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01 agosto 2012

Avanzando hacia el cambio social: el papel de las experiencias vitales

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Una sociedad vale lo que valen los individuos y las organizaciones que lo forman. Los retos que se presentan en este siglo exigen que las sociedades cuenten con más y mejores ciudadanos. A la concepción de ciudadanía necesaria para afrontar los problemas económicos, ambientales y sociales de este siglo le han llamado, ciudadanía sostenible.

El grupo de investigación E-SOST ha abordado qué factores condicionan que los ciudadanos adopten esta dimensión ciudadana, especialmente en la esfera del mercado: cómo los consumidores introducen la sostenibilidad a la hora de satisfacer sus necesidades.

Mientras que los gobiernos persisten en creer en que es un problema de información y que si la opinión pública recibe suficiente información sobre los problemas actuará para resolverlos, los hallazgos de nuestro estudio muestran otra cosa: la información juega un papel importante, sí; pero más o igual de importante son las experiencias vitales por las que pasa el individuo y que le llevarán a tener una disposición ética en el mercado.

Estas experiencias van a hacer que el individuo adopte el proyecto vital de ser ciudadano en el mercado, de comportarse como un consumidor responsable. Ser responsable en el mercado supone realizar un amplio abanico de conductas, dirigidas a mejorar el bienestar social, ambiental o animal: desde la compra de productos con menor huella ecológica, hasta la adopción de dietas vegetarianas/veganas; desde la realización de hábitos de eficiencia energética hasta la reducción voluntaria del consumo; desde el ciberactivismo hasta la participación en comunidades de trueque o bancos de tiempo.

¿Cuáles son estas experiencias vitales? ¿Cómo y cuándo ocurren? Hemos identificado cinco etapas clave en la formación de este proyecto vital: sentando las bases o grounding, generación, planificación, acción y terminación. A continuación se exponen cada una de estas etapas identificando brevemente las experiencias vitales que en ella ocurren.

Grounding. Esta es la primera etapa en la formación del proyecto vital; abarca desde la niñez hasta la adolescencia. La principal experiencia vital es la familia: el estilo parental de los padres va a marcar el tipo de proyectos que sus hijos adoptan. Los padres tienen una influencia esencial en los valores y metas que el hijo se propone. Si los padres fomentan la consciencia ambiental y social, es más probable que los hijos adopten este proyecto vital.

Generación. Esta etapa suele darse al final de la niñez y principio de la adolescencia y extenderse (desde los 11 años aproximadamente hasta los 18). En esta fase, el individuo asume como propios los valores, creencias y metas que fueron propuestos por sus padres. Varias experiencias o sucesos jugarán un papel esencial. Por ejemplo, los entrevistados suelen haber tomado parte en grupos religiosos en la niñez, que fueron sustituidos en la adolescencia/juventud por grupos sociales (ONG, por ejemplo). Ser voluntario, ir a campamentos, colaborar con grupos son experiencias que van a reforzar las competencias del ciudadano sostenible. Gracias a estos grupos, los individuos reciben la información necesaria para aumentar su conciencia, pero también aprenden estrategias para actuar, lo que aumenta su eficacia percibida, y reciben el soporte emocional necesario para mantener la motivación. También a través de estos grupos o de sus familias pasan por otra experiencia vital significativa: las experiencias en la naturaleza. Pasar tiempo en contacto con la naturaleza y, en muchos casos, ver la destrucción de la misma, es reconocida por los consumidores como una razón para adoptar el proyecto de ser consumidor responsable. Igualmente, tener experiencias vicarias con la naturaleza/problemas sociales en cursos formales o informales (colegios, asociaciones, etc.) va a reforzar la conciencia y favorecer la adopción del proceso vital.

Planificación. En esta etapa el consumidor pasa a la acción. Para ello, lógicamente tiene que saber qué acciones puede realizar. Los grupos antes mencionados, más las redes de amigos y familiares jugarán un papel fundamental: si tus otros significativos son ciudadanos sostenibles es mucho más probable que tú también lo seas. Estos grupos empoderan cognitivamente al individuo: sugieren libros, revistas, documentales; dan consejos prácticos sobre esta o aquella marca, sobre tal o cual conducta, entre otros. Pero los grupos cumplen una función más importante, si cabe: actúan como modelos. La forma más eficaz de dar información es mostrando cómo realizar una conducta, no dar una lista de conductas a adoptar. Aprendemos por el ejemplo de otros. Ver cómo los demás gestionan y realizan su propio proyecto de ciudadanía sostenible es la manera más eficaz de fomentar las conductas sostenibles.

Otra experiencia significativa es la estancia en países con otras normas sociales. Las normas sociales son muy eficaces para impulsar el proyecto vital. Cuando se presenta una conducta como norma social, realizada por una mayoría de ciudadanos, es más probable que se adopte. Por eso, vivir en países donde ciertas conductas son norma social (reciclar, reducir el consumo de carne, usar transporte sostenible para trasladarse, comprar comercio justo) acelera la implantación del proyecto vital.

Mantenimiento o terminación del proyecto. Si hay algo que reconocían todos los entrevistados es que ser un ciudadano sostenible no es fácil: exige un esfuerzo extra. Para que un individuo mantenga el proyecto necesita mantener viva la motivación. Aquí los grupos sociales juegan un papel esencial, porque facilitan el empoderamiento emocional: hacen sentir parte de una comunidad amplia trabajando en este objetivo lo que ayuda a mantener la motivación para continuar con el proyecto vital. Los individuos cuyos grupos sociales no apoyan su proyecto vital tienen más dificultades para continuarlo. Es llamativo el caso de uno de los participantes en el estudio que una vez al mes se trasladaba 100 kilómetros para encontrarse con la otra persona que conocía que tenía un proyecto parecido. Estos encuentros fortalecían su motivación, porque le hacían sentirse parte de un grupo no visible más amplio, lo que aumentaba su eficacia percibida. Si el individuo no tiene apoyo de ninguno de sus grupos y/o se mueve entre grupos cuyas normas van en contra del proyecto de sostenibilidad, terminará abandonándolo.

Ortega y Gasset decía “yo soy yo y mis circunstancias”. Es fundamental crear las circunstancias adecuadas para que los ciudadanos se conviertan en ciudadanos sostenibles. Utilizar las plataformas y grupos adecuados para hacer germinar y fortalecer el proyecto vital es clave si queremos extender este proyecto entre la ciudadanía. Y queremos hacerlo. El futuro del planeta y de todos los que en él habitan está en juego.

Carmen Valor

Miembro del grupo de investigación E-SOST, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid (España)

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