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17 noviembre 2020

La extraña herida de bala que cambió la historia de la medicina

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Aunque los médicos del siglo XIX tenían un buen conocimiento de la anatomía humana a partir de la disección de cadáveres, su incapacidad de ver el interior de los cuerpos vivos obstaculizaba su comprensión del funcionamiento de los órganos internos. La espantosa cirugía de esa época no era una opción para la observación y experimentación in vivo. Pero un accidente con herida de bala dejó a la vista una extraña secuela y, gracias a ello y a la aún más inédita relación de colaboración que se estableció entre el paciente (el aventurero canadiense Alexis St. Martin) y el médico (el cirujano estadounidense William Beaumont, nacido un 21 de noviembre), la comprensión del funcionamiento del cuerpo humano cambió para siempre. 

Los médicos que querían entender lo que pasaba “bajo el capó” se limitaban a mirar por la garganta, sentir con los dedos o escuchar atentamente con un estetoscopio. Pero eso cambiaría en el verano de 1822. El 6 de junio de ese año, en el puesto de comercio de pieles de la isla de Mackinac en el lago Huron en el territorio de Michigan, un mosquete sostenido por descuido se disparó accidentalmente, disparando a un joven y saludable voyageur y trampero canadiense-francés llamado Alexis St. Martin en el pecho a corta distancia. La herida era tan grave que nadie esperaba que sobreviviera, pero sin embargo fue atendido por el médico más cercano, William Beaumont, un cirujano del Ejército de los Estados Unidos destinado en el cercano Fort Mackinac. El médico escribió más tarde que “encontró una porción del pulmón del tamaño de un huevo de pavo que sobresalía por la herida externa, lacerada y quemada; e inmediatamente debajo de ésta, otra protuberancia, que […] resultó ser una porción del estómago […] vertiendo la comida de su desayuno por un orificio lo suficientemente grande para admitir el dedo índice”.

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William Beaumont. Fuente: Wellcome Collection gallery

Estos dos hombres, Beaumont y St. Martin, cirujano y paciente, difícilmente podrían haber sido más diferentes. Beaumont, descendiente de puritanos de Nueva Inglaterra, era un hombre ambicioso y capaz, eminentemente práctico, que buscaba posición y riqueza a través del trabajo duro y el ahorro. En cambio, St. Martín, nueve años menor que el médico, era un analfabeto católico francófono de los bosques de Quebec, flaco y fuerte, con gusto por el licor y una notoria reputación de comportamiento escandaloso.

Durante semanas después del accidente, el trampero se aferró tenazmente a la vida, luchando contra las infecciones y la fiebre alta. Todo lo que comía se le pasaba por el agujero de su estómago y se le mantenía vivo “por medio de nutritivos enemas” administrados por su atento cuidador. Pero contra todo pronóstico y para sorpresa de todos, el robusto joven logró sobrevivir y comenzar su lenta recuperación.

Un superviviente por sorpresa y una mente curiosa

Después de muchos meses de intentar sin éxito cerrar el orificio mediante la aplicación de presión, Beaumont quiso suturar los labios de la herida, pero St. Martín ya había soportado demasiadas operaciones dolorosas y se negó a someterse al procedimiento. Sin embargo, la herida se curó por sí misma, con el borde del orificio del estómago fusionándose con la abertura de la piel y el revestimiento del estómago formando una especie de válvula y “pareciéndose a un ano natural con un ligero prolapso”. Esta fístula gástrica permanente, como se conoce médicamente, impedía que la comida se escapara, pero cedía bajo la presión de un dedo, permitiendo el acceso directo al estómago. “Al presionar cuando el estómago está lleno, el contenido fluye abundantemente”, señaló Beaumont.

BBVA-OpenMind-Herida de bala-Beaumont_2-Retrato de Alexis St. Martin, a la edad de 81 años. Fuente: Wellcome Collection gallery
Retrato de Alexis St. Martin, a la edad de 81 años. Fuente: Wellcome Collection gallery

Habiendo perdido su empleo en la American Fur Company debido a su discapacidad, y ahora sin un duro, St. Martín estaba en grave peligro de ser enviado de vuelta a su Quebec natal, un viaje de 2.500 kilómetros en barco. Beaumont, temiendo que su paciente no sobreviviera al largo viaje, llevó al joven a su casa para cuidarlo. En la primavera de 1824, St. Martín había recuperado totalmente su salud, para entonces ya trabajaba como sirviente y manitas en la casa de Beaumont; y el cirujano estadounidense, que reconocía la oportunidad científica que el destino le había deparado, estaría libre por la tarde para realizar experimentos con su huésped, el dueño del único estómago de la tierra al que se podía acceder directamente desde el exterior.

