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05 noviembre 2018

Así eran los primeros animales de la Tierra

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Durante 4.000 millones de años, no existió en la Tierra nada vivo más complejo que una simple célula. Luego y sin que se sepa por qué, hace unos 575 millones de años, comenzaron a multiplicarse las formas de vida multicelular. Aquel evento, bautizado como explosión de Avalon, acaeció cuando el planeta había dejado atrás la fase gélida del Periodo Criogénico para entrar en el Ediacárico, que se prolongó desde hace 635 hasta hace 542 millones de años.

De la llamada biota ediacárica o precámbrica, con más de 140 géneros confirmados, hoy continúa sin conocerse demasiado: los científicos no saben con certeza si muchos de aquellos seres eran animales, hongos, algas, líquenes o simples protozoos, ni si dejaron descendientes en el periodo posterior (el Cámbrico) o se extinguieron sin dejar rastro, como un experimento fallido de vida. Un estudio reciente ha demostrado que al menos una de aquellas criaturas era sin ninguna duda un animal, lo que nos acerca un poco más a la enigmática historia de los primeros organismos complejos que habitaron nuestro planeta, de los cuales seleccionamos aquí algunos representantes.

‘Dickinsonia’

La Dickinsonia es uno de los organismos más icónicos y mejor estudiados de la biota ediacárica. Crédito: Verisimilus

Durante 70 años, los científicos han debatido si la Dickinsonia –un ser plano, ovalado y estriado de hasta casi un metro y medio de largo– era un animal, un liquen o un protozoo gigante; o si pertenecía a otra categoría diferente de la biología, tal vez hoy extinta. El primer fósil se descubrió en 1947 en Australia, convirtiéndose en uno de los organismos más icónicos y mejor estudiados de la biota ediacárica, hasta el punto de que se han identificado varias especies diferentes.

El pasado septiembre, un estudio en la revista Science lograba caracterizar los lípidos fósiles presentes en varios especímenes de Dickinsonia hallados en Rusia, descubriendo que entre ellos abundaba el colesterol, una grasa típicamente animal. Los resultados convierten a esta criatura que vivió hace 558 millones de años en el representante confirmado más antiguo de la fauna terrícola. Los investigadores concluían además que “la biota ediacárica fue de hecho un preludio a la explosión Cámbrica de la vida animal”.

‘Aspidella’

Discos de Aspidella en la Formación Fermeuse cerca de Ferryland, Terranova. Crédito: Martin Smith

Cuando en 1868 el geólogo escocés Alexander Murray descubrió en Canadá unos pequeños discos marcados en la roca, poco podía imaginar que estaba abriendo un desconocido capítulo primigenio de la historia de la vida en la Tierra. Sin embargo, la idea propuesta cuatro años después por el paleontólogo Elkanah Billings de que aquellos círculos eran fósiles fue desechada en su día, ya que se encontraban en rocas precámbricas. En su lugar, se propuso que se habían formado por depósitos químicos o burbujas de gas.

El reconocimiento de la existencia de seres macroscópicos antes del Cámbrico aún tendría que esperar casi un siglo. Los discos de Murray, junto con otros en diferentes lugares, se asignaron a la especie Aspidella terranovica, pero este caso ilustra la actual confusión sobre la realidad de la biota ediacárica: fósiles inicialmente identificados como cnidarios (medusas) y clasificados en Aspidella y otros géneros no eran probablemente organismos con forma discoidal, sino huellas de rizoides, pedúnculos por los que se anclan al sustrato diferentes criaturas con aspecto de frondas. En sentido contrario, también se han encontrado con Aspidella huellas fósiles similares a las que dejan las anémonas, lo que apoyaría su clasificación como cnidarios. En resumen, persiste la incógnita.

‘Charnia’

El ejemplo más conocido de un fósil de Charnia masoni en la sección de geología del New Walk Museum. Crédito: Ashley Dace

El lecho marino ediacárico sobre el que se arrastraban las Dickinsonias estaba poblado por una variedad de seres con aspecto de helechos anclados al fondo. Uno de aquellos organismos era Charnia, el primer fósil confirmado que procedía de rocas anteriores al periodo Cámbrico, y por tanto el que inauguró formalmente el estudio de la biota ediacárica.

Tras su descubrimiento en Inglaterra en 1958, su apariencia de hojas con ramificaciones alternas —de hasta dos metros— indujo a pensar que se trataba de un alga. Sin embargo, cuando se constató que vivía en aguas demasiado profundas como para realizar la fotosíntesis, se reclasificó como un pennatuláceo, un grupo de animales actuales relacionados con los corales. También esta hipótesis fue refutada y hoy Charnia es aún un misterio. Se ha propuesto su clasificación en un grupo tentativo llamado Vendobionta, un posible reino biológico separado de los actuales que vivió en el Ediacárico y murió con él.

‘Kimberella’

Los más de 1.000 fósiles encontrados de Kimberella han permitido conocer con bastante detalle su anatomía. Crédito: Masahiro Miyasaka

Como Dickinsonia, Kimberella fue probablemente un animal, que habitó los mares terrestres hace 555 millones de años. La simetría bilateral de su cuerpo ha llevado a los científicos a proponer que las especies actuales hemos heredado este plan básico de organización de nuestros lejanos ancestros en la biota ediacárica.

Originalmente descrito en 1966, en un primer momento Kimberella fue identificado como una medusa. Sin embargo, en 1997 estudios más detallados de su estructura y de lo que parecían marcas de una rádula (lengua dentada) han llevado a proponer su clasificación como un molusco antecesor de las actuales babosas marinas, que posiblemente se alimentaba rascando los tapetes microbianos del suelo. Los más de 1.000 fósiles encontrados, de hasta 15 centímetros de longitud, han permitido conocer con bastante detalle la anatomía de su cuerpo, posiblemente cubierto por una concha blanda, e incluso han llevado a especular sobre su ecología y costumbres.

‘Andiva’

Andiva estaba probablemente cubierta por un fino caparazón blando. Crédito: Aleksey Nagovitsyn

Los ricos conjuntos de fósiles hallados en al menos 25 yacimientos ediacáricos en todo el mundo dibujan un panorama de fondos marinos donde reptaban o se deslizaban diferentes criaturas aplanadas en busca de su sustento. Junto a Dickinsonia, otra de aquellas alfombrillas prehistóricas era Andiva, un organismo de hasta 10 centímetros cuyo cuerpo estaba probablemente cubierto por un fino caparazón blando. El mismo estudio que descubrió la abundancia de colesterol en Dickinsonia no logró resultados tan claros analizando fósiles de Andiva, pero sus características anatómicas sugieren que este contemporáneo de Kimberella era probablemente también un animal.

‘Funisia’

Funisia dorothea en un fósil excavado en el sur de Australia. Crédito: Droser lab, UC Riverside

Dentro de la variedad de formas de vida del Ediacárico, Funisia representa a los gusanos. La del gusano no es una taxonomía biológica, sino que simplemente describe a un conjunto heterogéneo de animales que tienen en común una forma cilíndrica y un cuerpo blando sin extremidades. Funisia puede haber sido uno de los inventores de esta organización corporal. Descrito en 2008, vivía en colonias donde se sospecha que se reproducía sexualmente, lo que supondría el ejemplo más antiguo de este modo de reproducción en un animal. Aún no se ha determinado claramente su clasificación, aunque se ha propuesto que podía pertenecer al grupo de los poríferos (esponjas) o al de los cnidarios.

Javier Yanes

@yanes68

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