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05 enero 2023

La nueva carrera hacia la reconquista de la Luna

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El 25 de mayo de 1961, el entonces presidente estadounidense John F. Kennedy comunicó al Congreso el objetivo de pisar la Luna antes del fin de aquella década. Más de medio siglo después, el 26 de marzo de 2019, el entonces vicepresidente Mike Pence anunció la determinación de repetir aquella gesta en solo cinco años, en 2024. Pence no rehuyó los paralelismos; de hecho, él mismo evocó a Kennedy y subrayó que también entonces se dijo que no podía hacerse. Pero ¿se puede? ¿Se quiere? Aunque el objetivo de 2024 ya es inalcanzable, 50 años después de la última misión tripulada a la Luna ya estamos inmersos en una nueva carrera global hacia su reconquista, aunque por el momento las incógnitas son demasiadas.

Claro que también lo eran en los años 60. Dado que la meta marcada por Kennedy se alcanzó, quizá aquel éxito ha diluido la magnitud del reto que supuso. Pero como detalla Charles Fishman en su libro One Giant Leap: The Impossible Mission That Flew Us to the Moon (Simon & Schuster, 2019), la primera sorprendida entonces fue la propia NASA: EEUU contaba con un total de 15 minutos de experiencia en vuelos espaciales y no disponía aún de ninguna de las tecnologías necesarias para llevar humanos a la Luna. 

Hace 50 años que Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaron la Luna por primera vez. Crédito: NASA

Con el fin de aquella carrera espacial, el drástico recorte a los presupuestos de la NASA y un claro cambio de enfoque, la exploración del espacio se centró en el uso de sondas robóticas dirigidas sobre todo a otros destinos del Sistema Solar, limitándose la presencia humana a la baja órbita terrestre. La superficie lunar ni siquiera continuó siendo un objetivo prioritario para la NASA: desde el Apolo 17 en 1972, ningún artefacto estadounidense se ha posado allí (únicamente la misión LCROSS impactó en la superficie en 2009 para testar el agua lunar). Por su parte, la URSS y posteriormente Rusia tampoco han tenido presencia en el suelo lunar desde la misión Luna 24 en 1976.

El objetivo soñado de nuevas potencias espaciales

Todo ello no implica que nuestro viejo satélite cayera en el olvido: la Luna se convirtió en el objetivo soñado para las potencias espaciales emergentes. China ha conquistado la superficie lunar con sus misiones Chang’e 3, 4 y 5. India falló con su primer intento, Chandrayaan 2, lo mismo que la israelí Beresheet, que en 2019 encontró un duro final al estrellarse contra el suelo selenita. Pero en 2023 la india Chandrayaan 3 y el rover Rashid de Emiratos Árabes Unidos intentarán posarse en la superficie lunar; este último lo hará a bordo del alunizador japonés HAKUTO-R de la compañía ispace, que lleva también el rover japonés SORA-Q y que se convertirá en el primer artefacto de una empresa privada sobre la Luna. 

Esta irrupción de las compañías privadas es una muestra de una potente tendencia en alza: las compañías del llamado New Space, los nuevos operadores espaciales privados como SpaceX de Elon Musk o Blue Origin de Jeff Bezos, entre otros. En 2019 Bezos presentó la Blue Moon, un proyecto de nave robótica con la que el fundador de Amazon pretende transportar carga a la Luna. Por su parte, el cohete-nave Starship de Musk, el mayor jamás construido, tiene ambiciosos objetivos para 2023: su primer vuelo orbital y un alunizaje no tripulado, pero también un viaje privado alrededor de la Luna con pasajeros civiles. Esta última es una misión que cuesta ver materializada en 2023. Pero no cabe duda de que SpaceX está óptimamente posicionada para la reconquista lunar.

Jeff Bezos, el fundador de Amazon, pretende enviar carga a la Luna con la nave Blue Moon. Crédito: Blue Origin

Mientras, las apuestas de otras potencias han ido creciendo. China alberga la intención de lanzar misiones tripuladas antes de 2030, mientras que la Agencia Europea del Espacio (ESA) avanzó un concepto de una aldea lunar construida por robots, aunque el enfoque europeo es colaborar en este empeño con otros socios. Numerosas compañías y agencias espaciales han vuelto sus ojos hacia la Luna, y Rusia ha resucitado su programa lunar con el lanzamiento, previsto para 2023, del alunizador robótico Luna 25.

