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29 septiembre 2014

Autoconsumo energético: mito o realidad

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Llevamos ya algunos meses en que la expresión “autoconsumo energético” comienza a extenderse entre profesionales del sector eléctrico, empresarios con negocios de gran consumo de electricidad y usuarios domésticos en general. Los medios de comunicación técnicos están también ayudando a ese desarrollo gracias a multitud de artículos que enumeran las ventajas de dicho autoconsumo en términos de independencia energética, mejor previsión de costes y reducción de los gastos en energía.

 Las causas de la explosión encubierta que está experimentando esta tecnología pueden atribuirse a, por un lado, la penalización repentina que ha sufrido el desarrollo de las energías renovables y que ha motivado que miles de personas empleadas en ese campo hayan tenido que empujar la aparición de nuevas formas de ganarse la vida con lo que saben hacer, es decir, instalar paneles fotovoltaicos para generar energía para diversos perfiles de consumo y, por otro, a la prohibición expresa del almacenamiento energético en el famoso Real Decreto 1699/2011 que el gobierno publicó para intentar regular el sector y que ha servido de revulsivo para idear nuevas formas de escaparse a él y para enfrentar a las Comunidades Autónomas con el gobierno central en materia regulatoria en este tema.

Comienzan a aparecer algunas clasificaciones de sistemas de autoconsumo basadas en tecnologías, fuentes de generación de electricidad, con almacenamiento o no, etc., que pueden resumirse en dos grandes grupos denominados con el término anglosajón On-grid y Off-grid, es decir, conectado a red o aislado. Es evidente que para que una instalación aislada pueda funcionar, el autoconsumo es clave y nadie se plantea hacerlo sin almacenamiento energético. Donde surgen diferencias de planteamiento y criterios, y donde el R.D. está haciendo su labor paralizadora de desarrollo de la tecnología, es en las instalaciones conectadas a red.

Es lógico que los usuarios de electricidad quieran estar conectados a la red tradicional como garantía para poder disponer siempre de electricidad cuando se necesite. Y también es razonable pensar que dichos usuarios quieran recibir electricidad al menor coste posible, es decir, mediante su propia generación renovable. La cuestión surge cuando hablamos de qué porcentaje de la electricidad consumida debe provenir de la red y cuánto desde la autogeneración. Está claro que en esta disquisición, a las empresas energéticas y a los usuarios les está costando alcanzar un acuerdo o punto de equilibrio que, por otro lado, todo el mundo ve como inevitable en los próximos años.

Y comienzan a surgir los desórdenes del mercado. Desde una parte se idean nuevos términos como peaje de respaldo, tarifa plana de la electricidad, términos fijos de consumo, etc., y, desde la otra, se desarrollan nuevas formas de instalaciones de acuerdo a decretos y leyes ya obsoletas que provocan inseguridades técnicas y de seguridad que no llevan a ningún lado. Y ésta no es manera de poner en marcha un sector tan importante en nuestro país y en el mundo en general.

Yo soy partidario de usar el almacenamiento energético para el autoconsumo, tanto en instalaciones conectadas a red como en aisladas. Pienso que es simplemente una herramienta que permite a los usuarios y a los suministradores de electricidad una mayor eficiencia de operación ofreciendo, al mismo tiempo, una mayor calidad de la energía. Lo podemos mirar desde el punto de vista económico, medioambiental o de sostenibilidad, en general, pero realmente considero imprescindible un correcto desarrollo de soluciones de almacenamiento para una correcta implantación del autoconsumo en nuestros hogares y negocios.

Y esto se debe al tipo de perfil de consumo que tenemos en los hogares y en instalaciones mayores como fábricas, hoteles, centros comerciales, granjas, etc. No tenemos un consumo constante a lo largo de las 24 horas del día y tenemos que contar con dos factores en el cálculo del sistema: energía y potencia. Los sistemas de almacenamiento energético logran, fundamentalmente, obtener la mejor solución en eficiencia del sistema, siendo capaces de trasladar consumos de energía desde las horas de mayor demanda hacia horas de escasa utilización guardando energía cuando sobra y sacándola cuando hace falta, sin necesidad de incorporar grandes dispositivos de gran potencia que son tremendamente caros.

En términos de cantidad de energía, actualmente ya se habla en algunos países europeos de baterías desde 2-3 KWh hasta unos 10-12 KWh para autoconsumo en los hogares o consumo residencial, de valores en torno a 50-60 KWh para pequeño comercio y de hasta 500-1.000 KWh en edificios públicos, centro comerciales, etc. No se piden grandes potencias a las baterías en estas aplicaciones y normalmente se dimensionan para duraciones de entre  15 y 20 años.

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Figura 1. Tecnologías de almacenamiento energético actuales para autoconsumo doméstico y residencial: baterías de Plomo-ácido.

El autoconsumo energético, bien gestionado, es una herramienta muy potente para la sostenibilidad del planeta. Para su correcto desarrollo es necesario que se desarrolle la tecnología de almacenamiento energético o, dicho en otras palabras, para que la accesibilidad universal a la energía deje de ser un mito para convertirse en realidad.

Joaquín José Chacón Guadalix

Albufera Energy Storage

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