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03 abril 2019

Jane Goodall, la voz humana de los chimpancés

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Dicen las guías turísticas de África que no es aconsejable acampar en solitario en una región remota, sobre todo para una mujer. Dicen también que sin un guía local experto es extremadamente difícil encontrar los animales que a uno le interesan, especialmente donde la vegetación es densa. Jane Morris Goodall no solo encontró los que buscaba, sino que se convirtió en la más reconocida experta mundial en ellos, los chimpancés. Y pese a que su aspecto físico dista mucho del que se esperaría de una superviviente, de su dominio de la vida en la selva dan fe los 87 años que cumple este 3 de abril.

Jane Goodall con su peluche Jubilee. Crédito: Adrián Zoltán

Aunque esta historia de pasión, coraje y descubrimiento comenzó en 1960 en Tanzania (entonces Tanganica), en realidad la aventura de Goodall con los chimpancés se remonta a un cuarto de siglo antes en Londres, cuando su padre le regaló un animal de peluche llamado Jubilee; un chimpancé. Se convirtió en su juguete favorito, y en toda una premonición. Hoy Jubilee continúa viviendo en el hogar londinense de Goodall, y el instituto fundado por ella en 1977 vende réplicas del peluche para estimular en los niños el amor por la naturaleza.

Tumbando dogmas científicos

En 1957, Goodall dejaba su trabajo y su vida europea para perseguir su pasión de viajar a África y vivir entre los animales, un sueño que había incubado de niña leyendo las aventuras de Tarzán y de su mujer, Jane como ella. Pero por entonces, todo lo que tenía era un amigo propietario de una granja en Kenia. Comenzó entonces su historia de coraje: presentarse al afamado paleoantropólogo Louis Leakey sin estudios que aportar, y trabajar duro en tareas insulsas hasta que el científico vio en ella a la candidata perfecta para su proyecto, estudiar el comportamiento de los chimpancés en la reserva tanzana de Gombe. Goodall aceptó el reto sin pensarlo dos veces.

En 1957, Goodall dejó su trabajo en Europa y viajó a África. Crédito: Festival della Scienza

Cinco años después de pisar Gombe por primera vez, Goodall había pasado de carecer de estudios formales a obtener un doctorado por la Universidad de Cambridge. Era solo el inicio de su historia de descubrimiento. Por entonces, los etólogos designaban a sus animales de estudio con números. Creían que los simios no eran capaces de razonar, sentir emociones ni servirse de herramientas, y que los chimpancés eran pacíficos vegetarianos. Goodall puso nombres a sus animales. Descubrió que cada uno tenía su propia personalidad y temperamento, que pescaban las termitas con palos y que no solo cazaban monos colobos, sino que mataban y canibalizaban a sus semejantes como gesto de dominancia.

Así, los hallazgos de Goodall tumbaban algunos dogmas entonces aceptados por la comunidad científica, hasta tal punto que, en opinión de Leakey, algo había fallado: o nuestra definición del ser humano, o nuestra definición de los chimpancés. Pero no todo fueron elogios; las investigaciones de la primatóloga han recibido críticas por parte de quienes alegan que sus métodos poco convencionales interfieren de tal modo en la sociedad de los chimpancés que su comportamiento en estado salvaje se ve alterado. De hecho, Goodall fue aceptada por los simios como una más del grupo, un miembro de bajo rango social.

Goodall descubrió que cada chimpancé tenía su propia personalidad y temperamento. Crédito: Champsmart

Activista medioambiental

Pronto la historia de la mujer rubia, delgada y de aspecto delicado que vivía entre los chimpancés traspasó las fronteras de la comunidad científica para llegar al gran público. Según contaba ella misma al diario The Guardian, algunos dijeron que eran sus bonitas piernas las que habían conquistado la portada de la revista National Geographic; la bella y las bestias. Pero ella supo cabalgar la cresta de esa ola para aprovecharla en beneficio de un objetivo que no era su propia popularidad, sino la concienciación medioambiental; una misión que emprendió en 1986 tras participar en una conferencia sobre chimpancés en la que se puso de manifiesto cómo estos inteligentes animales y sus hábitats estaban desapareciendo.

Imagen de una entrevista de Joshua Wickerham a Jane Goodall en la revista That’s mags. Crédito: kafka4prez

Hoy el activismo ambiental es su ocupación prioritaria, y muy intensa: a sus recién estrenados y espléndidos 85 años, Goodall aún continúa pasando 300 días al año en la carretera, como ella misma dice; de país en país, impartiendo conferencias y centrándose especialmente en los niños, el futuro de la conservación de la naturaleza. Ferviente animalista, algunas de sus opiniones son controvertidas, como su oposición a la experimentación con animales. Pero si alguien se ha ganado el derecho a ser la voz de los seres que no la tienen, es Jane de la Jungla.

Javier Yanes

@yanes68

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