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18 octubre 2017

Cómo sobrevivir en caso de naufragio

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El 19 de octubre de 1952, el médico y biólogo francés Alain Bombard se hacía a la mar en solitario en Las Palmas de Gran Canaria a bordo de una lancha Zodiac hinchable, con un sextante y sin provisiones. Con tan parcos medios, su objetivo parecía del todo descabellado: cruzar el Atlántico. Pero lo logró: 65 días después, el 23 de diciembre, tocaba tierra en Barbados; con 25 kilos menos, pero vivo, y sin secuelas que le impidieran llegar a la avanzada edad de 80 años.

Cinco años antes, en 1947, el noruego Thor Heyerdahl había liderado la expedición de la Kon-Tiki a través del Pacífico para probar que los pueblos antiguos podían haberse expandido a través del océano con recursos primitivos. Pero a diferencia de Heyerdahl, el interés de Bombard no era la sed de aventura, sino simplemente la sed, en su sentido más literal y biológico.

El viaje de la Kon-Tiki había probado que los antiguos navegantes pudieron sobrevivir en el océano hidratándose con el jugo de los peces y bebiendo agua de mar mezclada con agua dulce en una proporción de 2:3. Bombard había conocido las muertes de varios marineros naufragados mientras ejercía como médico en Boulogne-sur-Mer, pero estaba convencido de que no era la deshidratación la que los mataba, sino la desesperación. Así se propuso demostrar que era posible sobrevivir a un naufragio sólo con los recursos disponibles en alta mar, incluyendo el agua salada.

Durante su viaje en L’Hérétique, Bombard se alimentó con plancton y con pescado crudo. Fuente: Pinterest

Tras un intenso período de estudio en el Instituto Oceanográfico de Mónaco y unas primeras etapas de preparación en el Mediterráneo y África, Bombard tuvo el tiempo justo de regresar a París para asistir al nacimiento de su primera hija antes de afrontar su gran viaje, en el que arriesgaría su propia vida para poner a prueba su teoría.

El régimen diseñado por Bombard consistía en alimentarse mínimamente con plancton —rico en vitaminas— y con pescado crudo. La necesidad más crítica, la hidratación, se resolvería exprimiendo el fluido de los peces y recogiendo agua de lluvia, complementada con pequeñas dosis de agua de mar que no excedieran un litro al día: una cucharada a intervalos de 20 minutos, dejando que la saliva diluyera la sal en la boca.

El Doctor Loco

Este último era el aspecto más polémico del experimento, algo de lo que Bombard era consciente cuando bautizó su lancha como L’Hérétique, El hereje. En su país fue tildado de Docteur Fou, Doctor Loco. Su coetáneo, el médico alemán Hannes Lindemann, también navegante en solitario, cuestionó la veracidad del experimento de ingesta de agua salada tal como Bombard lo describió en su libro Naufragé volontaire (Éditions de Paris, 1953). Lo cierto es que el francés llevaba en su lancha un equipo de emergencia sellado con provisiones y agua, pero no consta que lo empleara, sólo unos días antes de su llegada a Barbados fue auxiliado por un buque donde le ofrecieron un almuerzo.

Hay historias de marineros que han sobrevivido bebiendo pequeñas cantidades de agua de mar. Crédito: Kalle2709

Desde antiguo es un hecho conocido que el ser humano no puede mantenerse hidratado con agua salada. Los marineros que lo hacen mueren deshidratados después de sufrir un envenenamiento que les hace perder la razón. El motivo, explica la Administración Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA), es que “los riñones humanos sólo pueden hacer orina que es menos salada que el agua de mar”. En concreto, la orina alcanza un máximo en torno al 2% de sal, mientras que el agua marina ronda el 3,5%.

Cuando bebemos agua salada, aumenta la salinidad de nuestra sangre y el exceso debe ser expulsado. “Por tanto, para librarnos del exceso de sal del agua de mar, tenemos que orinar más agua de la que hemos bebido”, prosigue la NOAA. En concreto, para rebajar la sal de un litro de agua de mar hasta el 2%, el riñón necesita añadir 0,75 litros de agua del cuerpo. “Finalmente morimos de deshidratación”. Cuando el cuerpo no puede eliminar el sodio sobrante se produce un desequilibrio cuyos efectos en los órganos, incluyendo el sistema nervioso, desencadenan el cuadro de síntomas que lleva al coma y a la muerte.

Pequeñas cantidades de agua de mar

En la Segunda Guerra Mundial los naufragios fueron abundantes, y entonces circularon historias de marineros que habían sobrevivido bebiendo pequeñas cantidades de agua de mar. En 1943, el médico del Hospital Nacional de Reino Unido W. S. S. Laddell publicó un estudio en la revista The Lancet en el que puso a prueba esta posibilidad. Laddell comprobó que “un hombre con déficit de agua continúa produciendo 350-450 cm.c. [centímetros cúbicos] de orina al día”. Pero en sus experimentos complementando la ingesta de agua dulce con agua salada, Laddell descubrió que se producía “una ligera ganancia de agua para el cuerpo, porque el agua extra perdida en la orina es menor que el agua extra ingerida como agua de mar”.

Cuando bebemos agua salada, aumenta la salinidad de nuestra sangre y el exceso debe ser expulsado. Crédito: Pexels

Aunque el propio Laddell añadía una nota advirtiendo de que el comité que había encargado el estudio para ayudar a los náufragos en combate no recomendaba beber agua de mar, lo cierto es que la tesis de Bombard no ha sido definitivamente refutada. En 1987, un estudio con ratas concluía que “cuando un hombre se pierde en el mar, no es aconsejable beber toda el agua dulce y después verse obligado a beber agua de mar cuando está deshidratado”. En su lugar los investigadores, de la Universidad Ben-Gurion de Israel, recomendaban “aumentar lentamente la dosis de agua salada” cuando el náufrago aún está bien hidratado.

Documentos actuales como el Manual de Supervivencia del Ejército de EEUU FM 3-05.70 (FM 21-76) aconsejan claramente no beber agua de mar ni orina en caso de naufragio. Sin embargo, el manual sí valida otras ideas puestas en práctica por Bombard, como reducir el alimento a lo imprescindible, ya que la digestión consume agua del organismo. También recomienda aprovechar el jugo de los peces, en concreto el fluido del ojo y el que rodea la espina, ya que estos líquidos son menos salinos que el agua de mar. Para reducir la sudoración, el manual aconseja protegerse del sol y humedecer y escurrir la ropa.

A pesar de que hoy en ninguna embarcación suele faltar un sistema de desalinización o evaporación de agua, el legado de Bombard continúa socorriendo a los náufragos, al menos en un aspecto independiente del eterno debate sobre la ingesta de agua salada: según decía el navegante francés Gérard d’Aboville en el obituario de Bombard publicado en el diario Libération el 20 de julio de 2005, el Doctor Loco “comprendió que es en primer lugar la esperanza lo que hace sobrevivir a un superviviente, y lo demostró”.

Javier Yanes

@yanes68

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