al gregario, lo que conduce a los grandes enjambres. “Los tratamientos localizados a pequeña escala, eventualmente con biopesticidas, son mucho menos dañinos para el medio ambiente que tener que tratar con enormes enjambres devastadores”, apunta Piou. El investigador lamenta que la falta de financiación haya impedido extender el sistema a África oriental y Arabia, lo que habría evitado la actual plaga, pero confía en que “en los próximos años se utilizará también en los demás países afectados por las langostas del desierto”.

Pero naturalmente y cuando la prevención no existe o no basta, siguen las medidas de contención y erradicación. En resumen, concluye Montuori, el Año Internacional de la Sanidad Vegetal pretende “situar la salud de las plantas más alto en la agenda global, informar al público sobre la importancia de proteger las plantas con sus acciones y proporcionar a los políticos y gobiernos una base sólida para priorizar sus decisiones”.

Javier Yanes

@yanes68

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