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31 octubre 2018

Astronomía de miedo para Halloween

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Hoy las calles se llenan de pequeños monstruos, hombres lobo, vampiros, y superhéroes de franquicia que campan a sus anchas. Es la noche de Halloween, una contracción de la expresión inglesa All Hallows Eve (que significa “víspera de todos los santos”). Su nombre actual esconde el verdadero origen de la celebración, que ya hace más de dos mil años tenía un significado tenebroso y fantasmagórico, y una estrecha relación con la astronomía.

Se cree que esta tradición llegó a Estados Unidos a través de los inmigrantes irlandeses que contaban historias como la de Jack O’Lantern (origen de las famosas calabazas iluminadas), y con el tiempo toda su mitología ha llegado a ser una fiesta global. Se basa en la celebración del año nuevo celta, fiesta conocida como Samhain, practicada entre los años 1.200 y 400 a.C. Entonces los celtas creían que en las noches cerca del 31 de octubre se abrían las puertas del más allá dejando pasar espíritus, fantasmas y demonios al lado de los vivos.

Foto de la “Nebulosa Maldita” tomada por el telescopio espacial Hubble. Crédito: NASA

Los celtas vivían en la Edad del Hierro —sin relojes ni calendarios—, cuando medir el paso del tiempo era un asunto astronómico. Seguían las estaciones con un sistema lunar que, en vez de contar días, contaba las lunas llenas durante el año. El tiempo de lunación (período entre dos lunas llenas) es de 29,5 días y el año celta tenía 12 lunas (meses) con nombres relacionados con las estaciones correspondientes: a nuestro enero lo llamaban Rivros (escarcha), mientras que agosto era Edrini (quemar o fuego).

Pero si contamos 12 lunaciones no tenemos un múltiplo de 365 días exactos, tenemos un año de 12 x 29,5 = 354 días, con lo que cada año los meses celtas se retrasarían 11 días con respecto las estaciones. En apenas 15 años, Rivros (escarcha) caería en verano, con lo que no tendría sentido ese nombre. Para evitar este desfase, los celtas introducían un mes adicional cada 2,5 años. Nuestro calendario actual, el gregoriano, sigue mejor las estaciones, pero aún así tiene que introducir un día adicional en febrero cada 4 años, con el mismo propósito.

En cualquier caso, el sistema de los celtas era lo suficientemente bueno para identificar con precisión cuándo era la noche de nuestro actual Halloween muchos siglos antes de la ayuda tecnológica, con algo tan simple como contar lunas llenas.

La “Nebulosa de la Tarántula” tiene forma de araña gigante. Crédito: Nicholas Jones

El último mes del año celta (Cantlos) coincidía con la luna llena más cercana al punto medio entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. Este punto es conocido como paso de cuartos y daba paso al primer mes del año siguiente (Samonios) a través de la fiesta de Samhain.

Los celtas vivían en Europa, en una latitud media del hemisferio norte, lo que implica que durante esta época del año los días menguaban rápidamente y las noches duraban cada vez más horas (igual que lo hacen ahora). Cada día que pasaba, la noche duraba 3 minutos más; y aunque puede parecer poco, significa que en 40 días el Sol salía una hora más tarde y se ponía una hora antes. En la actualidad, estos cambios no son vitales, pero en una sociedad agrícola sin luz eléctrica, sin duda eran importantes.

Cuando la noche crece más rápido

Ese rápido crecimiento de las horas nocturnas es un punto para explicar por qué los celtas eligieron esa fecha y su relación con la oscuridad y las tinieblas, despreciando otras efemérides astronómicas más fáciles de identificar como los solsticios o equinoccios. Puede que la coincidencia con la recogida de la cosecha y la llegada del frío añadieran peso a la elección, no en vano Samhain significa “fin del verano”.

Puede parecer una elección primitiva para situar el inicio del año, pero no lo es más que la de nuestro calendario actual. En la actualidad las fiestas de la Navidad dan paso al año nuevo y estas fiestas vienen de la fiesta astronómica pagana del solsticio de invierno, en el que se produce la noche más larga del año y el día más corto. Y es que la mayoría de las celebraciones tradicionales tienen algo de astronómico.

La “Nebulosa de la Bruja”, en la constelación de Eridanus, muestra el perfil de una tenebrosa bruja. Crédito: Donald Pelletier

Seguramente otros eventos que ocurren la noche de Samhain llamaron también la atención de los celtas. Durante esta noche el cúmulo estelar de las Pléyades (o M45) pasa por el punto más alto del cielo justo a media noche, es sin duda espectacular y fácilmente visible a simple vista como un pequeño grupo de estrellas en la constelación de Tauro.

La cara más tenebrosa del cielo

Con la llegada del frío aparecen también fenómenos meteorológicos muy vistosos. Uno de los más llamativos son los halos lunares, se producen cuando hay nubes del hielo en la capas altas de la atmósfera y refractan la luz lunar. Se pueden ver fácilmente como un anillo iridiscente espectacular alrededor de la Luna.

Lo más habitual es ver un solo un halo, el de 22 grados, pero algunas veces se pueden ver incluso dos concéntricos. Pero no es posible predecir cuándo va a aparecer uno, lo que los hacía aún más misteriosos para nuestros antepasados.

Imagen de la “Nebulosa de Cabeza de Fantasma”, tomada por el telescopio espacial Hubble. Crédito: NASA

Lo que no tenían los antiguos observadores era telescopio —hubo que esperar hasta la época de Galileo—, un instrumento que puede revelarnos muchos objetos de miedo en esta noche de Samhain:

    • Algunos parecen embrujados, como la “Nebulosa Maldita” o NGC 6826. Si después de localizarla con telescopio en la constelación del Cisne, observamos el borde exterior, veremos una estrella en el centro de la nube. Pero si miramos hacia el centro desaparece, como si de un ojo parpadeante se tratara.
    • Otros objetos como la “Nebulosa de la Bruja” NGC 1909, en la constelación de Eridanus, muestra claramente el perfil de la más tenebrosa bruja que pueda surcar el cielo nocturno.
    • Después podemos apuntar el telescopio a la constelación de Casiopea para ver el cúmulo estelar NGC 457, o también llamado “cúmulo de E.T.”, por su similitud con el simpático extraterrestre que conoció la celebración terrestre de Halloween durante su estancia en la cinematográfica Tierra de los años 80.
    • En las nubes de Magallanes los observadores del hemisferio Sur podrán encontrar la “Nebulosa de Cabeza de Fantasma”, o NGC 2080, con un aspecto sobrecogedor y la “Nebulosa de la Tarántula” o NGC 2070 con su inconfundible forma de araña gigante.

Esta noche de Halloween muchos se disfrazarán de fantasmas, dando la bienvenida a la época de oscuridad —literalmente las noches más largas y tenebrosas del año. Desde aquí recomendamos otra opción, disfrazarse de astrónomo. Faltan Galileos, Keplers y Stephens Hawkings buscando dulces, que nos recuerden que durante la mayor parte de la historia de la humanidad observábamos el firmamento y marcábamos los días de celebración en base a los movimientos de los astros; y que, por desgracia, cada vez miramos menos al cielo debido a las luces de las ciudades que nos roban las estrellas.

Borja Tosar

@borjatosar

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