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05 junio 2020

Tratamientos contra la COVID-19: estas son las principales vías abiertas

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Hasta que llegue el día en que la vacuna contra el virus SARS-CoV-2 de la COVID-19 esté disponible en un vial, las esperanzas están depositadas en el desarrollo de posibles tratamientos. Son tantas las incógnitas en este campo que la ciencia avanza a trompicones, y un fármaco que hoy parece prometedor puede quedar desacreditado en unas semanas; aún más cuando, actualmente, casi 1.500 ensayos clínicos en todo el mundo buscan terapias contra el nuevo coronavirus. Sin perder de vista esta volatilidad, repasamos aquí las principales vías que a fecha de hoy tratan de abrir caminos hacia la cura de la COVID-19.

Plasma de personas convalecientes

Desde que en el siglo XIX se comenzó a experimentar inmunizando animales con microbios para extraer el suero y tratar a los enfermos, esta inmunización pasiva —un tratamiento con los anticuerpos producidos por otro humano o animal— ha perdurado como una estrategia rápida contra las enfermedades infecciosas. Los primeros resultados en China contra el nuevo coronavirus fueron sugerentes, y existen varios programas en marcha en diversos países, incluyendo un gran proyecto en EEUU impulsado por el experto en enfermedades infecciosas Arturo Casadevall, de la Universidad Johns Hopkins, que reúne a 40 instituciones.

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Personal del ejército de EE.UU. procesa muestras de sangre de pacientes que se recuperan de la COVID-19. Crédito: U.S. Navy/ Barry Riley

Un paso más en esta vía consiste en concentrar y purificar los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 del plasma de numerosos pacientes, creando lo que se conoce como globulina hiperinmune (H-Ig). A diferencia del plasma crudo, que se emplea directamente de la fuente pasando un control de posibles patógenos, en este caso se obtiene un fármaco estable y estandarizado. Varias compañías trabajan en esta línea, incluyendo una alianza internacional llamada CoVIg-19 Plasma Alliance.

Anticuerpos recombinantes contra el virus

Una continuación natural de lo anterior consiste en aplicar técnicas de ingeniería genética (o ADN recombinante) para obtener anticuerpos contra el virus. Ciertas compañías optan por un ataque a gran escala, introduciendo en animales o cultivos celulares los genes humanos capaces de producir todo un repertorio completo de distintos anticuerpos contra el SARS-CoV-2, lo que se conoce como policlonales. CSL Behring, SAb Biotherapeutics o GigaGen exploran esta opción bajo distintas estrategias.

El último paso en las terapias de anticuerpos viene representado por aquellos obtenidos también por tecnologías genéticas, pero dirigidos exclusivamente contra una parte concreta del virus; son los anticuerpos monoclonales (MAb). El conocimiento detallado de la estructura de la proteína Spike (S), que el SARS-CoV-2 utiliza para invadir las células humanas, ha permitido emprender la búsqueda de MAb capaces de bloquear la infección. Pero tratándose de nuevos fármacos, no solo su desarrollo puede ser largo, sino que además deberán superar un ciclo de ensayos clínicos que suele durar varios años.

Remdesivir

Al hilo de lo anterior, se comprende que los mejores candidatos para disponer de terapias durante la urgencia de la pandemia serán aquellos fármacos ya existentes, y especialmente los que estén aprobados para otras indicaciones y puedan reposicionarse contra la COVID-19. Numerosos ensayos clínicos prueban compuestos existentes ya antes de la pandemia, algunos de ellos ya aprobados contra otras enfermedades y otros aún en fase experimental.

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El Centro Médico Brooke Army (Texas) ha participado en un ensayo de tratamiento COVID-19 centrado en el medicamento antiviral, remdesivir. Crédito: U.S. Army/ Jason W. Edwards)

Entre estos últimos destaca el remdesivir, un antiviral desarrollado en 2009 por Gilead Sciences y que no mostró eficacia para sus propósitos originales, por lo que aún no está aprobado para ninguna indicación. Los informes preliminares contra la COVID-19 sugirieron un posible beneficio. Un estudio posterior en China cuestionó su utilidad, pero un ensayo clínico en más de 1.000 pacientes ha mostrado que el remdesivir acorta la recuperación de 15 días a 11 en comparación con un placebo, reduciendo la mortalidad de un 12% a un 7%. El remdesivir inhibe la ARN polimerasa que el virus utiliza para fabricar sus proteínas.

