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27 junio 2018

Amy Johnson, la pionera de la aviación británica

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Nada parecía indicar que la joven Amy Johnson, tras licenciarse en Económicas por la Universidad de Sheffield (Reino Unido) y trabajar con un rutinario horario de oficina, fuera a encontrar su vocación a miles de metros de altura. Algo debió de sentir en su primer vuelo como pasajera en 1926 que le hizo cambiar de rumbo por completo y convertirse en una de las pioneras de la aviación. A los mandos de su avión realizó una hazaña en solitario mayor incluso que la de Amelia Earhart. Y como ella, también murió surcando los aires por causas que aún se desconocen.

Con solo veintiséis años, Amy Johnson (1 de julio de 1903, East Yorkshire – 5 de enero de 1941, estuario del Támesis) se convirtió en la primera mujer en volar sola de Gran Bretaña a Australia. Esta fue la primera de sus hazañas en un mundo como el de la aviación, dominado por los hombres, que la convirtió en un icono mediático.

Amy Johnson en su Black Hawk Moth saliendo de Australia para Newcastle, el 14 de junio de 1930. Fuente: Wikimedia

Su idilio con el aire fue un amor a primera vista. En una carta a un novio de entonces, la joven describió así su primera experiencia en avión: “Mollie y yo subimos en aeroplano. Las dos lo disfrutamos, pero me habría gustado haber hecho algunas acrobacias”. Y mientras trabajaba como secretaria en Londres se apuntó al London Airplane Club para recibir clases de aviación, lo que cambiaría su vida.

Tras conseguir la licencia de piloto, decidió dejar su trabajo de secretaria para dedicarse a tiempo completo a ser mecánica en el aeródromo Stag Lane y así prepararse para el examen de ingeniero de tierra. En 1929 hizo historia al ser la primera mujer en superar esta prueba y recibir la licencia del Ministerio del Aire.

Los medios se hicieron eco de este hito y también de su deseo de batir el récord de vuelo en solitario de Gran Bretaña a Australia, que entonces poseía el australiano Bert Hinkler. El 5 de mayo de 1930 se lanzó a la aventura con un avión biplaza y, aunque no consiguió batir el récord, se convirtió en la primera mujer en recorrer esa distancia (alrededor de 18.000 kilómetros) volando sola.

Amy Johnson aclamada por el público en Sídney en 1930. Crédito: Sam Hood – State Library of New South Wales.

No tenía conexión por radio ni datos meteorológicos fiables y sus mapas eran muy básicos. Además, para poder llegar a los puntos de repostaje de combustible, voló con la cabina abierta unas ocho horas al día y tuvo que lidiar incluso con alguna tormenta de arena en el desierto. Tardó casi veinte días en llegar, mientras que Hinkler lo hizo en dieciséis.

Una vida de récord

La hazaña le valió numerosos reconocimientos, entre ellos la Orden del Imperio Británico, y marcó el inicio de una larga lista de hitos: el récord de velocidad en la ruta Londres-Tokio, otro récord en solitario en un vuelo de Inglaterra a Ciudad del Cabo o ser la primera persona en volar sola de Londres a Moscú en un día.

Amy Johnson y su marido, Jim Mollison. Crédito: British government

Dentro de esta vida de velocidad y altos vuelos, en 1932 su noviazgo exprés con el también piloto Jim Mollison, con el que se casó a los pocos días de conocerlo, hizo las delicias de los periodistas de sociedad.

La pareja batió un récord entre Reino Unido y Estados Unidos que a punto estuvo de costarles la vida porque, a solo unos 90 kilómetros de su destino, el avión se quedó sin combustible y ambos terminaron hospitalizados tras el aterrizaje forzoso. Años después la pareja se separó y ella siguió con su carrera en solitario. Pero más allá de sus gestas, lo que la piloto ansiaba era tener una vida normal llevando aviones comerciales.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial le dio la oportunidad de trabajar como piloto en el Air Transport Auxiliary, transportando maquinaria y soldados. Y ese sería su último logro. El 5 de enero de 1941, el avión que pilotaba se estrelló en el estuario del Támesis. Parece que el mal tiempo dificultó las maniobras, pero su muerte está rodeada de misterio, pues nunca se encontró el cadáver.

Tres teorías sobre su muerte

Hasta el momento se barajan tres posibles causas de su muerte y ninguna está confirmada. La primera sostiene que los tripulantes de un barco de la Royal Navy, el HMS Haslemere, la vieron descender en paracaídas y caer viva al agua. El comandante se tiró a por ella pero no la encontró y murió a los pocos días en el hospital como consecuencia de las gélidas aguas.

Una foto de Amy Johnson con su avión Jason. Fuente: Wikimedia

La segunda versión es la del historiador Alec Gill, quien apunta a que el cuerpo de Amy Johnson podría haber ido a parar entre las hélices de ese mismo barco y por eso nunca se llegó a encontrar. En declaraciones a The Daily Telegraph Gill afirmó: “La Royal Navy no quería admitir ante una nación en medio de la guerra que había matado a Amy Johnson, la famosa piloto”.

Y la tercera explicación es que su avión se desplomara por los proyectiles de fuego amigo. Un fallo de comunicación entre la piloto y los artilleros que estaban apostados en el estuario del Támesis vigilando el cielo pudo provocar que estos dispararan al aparato pensando que era de tropas enemigas. Nada ha sido confirmado, lo que aumenta el misterio en torno a esta leyenda de la aviación.

Laura Chaparro

@laura_chaparro

 

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