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14 junio 2022

Tecnologías digitales, el impacto climático del que casi nadie habla

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La tecnología es ya omnipresente en nuestras vidas. De la mañana a la noche dependemos de ella en nuestro trabajo, descanso, relaciones sociales, ocio, viajes y cualquier otro aspecto que podamos imaginar. El impulso a la digitalización de la sociedad vino avalado en un primer momento por credenciales verdes: las comunicaciones digitales reducen los desplazamientos y ahorran papel. Pero mientras que difícilmente ya nadie puede ignorar el impacto climático y ambiental del transporte, la deforestación u otras actividades, en cambio no parece existir la misma insistencia en explicar que las tecnologías digitales también tienen una seria huella de carbono, y no solo en la fabricación de los dispositivos o su desechado, sino también en su propio uso. El crecimiento meteórico de este sector no hará sino aumentar su impacto climático en las próximas décadas, a menos que no solo los fabricantes y proveedores, sino también los propios usuarios, adoptemos prácticas más sostenibles en nuestra vida digital.

Aunque nos resulte cómodo confiar en que son las empresas y la regulación de los gobiernos quienes deben actuar contra el cambio climático, no debemos olvidar que los destinatarios finales de muchas cadenas de suministro somos los ciudadanos. Los gases de efecto invernadero (GEI) que emitimos directamente desde nuestros hogares suman en torno a un 20% del total global —que ya es una cifra muy considerable—, pero si sumamos a ello las emisiones indirectas de todos los productos y servicios que consumimos, la cifra sube a más de un 60%, o hasta un 80% en un país de renta alta como EEUU. Por tanto, en nuestros hábitos de consumo está también mantener el statu quo o transformarlo hacia modelos sostenibles.

En la cuota de emisiones debidas a los hogares, despuntan los culpables habituales: la energía y el transporte suman el 55% del total, a lo que se añade casi un 17% de la alimentación. En este reparto otros capítulos quedan más disimulados entre las cifras, pero por ejemplo la industria textil, a la que va destinada buena parte de nuestro consumo, es responsable de entre el 4 y el 10% de los GEI globales. De igual modo, en esta tarta de las emisiones del hogar, elaborada por investigadores de la Universidad de Michigan, se diluye la contribución del apartado tecnológico: ¿dónde encontramos el impacto de la tecnología, en el 0,1% etiquetado como “electrónica” (que asciende a un 6,3% si se consideran las emisiones exportadas a otros países)? ¿En una parte del casi 20% correspondiente a los servicios? ¿En otra parte de la energía del hogar?

La falsa etiqueta verde de la digitalización

En primer lugar, y dado que en un pasado ya casi remoto la digitalización de las comunicaciones llegó promocionada por una etiqueta verde —el famoso “imprime solo si es necesario” al pie de tantos correos electrónicos—, interesa preguntarse hasta qué punto esta sustitución es medioambientalmente ventajosa. Por supuesto, sabemos que el papel se fabrica con madera, y que la madera se extrae de los árboles. Ciertas estimaciones han calculado que la digitalización podría evitar el 25% del consumo de papel, lo que redundaría en una mayor conservación de las masas forestales y en mantener así el carbono que capturan. 

Pero por su parte, las industrias del papel y de la impresión no dudan en calificar estas proclamas en contra del papel como un greenwashing, alegando que la mayor parte de la tala no va destinada a la fabricación de papel, que esta se nutre principalmente del reciclaje y de residuos de serrerías, y que este sector solo emite un 0,8% de los GEI europeos. De hecho, en la práctica totalidad de los casos las empresas reconocen que la transición a un modelo sin papel no ha venido en absoluto impulsada por motivos medioambientales, sino por el ahorro de costes y por una mayor eficiencia del negocio, algo que además reconocía el 83% de las personas encuestadas en EEUU. Sea como fuere, lo cierto es que los argumentos de la industria papelera han conseguido ya convencer a cientos de compañías en todo el mundo para que retiren de sus comunicaciones los mensajes contrarios a la impresión. Como mínimo, según la consultora medioambiental Except, la comparación entre papel y digital “es compleja y depende del contexto”.

