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02 octubre 2019

Paisajes extraterrestres que esconde la Tierra

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Desde que hace más de 40 años las sondas Voyager nos enviaron las primeras imágenes en detalle de paisajes del sistema solar, poco a poco hemos descubierto la fascinante apariencia y composición de nuestros planetas vecinos. Las fotografías que nos llegan desde el exterior muestran lugares inhóspitos e insólitos, pero tan atractivos, que incluso han inspirado una campaña publicitaria ficticia de turismo espacial lanzada por el Jet Propulsion Laboratory de la NASA.

Mientras esperamos pacientes a que los viajes interplanetarios sean una realidad, rebuscamos paisajes en los confines de la Tierra que bien podrían estar en esos mundos extraterrestres, y que han sido usados como “análogos planetarios” para adiestrar astronautas, preparar sondas y robots o hacer investigaciones para futuras misiones espaciales.

1. Región de Askja en Islandia

Una gigantesca erupción, el 29 de marzo de 1875, dio lugar a la actual caldera del volcán Askja, en Islandia. La fuerza de aquella explosión envió material volcánico hasta Noruega, Suecia, Alemania y Polonia, a más de 2.500 kilómetros de distancia. No era la primera vez que este volcán despertaba. Desde hace 10.000 años, Askja ha erupcionado de forma impredecible generando inmensos campos de lava y cráteres, un desolado paisaje que recuerda al lunar. Tanto, que en la década de 1960, la NASA consideró que las rocas basálticas y la geología volcánica de la región eran el panorama más parecido a la Luna que podían encontrar en la Tierra.

La NASA escogió Askjia para que los astronautas de la misión Apollo realizasen ejercicios de entrenamiento. Crédito: David Cota

La NASA escogió esta zona para que los astronautas de la exitosa misión Apollo realizasen ejercicios de entrenamiento para su aterrizaje en la Luna. Hasta allí viajaron en 1967 Neil Armstrong y Buzz Aldrin, las primeras personas en pisar nuestro satélite, para practicar procedimientos que tendrían que realizar en el espacio exterior, como la recogida de muestras geológicas. Este verano, la NASA ha vuelto a Askja, pero en esta ocasión para probar un vehículo Mars rover que esperan enviar a Marte en la primavera de 2020.

2. Valles secos de McMurdo en la Antártida

Según el catálogo de analogías planetarias de la ESA, los valles secos de McMurdo son el lugar en la Tierra más similar a las características pasadas y presentes de Marte, por su peculiar combinación de terrenos, que representan la zona más grande de la Antártida desprovista de hielo. Aunque no muestran el típico color del planeta rojo, los valles secos sí exhiben otras similitudes que incluyen desiertos fríos y secos; cuñas y calzadas de hielo; y glaciares como los observados en Arsia Mons, volcán de 435 kilómetros de diámetro situado cerca del ecuador marciano.

Los valles secos de McMurdo son el lugar en la Tierra más similar a Marte, según la ESA. Crédito: sandwichgirl

Con uno de los climas más extremos del planeta —los valles secos de MacMurdo esconden el desierto más frío de la Tierra—, la NASA busca allí algún tipo de vida microscópica que también podría soportar las duras condiciones marcianas, para obtener pistas de qué buscar en futuras expediciones a Marte. Además, la NASA se ha valido de las duras condiciones de este lugar de la Antártida para testear cómo se comportaría un prototipo de hábitat inflable, que podría servir de hogar a una colonia de astronautas en la Luna.

3. Volcán Kilauea en Hawaii

Las características coladas de basalto del volcán Kilauea, en Hawaii, recuerdan al paisaje de Venus. El planeta del sistema solar de mayor temperatura —de media, por encima de los de 400ºC— tiene una superficie compuesta en un 90% por basalto, que está plagada de rocas magmáticas y llanuras de lava. En Venus no hay placas tectónicas ni agua, por lo que todos sus volcanes son de tipo escudo, como el Kilauea. Estos cráteres se caracterizan por exhibir grandes dimensiones y estar formados por capas sucesivas de un basalto especialmente fluido, que emerge en erupciones recurrentes que pueden durar millones de años.

El estudio del volcán Kilauea permite comprender la intensa actividad que debió soportar Venus, el planeta del sistema solar con más volcanes. Crédito: G.E. Ulrich, USGS

Los volcanes en escudo reciben este nombre porque su forma recuerda a la protección típica que porta un guerrero. El Kilauea estuvo expulsando lava a más de 1200ºC desde 1983 a 2018 de forma continua. Su estudio ayuda a los científicos a entender mejor cómo funcionan los volcanes de otros planetas. Especialmente permite comprender la intensa actividad que debió soportar Venus, el planeta del sistema solar con más volcanes, y de la que apenas queda rastro en la actualidad.

4. Desierto de Namib en África

El sur del continente africano encierra el desierto de Namib, con una extensión de más de 2.000 kilómetros a lo largo de las costas atlánticas de Namibia, Angola y Sudáfrica. Su arena, grava y tierra ofrecen una buena analogía planetaria tanto para la Luna como para Marte. Las dunas de Namib, con 300 metros de altura, 32 kilómetros de largo y un color anarajando, son las más parecidas a las marcianas que podemos encontrar en la Tierra. Analizar su formación y movimiento puede ayudar a entender la evolución de las de nuestro planeta vecino.

La arena, grava y tierra del desierto de Namib ofrecen una buena analogía planetaria tanto para la Luna como para Marte. Crédito: Maja67

El desierto de Namib carece de agua en su superficie, pero alberga ríos que discurren subterráneos aunque están secos la mayor parte del año. Unas condiciones muy similares a las propuestas por la NASA para un Marte primitivo. Estudiar si hay presencia de vida en estas condiciones puede permitir reconocerla con más facilidad fuera de nuestro planeta.

5. El lago Pavilion en Canadá

El lago Pavilion, cerca de Vancouver, en Canadá, contiene los más diversos microbialitos, un tipo de bio construcciones fósiles que constituyen el indicio más antiguo de vida en la Tierra. El estudio de esta especie de arrecifes bacterianos puede revelar con detalle la apariencia que tuvieron las primeras formas de vida terrestres, para intentar encontrarlas en el futuro en otros lugares del sistema solar, como los océanos ocultos en algunas de las lunas de Júpiter.

Los microbialitos son un tipo de bio construcciones fósiles que constituyen el indicio más antiguo de vida en la Tierra. Crédito: Donnie Reid, NASA

La NASA también estudia las cianobacterias, que serían las descendientes de los microbialitos, que habitan el paisaje extraterrestre de este lago, formado por montículos irregulares verdes y grises del tamaño de mesas, unos en cúmulos y otros solitarios. Las cianobacterias —al igual que las plantas, aunque no lo son— se nutren de la luz del sol y se desarrollan en aguas poco profundas.

Bibiana García Visos

@dabelbi

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