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24 octubre 2019

Patrick Matthew, el pionero olvidado de la evolución

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Acababa de terminar la segunda edición de El origen de las especies, publicado a finales de 1859 y que se había agotado el mismo día en que salió a la venta. Rápidamente, Charles Darwin había incluido numerosas pequeñas correcciones y también sus primeras respuestas a la oleada de quejas religiosas que desató su teoría de la evolución. Se sentó a leer tranquilamente su ejemplar de The Gardeners’ Chronicle (La Crónica de los Jardineros), una publicación de botánica y horticultura con la que a veces colaboraba. Entonces contempló atónito una carta al director de “un tal Patrick Matthews”, que en ese número del 7 de abril de 1860 sostenía que la idea de la evolución por selección natural ya la había tratado él en un libro en 1831 —el mismo año en el que Darwin inició su viaje en el Beagle.

Este tipo de reclamaciones son habituales aún hoy en día en las redacciones de los periódicos —donde recibimos llamadas de estudiosos que dicen haber probado científicamente que Einstein estaba equivocado; o que, por el contrario, han llegado a una demostración mucho más simple de su teoría de la relatividad, que están a punto de englobar dentro de la ansiada teoría del todo—. Sin embargo, Darwin sí se tomó en serio esa carta, en uno de los episodios más increíbles y desconocidos del surgimiento de la teoría de la evolución.

En 1837 Darwin dibujó por primera vez su árbol de la evolución, seis años después del libro de Patrick Matthew. Fuente: Darwin Online

Enseguida Darwin escribió a su gran amigo el geólogo Charles Lyell, uno de los científicos que más había influido en su idea de la evolución: “En La Crónica de los Járdineros del pasado sábado, un tal Patrick Matthews publica un largo extracto de su trabajo Sobre la madera naval y la arboricultura, publicado en 1831 y en el que brevemente anticipa por completo la teoría de la selección natural. He pedido el libro, pues algunos pasajes son bastante farragosos, pero creo que, ciertamente, aunque no está desarrollada… ¡Es una anticipación completa! [Mi abuelo] Erasmus siempre había dicho que esto acabaría pasando algún día. En cualquier caso, creo que se me puede excusar por no haberlo descubierto en un trabajo sobre madera naval”.

La disputa que no existió

Con esta humildad y naturalidad asumió Darwin que, no solo no había sido el único en llegar a la idea de la selección natural como el motor de la evolución de las especies —pues Alfred Russell Wallace, coautor de la teoría, también la había deducido recientemente— sino que ni siquiera había sido el primero. Y así respondió rápidamente en una carta al Gardener’s Chronicle: “Reconozco libremente que el señor Matthew anticipó, hace muchos años, la explicación que yo he ofrecido al origen de las especies bajo el nombre de selección natural. Creo que a nadie le sorprenderá que ni yo, ni aparentemente ningún otro naturalista, haya sabido de las ideas del señor Matthew —teniendo en cuenta que aparecen brevemente en el apéndice de un libro sobre el cultivo de árboles para producir madera para barcos. No puedo hacer más que ofrecer mis disculpas al señor Matthew por mi total ignorancia de su publicación. Si se requiere una nueva edición de mi libro, insertaré una aclaración al correspondiente efecto”.

Y vaya si se requirió… El origen de las especies fue mucho más que un bestseller instantáneo y pasajero. De sus incontables ediciones publicadas hasta hoy, la tercera fue corregida por el propio naturalista en 1861 y ya incluía la prometida mención, en la que Darwin daba crédito a Matthew, junto con la respuesta del experto en el cultivo de árboles: “La concepción de esta ley de la Naturaleza a mí me vino de manera intuitiva, como un hecho autoevidente, casi sin un esfuerzo de pensamiento concentrado. El señor Darwin parece tener más mérito que yo en el descubrimiento —que a mí ni me pareció un descubrimiento—. Parece haber logrado demostrarlo por razonamiento inductivo, lentamente y con el debido cuidado, construyendo su propio camino al unir un hecho con otro, y así sucesivamente. A mí, un vistazo al esquema de la Naturaleza me hizo estimar la producción selectiva de las especies como un axioma, un hecho reconocible a priori, que solo necesitaba ser señalado para ser aceptado por mentes sin prejuicios y con suficiente capacidad de comprensión”.

Con este caballeroso intercambio de cartas, perfectamente documentado, quedó zanjada cualquier posible polémica entre ambos. Y hoy en día se considera a Matthew, Darwin y Wallace como las únicas tres personas que descubrieron, cada uno por su cuenta, que la selección natural es el mecanismo de la evolución de las especies. También es cierto que otros se habían acercado a la idea (como Thomas Malthus, que en sus estudios sobre la población de 1798 la expresaba de manera negativa, como la lucha por la existencia, la competición por los recursos naturales). Y que otros habían llegado a ella, pero se habían quedado cortos al calibrar su potencia como fuerza de la naturaleza: James Hutton sugirió en 1794 que la selección natural llevaba a mejorar las variedades de las especies, o William Charles Wells propuso en 1813 que podría dar lugar a nuevas variedades; mientras que Edward Blyth interpretó que ese mecanismo servía precisamente para lo contrario, para mantener estables y sin cambios las especies.

Darwin y la teoría de la conspiración

Con frecuencia, las aportaciones de estos científicos han sido usadas para atacar a Darwin o para restarle mérito, acusándole incluso de copiar ideas. La figura del horticultor Patrick Matthew (20 octubre 1790–8 junio 1874) cayó en el olvido, aunque su nombre aparece en todas las ediciones de El origen de las especies desde 1861. Y algunos intentos recientes por honrar su memoria han llevado a montar una teoría de la conspiración entre Wallace y Darwin para dejar fuera a Matthew, tal y como sugirió en 2014 el criminólogo Mike Sutton.

Patrick Matthew
“¿Copió Darwin ideas para El origen de las especies?”. Portada falsa del tabloide Scottish Daily Mail, que Mike Sutton usa en su web para reivindicar a Patrick Matthew como verdadero descubridor de la selección natural. Fuente: patrickmatthew.com

Sin embargo, las cartas de Darwin y Matthew dejan clara una historia mucho más sencilla, que muestra cómo avanza la ciencia. La idea de la evolución era algo que llevaba décadas flotando en el ambiente científico (el propio abuelo de Darwin, Erasmus, ya le daba vueltas); una idea que era más o menos evidente si uno contemplaba sin prejuicios el esquema de las especies, clasificadas por Linneo; una idea que otros como Matthew y Wallace también encontraron, cada uno por su cuenta, antes y después que Darwin. Pero solo él se dedicó durante décadas a examinar minuciosamente esa selección natural que desmontaba sus creencias previas, a buscarle puntos débiles y a contraargumentarlos… y solo así logró explicarla con tantísimo detalle, pruebas y fundamento, convirtiendo su teoría de la evolución en una obra única en la historia de la ciencia.

Francisco Doménech

@fucolin

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