Favilavir (favipiravir, avifavir)

Como el remdesivir, otros compuestos también actúan sobre la ARN polimerasa del virus. Uno de ellos es el EIDD-2801, que el gigante Merck ha revelado como su apuesta contra el coronavirus. También en esta categoría se encuentra el favipiravir o favilavir, creado por el grupo japonés Fujifilm, comercializado bajo el nombre de Avigan y aprobado en aquel país contra la gripe. Desde 2019 se vende como genérico, y en febrero fue autorizado en China contra la COVID-19. Recientemente Rusia ha aprobado también su uso bajo el nombre de avifavir. Se ha demostrado la actividad del compuesto in vitro contra el SARS-CoV-2, y los resultados clínicos preliminares indican que puede reducir el tiempo de eliminación del virus. Varios ensayos clínicos tratan de evaluar su eficacia con más detalle.

Cloroquina e hidroxicloroquina

Si un medicamento ha estado en el punto de mira durante esta pandemia, ha sido la hidroxicloroquina (junto con su precursor, la cloroquina), un fármaco clásico utilizado contra la malaria. Los resultados tempranos observaron una inhibición de la infección celular por el SARS-CoV-2 in vitro y posibles beneficios en pacientes. La cloroquina fue incluida en el megaensayo clínico Solidarity de la Organización Mundial de la Salud (OMS), destinado a probar los cuatro posibles tratamientos más prometedores, y el uso de este fármaco ha recibido el respaldo de personajes como el presidente Donald Trump. La posibilidad de que un medicamento barato y ampliamente disponible actuara eficazmente contra el azote del coronavirus fue recibida con enorme esperanza en todo el mundo.

Sin embargo, pronto los investigadores detectaron una falta de pruebas concluyentes, y los estudios iniciales fueron cuestionados. Uno de ellos, liderado por el francés Didier Raoult, está bajo investigación por la revista que lo publicó, mientras que otro, aún en fase de preprint sin publicación formal, ha sido retirado a la espera de una revisión

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Tratamientos contra la COVID-19__4-Molécula de cloroquina. Crédito: Jynto
Molécula de cloroquina. Crédito: Jynto

El último clavo en el ataúd de la cloroquina parecía llegar de un amplio estudio observacional en The Lancet que ha reunido datos de más de 96.000 pacientes, y según el cual la cloroquina no solo no aportaría ningún beneficio, sino que podría aumentar la mortalidad. Además, una amplia revisión tampoco confirmaba las esperanzas iniciales

En vista de los nuevos datos, la OMS ha decidido suspender temporalmente sus ensayos con este fármaco. Pero en los últimos días, un nuevo giro de guion ha venido a acrecentar la confusión. Diversos investigadores han puesto en duda la validez del estudio de The Lancet, incluyendo los propios datos, suministrados por una compañía. En vista de las inconsistencias, que han llevado a más de 200 investigadores a firmar una carta criticando el estudio, The Lancet lo ha puesto en cuarentena hasta que se establezca su validez. La misma compañía de datos también proporcionó el material para un estudio sobre la eficacia contra la COVID-19 del antiparasitario ivermectina, que también está ahora bajo la lupa. Sin duda, el serial de la cloroquina continuará.

Inhibidores de la tormenta de citoquinas

Una parte de la patología asociada a la COVID-19 radica en una reacción excesiva del sistema inmune, algo ya observado en otras infecciones. En un cierto número de pacientes, la infección dispara una respuesta hiperinflamatoria mediada por el llamado Síndrome de Liberación de Citoquinas, o más popularmente, tormenta de citoquinas. Aunque aún no parece claro hasta qué punto este puede ser un problema ampliamente extendido entre los pacientes, diversos investigadores están ensayando fármacos ya conocidos que pueden aplacar esta hiperinmunidad. Buena parte del interés se ha centrado en el tocilizumab, un anticuerpo monoclonal que inhibe la acción del mediador inmunitario interleuquina-6 (IL-6). 

Aunque se han mostrado resultados favorables con el uso de tocilizumab, aún es pronto para saber si este medicamento se postulará como una posible terapia efectiva contra la COVID-19; un reciente estudio alerta del aumento de infecciones bacterianas secundarias en los pacientes tratados, algo que no es sorprendente cuando se inhibe uno de los mecanismos inmunitarios naturales del organismo. 

Javier Yanes

@yanes68

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