¿Qué desayunas antes de una reunión importante, como una entrevista de trabajo, un acto público o la presentación de un proyecto a tus jefes? ¿tostadas con mermelada?, ¿churros, bollería o galletas?, ¿un tazón de cereales?
Puede parecer una pregunta irrelevante, pero un reciente experimento plantea que ingerir un desayuno cargado de carbohidratos de asimilación rápida (a base de productos ricos en azúcares y harinas refinadas) provoca una disminución del atractivo facial—se tiene peor cara—al cabo de un par de horas. Lo cual sí resulta relevante dado que el atractivo físico es un factor clave en las relaciones interpersonales, ya sean sociales o profesionales, a la hora de generar empatía e inspirar confianza.
Desde hace tiempo se sabe que una dieta rica en carbohidratos refinados favorece el desarrollo de distintas enfermedades y dolencias: obesidad, diabetes tipo II, resistencia a la insulina, dolencias cardiovasculares, Alzheimer, hipertensión e incluso miopía, por citar algunas. Trastornos motivados por el desarrollo de hiperglucemia persistente e hiperinsulinemia.
Además, la hiperinsulinemia interfiere con los factores de crecimiento, que se encargan de reparar los tejidos y estimula la síntesis de las hormonas sexuales implicadas en la expresión y modulación de los caracteres sexuales secundarios. Estos, a su vez, juegan un papel preponderante en nuestro aspecto. Es por este motivo que recientemente se ha comenzado a investigar el efecto de la dieta en el atractivo físico.
En esta línea de actuación, estudios previos ya habían constatado que el consumo crónico de carbohidratos refinados provoca una disminución del atractivo facial. Algo que se explica por el referido efecto de la hiperinsulinemia sobre la expresión de los caracteres sexuales secundarios. Y también porque la hiperglicemia favorece la glicación: esto es, la reacción de unión entre un azúcar simple como la glucosa con un aminoácido. Cuando esta glicación tiene lugar en el tejido conectivo de la dermis, provoca la formación de enlaces aminoácido-glucosa-aminoácido. Es decir, la formación de enlaces cruzados entre los aminoácidos de distintas fibras de colágeno y elastina. Lo que provoca que dichas fibras pierdan flexibilidad, y limita su capacidad para remodelar y restaurar la piel. Y, con ello, un deterioro y envejecimiento acentuado que se traduce en que se nos ve más viejos y ajados.
El efecto de la hipoglucemia
Pero, hasta ahora, nos hemos limitado a tratar de los efectos de un consumo continuado. Sin embargo, el nuevo estudio ha ido un paso más allá y sugiere que una única comida rica en carbohidratos refinados tiene también un efecto prácticamente inmediato en nuestro aspecto, que se traduce en una pérdida de atractivo al cabo de un par de horas. En este caso, la explicación más plausible es que este tipo de ingesta a base de glúcidos de rápida asimilación propicia hipoglucemia transcurridas un par de horas. Esto es, un déficit de azúcar en sangre (ya que todo los azúcares consumidos han sido ya transferidos a las células). Una falta de combustible que se traduce en una sensación de bajón y que, por lo visto, también se refleja en nuestro atractivo facial.
En este sentido, se puede establecer una analogía con el atletismo: la ingesta crónica de carbohidratos refinados sería equiparable a correr un maratón, que implica mucho más riesgo al producir un tremendo deterioro en el organismo, y que exige un tiempo de recuperación mucho mayor; y tras el cual uno acaba muy demacrado. Por el contrario, una única ingesta rica en carbohidratos se equipararía a realizar un sprint. Un esfuerzo del que uno se recupera más rápidamente y sin secuelas, pero que en el momento te deja sin resuello y con el rostro desencajado.
¿Y por qué, precisamente, el desayuno (aunque también los picoteos de media mañana y media tarde)? Porque a la hora de la comida y la cena se suelen ingerir una mayor cantidad y variedad de alimentos y, con ello, de nutrientes. Y la ingesta conjunta de carbohidratos (aunque sean refinados) con proteínas y grasas ralentiza la asimilación de los primeros. Puede entenderse como una cuestión de circulación: cuanto más tráfico de nutrientes hay, más difícil es avanzar y encontrar un hueco donde aparcar. Por el contrario, tanto el desayuno como las ingestas de media mañana y tarde, son proclives a estar protagonizadas casi en exclusiva por carbohidratos refinados.
Experimenta cómo el desayuno condiciona el aspecto
Dicho lo cual, y tal y como los propios investigadores se encargan de señalar, se requiere más experimentación al respecto para confirmar o refutar la conclusión alcanzada: ¿es realmente cierto que el tipo de desayuno que realizamos condiciona nuestro aspecto matutino? Para comprobarlo se plantean los siguientes experimentos “bien pensados”:
1º Durante una semana, anota lo que desayunas cada día procurando alternar entre desayunos ricos en carbohidratos refinados (galletas, tostadas de pan blanco con mantequilla y mermelada, …); carbohidratos complejos (pan integral con tomate y aceite o con hummus, …) y bajos en carbohidratos y ricos en proteínas y grasas saludables (tortilla francesa; queso y pavo; yogur con frutos secos …). Tómate un selfi de primer plano un par de horas después de haber desayunado. Al finalizar la semana, pídele a un amigo o familiar que las ordene en función de lo favorecido que estés. ¿Existe alguna relación entre lo que has desayunado y tu atractivo?
2º Para acabar de comprobar si esta pérdida de atractivo es apreciable a ojos vista, intenta averiguar qué tipo de desayuno ha efectuado cada uno de tus compañeros de trabajo (los ves a diario y detectas cuando tienen mejor o peor cara) a través de su aspecto. ¿Existe alguna correlación entre la ingesta y su aspecto?
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