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18 mayo 2017

Bertrand Russell, el matemático que ganó el Nobel de Literatura

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Bertrand Russell (18 de mayo de 1872 — 2 de febrero de 1970) podría ser solo un matemático brillante que ganó un Nobel. Pero es también un filósofo que, por sus escritos, consiguió el galardón en la categoría de Literatura. El activista que defendió los derechos de las mujeres y el que perdió trabajos por apoyar la libertad sexual a principios del siglo XX. Es un pacifista al cual rechazar la I Guerra Mundial llevó a la cárcel. El que se opuso a Hitler, al estalinismo, a la invasión estadounidense de Vietnam, a las bombas nucleares y a la segregación racial. El que hizo de la paz, su lucha. Es el que tres meses antes de su muerte, con 97 años, apeló al secretario general de Naciones Unidas para que apoyara una comisión contra los crímenes de guerra cometidos por los americanos en el país asiático. Por todas sus colaboraciones, Russell es definido como uno de los filósofos más importantes del siglo XX, pero fueron las matemáticas, según sus propias palabras, su principal interés y fuente de felicidad.

El matemático, filósofo y activista británico Bertrand Russell. Crédito: National Portrait Gallery

Para entender la prolífica carrera de Russell hay que viajar a su pasado. Perteneciente a una de las familias aristocráticas más prominentes de Gran Bretaña —su abuelo fue dos veces Primer Ministro con la reina Victoria—, se quedó huérfano a los tres años. La educación laica a la que le hubieran dirigido sus padres, radicales librepensadores, nada tuvo que ver con la que recibió de su abuela. El estricto y represivo control moral derivó en un niño tímido, retraído y solitario al que rescató la geometría. Según su propia autobiografía, su deseo de saber más sobre matemáticas fue lo que lo alejó del suicidio. “A los 11 años comencé Euclides, con mi hermano [siete años mayor] como tutor. Fue uno de los grandes acontecimientos de mi vida, como el primer amor. No había podido imaginar que hubiera nada tan delicioso en el mundo”, escribió.

En plena adolescencia, las lecturas en matemáticas avanzadas le llevaron a replantearse algunas de los dogmas claves de la religión cristiana. A los 18, ya rechazaba la vida después de la muerte y la existencia de Dios: se convirtió en agnóstico, uno de los rasgos que le definirían hasta el final de su vida. Con esa edad, Russell entró en el Trinity College de Cambridge para comenzar los estudios en matemáticas que complementó, años después, con los de filosofía. Aunque graduado con honores en ambas materias, reconoció posteriormente que aprendió poco de sus profesores universitarios; no así de sus compañeros, que le ayudaron a ser menos solemne y a adquirir sentido del humor.

El descubrimiento de la lógica matemática

Con la entrada del nuevo siglo se produjo un acontecimiento clave para su historia. Russell acudió a París al segundo congreso internacional de matemáticas, donde conoció a Giuseppe Peano, referente en la lógica simbólica. Fascinado por su ponencia, Russell devoró todas las publicaciones del italiano. “Durante años he tratado de analizar las nociones fundamentales de la matemática, como el orden y los números cardinales. De repente, en unas semanas, he descubierto lo que parecen ser las respuestas definitivas a los problemas que me habían desconcertado durante años. Y mientras descubría estas respuestas, he conocido una nueva técnica matemática, gracias a la cual, las regiones antes abandonadas a la vaguedad de los filósofos, han sido conquistadas por la precisión de las fórmulas exactas”, escribió.

Ese mismo año, Russell comenzó a redactar el ensayo Los principios de las matemáticas, llegando a escribir 200.000 palabras en solo tres meses. Su publicación en 1903, fue la antesala de la obra cumbre que el británico escribiría junto a Alfred N. Whitehead: Principia Mathematica. Estos tres volúmenes (publicados entre 1910 y 1913) conforman un sistema axiomático en el que se pueden basar todas las matemáticas y con el que los autores pretendían explicar cómo estas son, en un sentido importante, reducibles a la lógica. Eliminando así cualquier conexión que se pudiera creer que existía entre los números y el misticismo.

La misión de crear un mundo más feliz

Bertrand Russell, en el centro, lidera una marcha antinuclear en Londres en 1961, un año antes de morir. Crédito: Tony French

Durante el resto de su vida, Russell siguió escribiendo numerosos tratados filosóficos y sociales que le llevaron incluso a pasar seis meses en la cárcel en 1918 por su campaña antibélica —donde escribió a mano su Introducción a la filosofía matemática—. Este amplio recorrido fue una de las razones por las que la Academia Sueca decidió premiar a Russell en 1950 con el Nobel de Literatura: “En reconocimiento de sus variados y significativos escritos en los que ha luchado por los ideales humanitarios y la libertad de pensamiento”.

Al final de su autobiografía, Russell reflexiona sobre su vida y concluye que desde su juventud, toda su vida “seria” se ha debido a dos aspectos: “Quería, por un lado, descubrir si todo podía ser sabido; y, por otro lado, hacer todo lo posible para crear un mundo más feliz”. Los acontecimientos del siglo XX hicieron mella en su optimismo, pero no le derrotaron: “Puede que yo haya pensado que el camino hacia un mundo de seres humanos libres y felices era más corto de lo que, en realidad, ha resultado ser. Pero no me equivoqué al pensar que ese mundo era posible”.

Por Beatriz Guillén para Ventana al Conocimiento

@BeaGTorres

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