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31 julio 2022

Las estrellas y constelaciones más espectaculares del cielo de verano

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En el cielo de las noches de verano tenemos un claro protagonista, pero no es ni una constelación, ni un planeta, ni siquiera otro tipo de objeto astronómico. Es un simple triángulo formado por tres estrellas. Teniendo en cuenta que cualquier grupo de tres estrellas forman un triángulo y a simple vista podemos contemplar unas 3.000 estrellas, en el cielo podríamos identificar miles de millones de triángulos… ¿Por qué este, en particular, es tan famoso?

Para descubrir la importancia de ese triángulo, iniciamos un apasionante recorrido por el cielo veraniego, que nos descubrirá sus constelaciones más espectaculares. Un camino asequible para los principiantes —que les llevará mucho más allá de identificar la Osa Mayor y ubicar la estrella polar— y que terminará abriéndoles las puertas del cielo profundo, sin necesidad de aprender a manejar un telescopio: basta con tener a mano unos simples prismáticos.

Pero volvamos al gran triángulo que marca el inicio de esa ruta astronómica. Lo primero que llama la atención es el brillo de las estrellas que forman sus vértices, son tres de las estrellas más brillantes que se pueden ver en cielo: Vega, Deneb y Altair, cada una la más luminosa su constelación (la Lira, el Cisne y el Águila respectivamente).

No sólo son estrellas bonitas. Vega es una estrella de referencia —nunca mejor dicho— en astrofísica. Su brillo es considerado 0, el punto de partida de donde medir el brillo de todas las estrellas. Y también ha sido una estrella cinematográfica, ya que es de Vega desde donde llega el mensaje alienígena de la película Contact.

Además es la forma del triángulo lo que lo hace fácilmente reconocible: es casi equilátero, (con lados y ángulos iguales), quizás tirando un poco a isósceles, tipo porción de pizza. Si fuese un triángulo rectángulo o escaleno (con todos los lados diferentes) sería menos fácil de identificar y muy probablemente menos famoso. Su tamaño es poco menos que el que puede abarcar el campo de visión, lo que termina de hacerlo más espectacular en el cielo.  Y por último, esta figura se ve en el verano del Hemisferio Norte desde el comienzo de la noche sobre el horizonte este, hasta el amanecer sobre el oeste, los que le otorga el oportunista nombre de “el gran Triángulo de Verano”.

El gran triángulo, sobre el horizonte nocturno de julio. Crédito: Óscar Blanco

Los tres vértices de este colosal triángulo se identifican claramente sobre un fondo de estrellas más débiles. Pero si nos fijamos con más detalle hay mucho más que descubrir, entre Deneb y Altair están dos de las constelaciones más huidizas, pero también más hermosas: el Delfín y la Flecha, que son pequeñas pero con una forma tan curiosa que merece la pena el esfuerzo de intentar identificarlas.

Para los observadores con unos prismáticos o pequeño telescopio entre Vega y Altair encontramos la curiosa agrupación de estrellas llamada “la percha”. Aunque no es una constelación ni un objeto celeste, si es muy conocida por astrónomos aficionados de todo el mundo.

Constelaciones espectaculares, pero un poco escondidas

Más difíciles de ver, pero quizás más espectaculares, se pueden observar las constelaciones de Sagitario y Escorpio justo por encima del horizonte sur. Se ven tan bajas que un árbol o un edificio las taparía, impidiendo su visión; por eso necesitamos un cielo limpio de objetos en su horizonte.

La forma de Sagitario (figura mitológica de un ser mitad hombre, mitad caballo) llama también la atención, aunque no sea una silueta equina, sino algo más parecido a una tetera —con su asa y su pitorro, por el que hasta parece salir vapor (que sería la banda lechosa de la vía láctea). Si se pusieran los nombres en la actualidad a las constelaciones, sin duda estaríamos hablando de la tetera.

A su lado está la constelación de Escorpio —su estrella más brillante, Antares, destaca por su brillo: no en vano es una gigante roja, uno de los tipos de estrellas más grandes (su masa es unas 12 veces mayor que la del Sol). Situada en el corazón del escorpión, a simple vista puede observarse su tono rojizo similar al de Marte (y de hecho, de ahí viene su nombre). Lo que no puede verse sin un telescopio es que Antares en realidad no es una estrella, sino dos: la gigante roja forma un sistema binario con una estrella blanco-azulada muchísimo más pequeña y menos brillante.

Sagitario y Escorpio, en el centro del cielo visto desde Chile. Crédito: Óscar Blanco

Para quien tenga a mano unos prismáticos, esta zona es el lugar ideal para darse un paseo por el cielo más profundo. En un primer vistazo, no hace falta ninguna guía, simplemente buscando por la zona es fácil encontrar nebulosas y cúmulos de estrellas. Entre ellas destacan las nebulosas de Trifida y la Laguna, o el cúmulo M11 (también llamado “de los patos salvajes”) cerca de la constelación de Sagitario. Además, con esos simples prismáticos, junto al planeta Júpiter se pueden ver sus cuatro lunas más grandes: Io, Calisto, Ganímedes y Europa.

Mientras tanto, en el hemisferio sur…

Los observadores de zonas ecuatoriales disfrutarán del espectáculo de estas dos constelaciones mucho mejor que los habitantes del hemisferio norte, ya que esta zona del cielo se sitúa al principio de la noche alta, cerca del centro de la bóveda celeste. Una excusa ideal para tumbarse a disfrutarlas con una tumbona o con una manta.

Y en latitudes por debajo del ecuador, los aficionados a las estrellas también podrán ver el triángulo más famoso del cielo, pero mirando hacia la zona contraria (norte) y tendrán que llamarlo el gran Triángulo de Invierno, ya que entre hemisferios las estaciones son inversas. En el hemisferio sur, la única diferencia apreciable con respecto a los observadores del norte, es que el triángulo está del derecho, en lugar de volteado. Y es que durante estas semanas puede tocarnos disfrutar del verano o resguardarnos del invierno… pero, en cualquier caso, el gran triángulo es una excusa magnífica para salir un rato a disfrutar del cielo.

Borja Tosar

@borjatosar

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