BBVA-OpenMind-Yanes-BBVA-OpenMind-Yanes-el impacto climatico de las Tecnologias digitales Las industrias del papel y la impresión no dudan en calificar las proclamas en contra del papel como un greenwashing. Crédito: Eucaliva
Las industrias del papel y la impresión no dudan en calificar las proclamas en contra del papel como un greenwashing. Crédito: Eucaliva

Por supuesto, un argumento esencial en esta comparación es que la digitalización tampoco está ni mucho menos exenta de una gran huella de carbono. Un estudio de 2011 cifraba las emisiones de CO2 de las tecnologías digitales en el 2% de las globales, estimando que su huella de carbono no llegaría a duplicarse entre 2007 y 2020, pero que la correspondiente específicamente a la telefonía móvil se triplicaría en el mismo periodo, alcanzando la tercera parte de las emisiones totales de Reino Unido. En 2018 otro estudio de la Universidad McMaster de Canadá situó entre un 3 y un 3,6% la cuota de emisiones globales de las tecnologías digitales para 2020, subiendo desde un 1,5% en 2007. Un estudio de 2019 del observatorio francés de transición energética The Shift Project arroja el dato del 3,7%, aunque otras estimaciones lo rebajan a entre un 1,8 y un 3,2%. Como comparación, las emisiones directas de la ganadería suponen un 5%, y las de la aviación suman en torno a un 2,4%. Es decir, que las emisiones de las tecnologías digitales ya superan a las del transporte aéreo, y se acercan a las de la ganadería.

Smartphones y huella de carbono

El estudio de McMaster desglosaba los datos entre los factores responsables: los centros de datos asumen la mayor carga, con un 45% del total, seguidos de las redes con un 24%. El resto se debe a los dispositivos, entre los cuales los smartphones superan a los ordenadores de sobremesa, portátiles, monitores y tablets. “La gran sorpresa de nuestros datos es el desproporcionado impacto de los smartphones en 2020, y su crecimiento vertiginoso desde un 4% en 2010 a un 11% en 2020 en términos relativos”, escribían los autores.

Para los móviles, su fase de fabricación acumula entre el 85 y el 95% de toda su huella de carbono —la producción de un teléfono emite tanto como 10 años de uso—, a lo que hay que sumar otros impactos ambientales. La minería de los materiales, incluyendo las llamadas tierras raras (metales con propiedades magnéticas peculiares que se emplean en los dispositivos electrónicos), es causa de deforestación y produce residuos tóxicos que destruyen los ecosistemas. A ello se une además la contaminación asociada al desechado de los aparatos, con un reciclaje escaso e ineficiente, generando grandes cantidades de basura electrónica.

La minería de las tierras raras para los dispositivos electrónicos es causa de deforestación y produce residuos tóxicos. Crédito: Kevnmh

Por todo ello, la primera medida al alcance de los consumidores para un uso más responsable de las tecnologías es evidente: agotar la vida útil de los móviles y otros aparatos. Actualmente los smartphones se utilizan una media de 2-3 años, y en muchos casos se reemplazan cuando aún funcionan debido al lanzamiento de nuevos modelos. Según los investigadores de McMaster, “claramente este modelo de negocio, aunque muy rentable para los fabricantes de smartphones y la industria de las telecomunicaciones, es insostenible y bastante perjudicial para los esfuerzos globales en la reducción de GEI”. Un estudio del European Environmental Bureau calculó que prolongar un año más el uso de los dispositivos electrónicos ahorraría a la Unión Europea tantas emisiones como retirar dos millones de coches de las carreteras.

El consumo vampiro de los aparatos en reposo

Pero esto no zanja el campo de acción del usuario para reducir el impacto climático de la tecnología que utilizamos. Según lo dicho, más de las dos terceras partes de las emisiones de este sector se deben a los centros de datos y las redes; es decir, al uso. El investigador de huella de carbono Mike Berners-Lee, de la Universidad de Lancaster, estimó que usar un móvil durante una hora diaria genera en un año 1,25 toneladas de CO2. Cada mensaje de WhatsApp, cada interacción en las redes sociales, cada consulta en internet, cada canción o vídeo en streaming tiene una huella de carbono. Por ello, numerosos expertos reclaman hacer un uso medido y moderado de los dispositivos, limitándolo a lo realmente necesario (ver recuadro más abajo). 

En una vivienda media, los aparatos en reposo consumen hasta el 10% de la electricidad del hogar. Crédito: Misha Feshchak

Por último, existe otro aspecto que penaliza el coste medioambiental y climático de los dispositivos electrónicos, y es que muchos de ellos no se apagan jamás. “Apaga tu dispositivo cuando no lo uses”, aconseja la consultora Except. Pero ¿cuántos smartphones, routers, sistemas de domótica, asistentes personales, ordenadores portátiles y otros aparatos electrónicos permanecen encendidos 24 horas al día, 365 días al año? Incluso los que se dejan en reposo, como televisores o portátiles, siguen consumiendo energía. En EEUU, el Lawrence Berkeley National Laboratory ha estudiado extensamente este consumo energético, llegando a la conclusión de que en una vivienda media existen en todo momento unos 40 aparatos de todo tipo en reposo, que en conjunto consumen el 10% de la electricidad del hogar; otro estudio del Natural Resources Defense Council en California aumentaba esta cuota al 23%.

