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19 febrero 2021

La educación ambiental, un juego para niños y adultos

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En 1975 dos ramas de las Naciones Unidas, la UNESCO (Educación, Ciencia y Cultura) y la UNEP (Medio Ambiente) lanzaron conjuntamente el Programa Internacional de Educación Ambiental, una iniciativa destinada a llevar la concienciación medioambiental a las aulas con el fin de que la ética del respeto a la naturaleza y del desarrollo sostenible esté integrada en los valores que los escolares reciben a lo largo y ancho de todo el mundo. La Declaración de Tesalónica, firmada en 1997 como parte de este programa de la ONU, pretendía impulsar las iniciativas en esta línea en “la educación formal, no formal e informal”. Y es quizá en el tercer término donde diversos expertos han recogido el testigo para explorar las posibilidades de una herramienta: el juego, algo tan imprescindible para los niños como para no pocos adultos.

The Green Game Jam de GRID-Arendal en Vimeo.

El rey del entretenimiento en el siglo XXI es sin duda el videojuego. La pasión por esta forma de ocio, que practica una de cada tres personas en el planeta, llevó en 2019 a la UNEP a reclutar el apoyo de 21 de las principales compañías de videojuegos para lanzar la Alianza Playing for the Planet, con ocasión de la celebración de la cumbre del clima en Nueva York. Mediante este acuerdo, las empresas que llegan a 1.000 millones de jugadores se comprometían a integrar los objetivos medioambientales tanto en sus productos como en sus operaciones, con el objetivo básico de reducir 30 millones de toneladas de emisiones de CO2 para 2030. Pero más allá de esta alianza, durante ya más de una década la crisis climática se ha abordado a través de los juegos de pantalla, no solo en los llamados serious games, sino también a través de franquicias populares como SimCity o Civilization.

Juegos de mesa y juegos de rol

Pero si no todas las opciones de entretenimiento necesitan una pantalla, también existen múltiples oportunidades para la educación medioambiental más allá de los videojuegos. Como ejemplo en la línea más clásica, los juegos de mesa nunca pierden su vigencia y pueden ofrecer también una vía poderosa para formar la conciencia ambiental. Es el caso de Enviropoly, un juego de tablero, dado y cartas que admite cinco o seis jugadores, pero que también puede adaptarse a clases de 20 a 25 escolares divididos en grupos. A lo largo del recorrido, los jugadores se encuentran con situaciones cotidianas que ejercen un impacto positivo o negativo en el medio ambiente, sobre las cuales deben reflexionar y responder preguntas. “Al final del juego, los participantes tendrán una mejor comprensión de la importancia de ahorrar recursos, reciclar y conservar los recursos naturales”, escribían los autores de un estudio que examinó la utilidad del juego con un grupo de jóvenes profesores.

'Enviropoly' es un juego de tablero, dados y cartas.
‘Enviropoly’ es un juego de tablero, dados y cartas. Fuente: Research Gate

Los juegos de rol son otro formato de entretenimiento que cuenta con una legión de seguidores en todo el mundo, y cuyas posibilidades de aplicación a la educación medioambiental también se están explorando. Por ejemplo, a través de tareas sencillas dirigidas a niños de primaria, como enseñarles a reciclar y a mantener limpio el entorno escolar, o de simulaciones más complejas que sitúen a los alumnos en una experiencia personal que de otro modo no vivirían, de una forma más cercana de lo que podría lograr un simple debate. 

“En lugar de ser la contaminación un problema de por ahí fuera, se experimenta como una serie de dilemas humanos”, escribía el especialista en educación Edward Errington, de la Universidad Deakin de Australia, en una de las propuestas más tempranas de este tipo de juegos. Por ejemplo, Errington proponía una situación en la que iba a construirse una carretera entre dos localidades; los alumnos debían personificar a las distintas partes implicadas para llevar a cabo el proyecto del modo más satisfactorio para todos los afectados, sostenible y medioambientalmente responsable. Otra interesante iniciativa ha situado a los jugadores en el papel de las naciones negociadoras en los acuerdos sobre cambio climático, mientras que un tercer proyecto adaptó la serie de videojuegos de rol de la compañía BioWare Neverwinter Nights para versar sobre los problemas de la contaminación del agua, la desertificación y la escasez de los recursos no renovables. 

Escape Rooms contra el cambio climático

Pero si los propios investigadores reconocen que todavía son escasos los estudios en este terreno, igualmente prometedora y naciente en su aplicación a la educación ambiental es una opción de entretenimiento cada vez más popular: los escape rooms, juegos en los que un equipo debe encontrar pistas, resolver enigmas y superar retos en un espacio definido para alcanzar un objetivo en el tiempo designado. En la Universidad Hanze de Ciencias Aplicadas de Groningen (Países Bajos), la experta en juegos, comunicación y educación ambiental Tania Ouariachi sigue una línea de investigación destinada a explorar las aplicaciones del formato de los escape rooms a la educación sobre cambio climático.

“La idea surgió basada en los restos de educar sobre el cambio climático en general, o sobre la transición energética en particular”, resume Ouariachi a OpenMind. Según la experta, este es un asunto de comprensión compleja para los estudiantes, tanto por sus extensas raíces en distintos sectores como por la propia naturaleza del cambio climático, “visto como una fuerza que progresa lentamente, difícilmente apreciable e impredecible”. Ouariachi apunta que “la aplicación de los escape rooms a propósitos educativos es cada vez más popular para implicar a las personas en su ambiente de aprendizaje”.

En la Universidad Hanze de Ciencias Aplicadas de Groningen exploran las aplicaciones del formato de los escape rooms a la educación sobre cambio climático.Crédito: Hudson Bloom
En la Universidad Hanze de Ciencias Aplicadas de Groningen exploran las aplicaciones del formato de los escape rooms a la educación sobre cambio climático. Crédito: Hudson Bloom

Para sorpresa de Ouariachi, su investigación ha encontrado casi una veintena de iniciativas que ya aplican este formato, ya sea para estudiantes o para el público en general, y que reflejan escenarios diversos, desde los más cercanos que se refieren a la sostenibilidad de nuestros hábitos cotidianos, hasta distopías futuristas sobre un mundo inhabitable debido al cambio climático y cuyos habitantes deben buscar refugio en Marte. “Los escape rooms son divertidos pero también desafiantes, porque están diseñados para resolver problemas, motivando a los jugadores a pensar de forma creativa, diferente y no convencional”, dice Ouariachi. El formato del trabajo en equipo además ayuda a fomentar la confianza y la comunicación entre los participantes, permitiendo que todos los jugadores puedan contribuir.

Por último y al igual que los juegos de rol, los escape rooms ofrecen también la posibilidad de combinar formatos digitales; “todavía está bastante inexplorado, pero está creciendo, sobre todo durante los tiempos de COVID-19”, señala Ouariachi. Un ejemplo: en Austria, Escape Fake es un escape room dirigido a estudiantes de instituto que emplea Realidad Aumentada para enfrentar a los jugadores al problema de las fake news, del cual deben escapar mediante la comprobación de datos, la investigación y la resolución de acertijos. En el campo de la educación ambiental, “la realidad aumentada es otra tendencia”, concluye la experta. 

Por desgracia, combatir el cambio climático está muy lejos de ser un juego, pero al menos jugando sí podemos despertar la urgencia de atajar el problema.

Javier Yanes

@yanes68

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