La NASA no podía quedarse atrás en este nuevo frenesí lunar. En 2017 el entonces presidente Donald Trump instó a la agencia a regresar a la Luna, a lo que la NASA respondió fijando un objetivo para 2028. Pero como ya sucedió en 1961, también en este caso la NASA fue la primera sorprendida cuando la administración Trump decidió recortar la fecha límite a 2024, en previsión de que el presidente fuera reelegido.

La primera mujer en la Luna

Este nuevo objetivo se ha concretado en el programa Artemisa, nombrado en honor a la hermana melliza de Apolo y que aspira a llevar a la primera persona no blanca y a la primera mujer a la Luna. El proyecto comprende la construcción de la Gateway, una estación orbital lunar de cooperación internacional que actuaría como intercambiador de transportes, además de los nuevos cohetes Space Launch System (SLS), fabricados en colaboración con la compañía Boeing, y la nueva nave de la NASA Orión, construida por Lockheed Martin y en la que la ESA participa con el módulo de servicio que suministra energía y propulsión. 

El módulo de tripulación de Orión. Crédito: Rad Sinyak, NASA

La primera misión no tripulada, Artemisa 1, despegó el 1 de noviembre de 2022 y regresó el 11 de diciembre después de orbitar la Luna durante seis días, convirtiéndose en la nave tripulable que ha viajado a mayor distancia de la Tierra. Pero el objetivo del primer alunizaje tripulado en 2024 ya está descartado: ese año una tripulación repetirá el viaje de su predecesora en la Artemisa 2, y para el primer alunizaje de la Artemisa 3 deberemos esperar a 2025 o 2026.   

Todos ellos son objetivos ambiciosos, aunque para algunos llegan demasiado tarde: “2024 no es muy pronto, sino muy tarde. Ya lo hicimos hace 50 años”, contaba a OpenMind el autor de ciencia ficción B. V. Larson, científico computacional y antiguo consultor de DARPA, la agencia de investigación tecnológica del Pentágono. Pero la NASA cuenta hoy con algo que no tenía en 1961, el trabajo ya adelantado por los operadores privados. En esta situación e incluso con la competencia de China, “el gobierno de EEUU tiene una clara ventaja, si quiere hacerlo”, dice Larson. Pero ese querer pasa por la aprobación de los fondos necesarios, algo que solo está garantizado para las tres primeras misiones a la Luna.

Una estación de repostaje para ir a Marte

Otras dos grandes diferencias separan la actual carrera lunar de la de hace medio siglo. Hoy la idea ya no es una mera excursión, sino una colonia permanente que a su vez serviría para emprender viaje hacia Marte. Y la razón principal para este propósito es la tercera diferencia: la explotación de los recursos lunares. Aunque se ha debatido intensamente la posible extracción de helio-3, un candidato a combustible de fusión nuclear que abunda en la Luna, un objetivo más realista es el hielo del polo sur, donde Artemisa pretende alunizar.

La Agencia Europea del Espacio (ESA) avanzó un concepto de una aldea lunar. Crédito: ESA

“El hielo puede producir agua, oxígeno y combustible para cohetes”, dice Larson. “Dado que la gravedad lunar y la velocidad de escape son mucho menores que en la Tierra, la Luna sería una perfecta estación de repostaje para explorar y explotar el resto del Sistema Solar”. Larson apunta que el 96% del peso en las misiones Apolo estaba dedicado a los tanques y el combustible necesarios para escapar de la gravedad terrestre.

“Necesitamos un claro incentivo económico para ir seriamente al espacio”, dice Larson. “Si no se crea una cadena económica, la exploración espacial no será más significativa que las actuales instalaciones de investigación en la Antártida”. Pero lo cierto es que la minería extraterrestre aún es solo una idea sobre el papel. Y para el también autor de ciencia ficción, astrofísico y asesor de la NASA David Brin, toda la idea de los ricos recursos lunares puede ser poco más que una ilusión, e incluso el hielo debería reservarse para futuros colonos y no gastarlo en producir combustible. Allí, dice, “no hay nada más, excepto… turismo”.

Javier Yanes

@yanes68

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