En resumen, en palabras de Tim Unwin, titular de la cátedra Unesco ICT4D (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones para el Desarrollo) en la Royal Holloway, University of London, “el sector de las tecnologías digitales está muy ampliamente basado en modelos de negocio que se han diseñado específicamente para ser insostenibles”. Pero por otra parte, y como señalaba un editorial firmado por más de una treintena de expertos en la revista International Journal of Information Management, también “la tecnología es un componente integral de los esfuerzos globales para llegar al cero neto”. El Foro Económico Mundial apunta que las tecnologías digitales podrían reducir las emisiones globales en un 15%, la tercera parte de la reducción necesaria para 2030. Hacia qué lado se incline la balanza de las tecnologías digitales en la emergencia climática puede depender en gran parte de nosotros, los usuarios.

¿Es sostenible el consumismo digital?

El auge de las nuevas tecnologías y el uso intensivo de los smartphones han originado una nueva clase de consumismo, el digital. Millones de canciones, películas y series a nuestro alcance, miles de millones de emails, mensajes de WhatsApp y posts en las redes sociales. Todo ello podría parecer inocente, pero lo cierto es que es responsable de buena parte de la huella de carbono de las tecnologías digitales. Según The Shift Project, “la tendencia actual de sobreconsumo digital en el mundo no es sostenible”.

Aunque las estimaciones son variables, he aquí algunos datos publicados. The Shift Project cifra en un 60% el tráfico de internet correspondiente a la visualización de vídeos online, lo que genera anualmente 300 millones de toneladas de CO2, el 1% de las emisiones globales. Un estudio de 2021 estimaba que visualizar vídeos en streaming en HD o 4K (calculado en concreto para Netflix) genera casi medio kilo de CO2 equivalente (CO2e) por hora; si 70 millones de usuarios redujeran la calidad de los vídeos a estándar, se ahorrarían cada mes 3,5 millones de toneladas de CO2e (t CO2e), similar a eliminar 1,7 millones de toneladas de carbón (otras estimaciones, sin embargo, reducen considerablemente la huella de los vídeos online). Una hora de videoconferencia emite entre 150 gramos y 1 kilo de CO2. El ingeniero de la University of East London Rabih Bashroush calculó que los 5.000 millones de visualizaciones del hit latino de 2017 Despacito emitieron alrededor de 250.000 toneladas de CO2.

BBVA-OpenMind-Yanes-BBVA-OpenMind-Yanes-el impacto climatico de las Tecnologias digitales_4 Un 60% el tráfico de internet corresponde a la visualización de vídeos online, lo que genera anualmente el 1% de las emisiones globales. Fuente: Unsplash
Un 60% el tráfico de internet corresponde a la visualización de vídeos online, lo que genera anualmente el 1% de las emisiones globales. Fuente: Unsplash

En cuanto a las comunicaciones, un estudio de OVO Energy calculó que si cada británico evitara cada día solo un email para decir “gracias” —el mensaje más frecuente en más de 64 millones de emails innecesarios enviados en Reino Unido cada día— se ahorrarían al año más de 16.000 toneladas de carbono, el equivalente a más de 81.000 vuelos de Londres a Madrid. Según publicaba Reset.org, cada búsqueda en internet emite 1,45 gramos de CO2. Multiplicado por miles de millones de usuarios, resulta en una huella de carbono que, en el caso de Google y según datos de la propia compañía (2016), asciende a 2,9 millones de t CO2e. El SMS es la opción de mensajería más sostenible (0,014 gramos de CO2 por mensaje), mientras que un tuit produce 0,2 g, y un mensaje de WhatsApp solo ligeramente menos que un email. Un minuto de llamada telefónica emite solo algo más que un SMS.

Por todo ello, estas son algunas recomendaciones de los expertos (además de la primera y más fundamental de prolongar la vida útil de los dispositivos y reciclarlos): evitar los mensajes innecesarios. Usar las redes sociales con moderación. Hablar por teléfono o enviar SMS antes que emails, y utilizar estos de forma responsable, cancelando suscripciones a listas de correo que no nos interesen, evitando “responder a todos” y limitando los adjuntos; incluso un emoji suma. Utilizar documentos en la nube. No dejar la TV encendida si no la estamos viendo. No reproducir vídeos si solo nos interesa el audio, lo que se aplica también a las llamadas telefónicas y las videoconferencias. En la medida de lo posible, reducir la calidad de los vídeos y el brillo de las pantallas, o utilizar fondos oscuros.

Javier Yanes

@yanes68    

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