Experimentar y observar sin prejuicios

Poco se sabía en ese momento sobre el funcionamiento del estómago humano y el sistema digestivo, y se debatió en la comunidad médica sobre el método por el cual el estómago digería los alimentos. Algunas teorías sugerían que el proceso de trituración o mecánico era dominante, mientras que otras argumentaban a favor de los procesos químicos, la fermentación, la putrefacción o la desintegración por calor. 

Al no tener ninguna teoría en particular para avanzar, Beaumont era libre de experimentar y observar. En un artículo publicado en The American Medical Recorder en 1825, escribió: “Este caso ofrece una excelente oportunidad de experimentar con los fluidos gástricos y el proceso de digestión. […] Uno podría introducir varias sustancias digeribles en el estómago, y examinarlas fácilmente durante todo el proceso de digestión.” 

Aunque el médico no era un investigador experimentado, era diligente, observador y mantenía apuntes meticulosos. Sus experimentos, sin duda desagradables y a veces humillantes para St. Martín, consistieron inicialmente en atar diferentes trozos de comida a una cuerda e insertarlos a través del agujero del estómago para medir las tasas de digestión. En experimentos posteriores, Beaumont abría el agujero y miraba dentro, observando el proceso digestivo en una amplia variedad de situaciones. Se lanzó a sus experimentos y llegó a probar los fluidos gástricos y la mucosa del estómago para tratar de determinar su contenido. También extrajo grandes cantidades de jugo gástrico para experimentar y envió muestras a Europa para su análisis.

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Seno y costado izquierdo, con la abertura llena con la válvula. Fuente: Galería de Wellcome Collection

Estos experimentos continuarían a trompicones mientras Beaumont era transferido de un estado fronterizo a otro antes de establecerse finalmente en St. Louis, Missouri. En una ocasión, St. Martin volvió a Canadá, donde volvió a entrar en el comercio de pieles, se casó y tuvo hijos, pero su situación de pobreza junto con las incesantes súplicas de Beaumont lo convencieron de volver a EE.UU., viajando más de 2.000 millas con su creciente familia a su lado, para someterse a más experimentos intrusivos del doctor a cambio de un sueldo. 

Con el paso del tiempo, St. Martín se cansó de ser un conejillo de indias y exigió más dinero. En 1832, con el fin de aportar cierta seguridad jurídica a la situación, Beaumont hizo que St. Martín (que no sabía leer) firmara un contrato en el que se comprometía a “someterse […] a los experimentos fisiológicos o médicos que el mencionado William dirigirá o hará realizar sobre o en su estómago, el mencionado Alexis […] y obedecerá […] a la exhibición y exposición de su mencionado estómago”.

La digestión es principalmente un proceso químico 

Finalmente, después de más de 200 experimentos llevados a cabo durante ocho años, esta extraña colaboración llegó a su fin, y en 1833 los dos hombres se separaron para siempre. St. Martín y su familia regresaron a Quebec y a una existencia de pobreza, mientras que Beaumont publicó su relato de los experimentos, Experiments and Observations on the Gastric Juice, and the Physiology of Digestion, obra que le aportó el reconocimiento y el prestigio que buscaba.

Beaumont sacó muchas conclusiones sobre el proceso digestivo a partir de sus experimentos, la principal de las cuales fue que la digestión es principalmente un proceso químico, asistido por contracciones musculares, poniendo así fin al debate médico. Descubrió que el jugo gástrico contenía ácido muriático (clorhídrico) y otras enzimas y que era secretado por el revestimiento del estómago en presencia de alimentos. Descubrió que la carne o los alimentos con almidón se digerían más rápidamente que las verduras y señaló la importancia de la fibra en la dieta. El amor de St. Martín por la comida y la bebida mostró que el alcohol, así como comer en exceso, eran causas de irritación gástrica. 

El “Padre de la Fisiología Gástrica” construyó su reputación en su habilidad de acceder al estómago singular del trampero canadiense y hasta el final de su vida persiguió a St. Martín para que se mudara a St. Louis, Missouri, para continuar los experimentos. Sin embargo, el comerciante de pieles nunca regresó. St. Martin finalmente tuvo seis hijos y murió a la edad de 86 años en 1880, sobreviviendo a Beaumont, quien expiró en 1853 a la edad de 67 años después de resbalar en unos escalones cubiertos de hielo.

Neil Larsen

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