2022 ha sido un año con hitos clave para que los xenotrasplantes pasen de ser una eterna promesa a una esperanzadora realidad. Tras el primer trasplante con éxito de un corazón de cerdo a un humano, en fase terminal de una enfermedad cardíaca, todavía es necesario superar las últimas barreras: evitar que virus endógenos u otras enfermedades porcinas puedan afectar a los humanos trasplantados y garantizar que el órgano no experimenta rechazo a medio y largo plazo. Y para lograrlo será imprescindible realizar ensayos clínicos con pacientes.
Según la OMS a mediados de la década pasada se efectuaban más de 114.000 trasplantes de órganos en el mundo anualmente, lo que supone una vida extra para menos del 10% de los pacientes que lo requieren. La alternativa que se presenta como más viable para cubrir la brecha entre órganos disponibles y pacientes en lista de espera son los xenotrasplantes (trasplantes a humanos de órganos animales). Y más concretamente los de cerdos, animales que son anatómica y fisiológicamente similares a nosotros, sometidos a un estricto control veterinario y modificables genéticamente para inhibir el rechazo inmunológico del receptor. Sería la culminación de esta carrera científica que empezó en el siglo XVII:
Miguel Barral
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