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Artículo del libro Valores y Ética para el siglo XXI

Un examen de las relaciones entre ética y economía

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La economía mundial está inmersa en la mayor crisis desde 1929. Entre sus causas están los “vacíos éticos”. Han tenido severas consecuencias factores como los fallos en el gobierno corporativo, las tendencias speculativas, la debilidad en la formación ética de los gerentes y la visión reduccionista de la economía. Es imprescindible recuperar la relación entre ética y economía. Se proponen los alineamientos de una agenda ética para la economía que afronte los escándalos que significan la pobreza en gran escala y las pronunciadas desigualdades. La agenda incluye una visión renovada del desarrollo, la responsabilidad social en las políticas públicas, la responsabilidad social corporativa y el fortalecimiento del voluntariado y la labor de los emprendedores sociales. Se analiza asimismo el caso de América Latina, una región de enorme potencial con exigentes desafíos éticos planteados.

Sed de ética en la economía

La encuesta Edelman Trust Barometer 2011, realizada al 25% más rico de la población de veintitrés países de cinco continentes, con una muestra total de 5.075 entrevistados, trae claras constataciones de la extendida demanda social de ética en la economía que hoy recorre gran parte del planeta.

La encuesta pregunta a la elite socioeconómica entrevistada, muy influyente en sus respectivos países: “¿Las empresas deben crear valor para los accionistas de una manera que se alinee con los intereses de la sociedad aun cuando ello signifique sacrificar el valor de las acciones?” La respuesta es abrumadoramente que así debe ser. Contestan afirmativamente: Alemania (91%), Gran Bretaña (89%), China (89%), Estados Unidos (85%), México (85%), Canadá (82%), Holanda (81%), Suecia (81%), India (74%), Francia (72%), España (71%).

Como se observa, la elite socioeconómica mundial respalda hoy firmemente la idea de responsabilidad social corporativa. Pero además es muy exigente con sus contenidos. No entiende como tales aportes aislados, sino que está pensando en la necesidad de toda una nueva concepción del rol de la empresa en el siglo XXI en donde el bien común sea un objetivo no negociable.

La misma sed de ética refleja la polémica abierta por uno de los empresarios financieros más exitosos de los últimos cincuenta años, Warren Buffett, que ha tenido gran resonancia mundial. En su comentado artículo de opinión en The New York Times (14 de agosto de 2011) “Basta de mimar a los multimillonarios”, Buffett llama a hacer reales los “sacrificios compartidos” que exige la situación de la economía americana, y por tanto a aumentar los impuestos a los multimillonarios como él. Detalla que lo que pagó por impuestos el año pasado fue un 17,4%, “un porcentaje mucho más bajo del que pagó cualquiera de las otras veinte personas que trabajan en la oficina. Sus cargas impositivas oscilaron entre el 33 y el 41%, siendo del 36% de media”. Buffet plantea que eso es injusto, y propone aumentar los impuestos a los más ricos. Rechaza el argumento de que ello puede reducir las inversiones: “He trabajado con inversores durante sesenta años y todavía no he visto a nadie renegar de una inversión razonable por culpa de los impuestos a las potenciales ganancias. La gente invierte para ganar dinero, y los impuestos potenciales nunca le han impedido hacerlo”. Plantea su conclusión en términos esencialmente éticos: “Mis amigos y yo hemos sido mimados durante mucho tiempo por un Congreso favorable a los multimillonarios. Ha llegado el momento de que el Gobierno se tome en serio el sacrificio compartido”.

El llamamiento de Buffett en Estados Unidos fue acompañado de otros similares en Francia, Alemania e Italia, basados asimismo en afrontar los dilemas éticos latentes en la situación. Dieciséis de los empresarios más exitosos de Francia pidieron en declaración conjunta al presidente Nicolas Sarkozy que se aumentaran los impuestos a los más ricos. Entre ellos estuvieron los presidentes de L’Oreal y la petrolera Total. En Italia uno de los más ricos, el due- ño de Ferrari, Luca di Montezemolo, afirmó que era justo que los ricos pagaran más. En Alemania se creó la organización “ricos por una tasa para los más ricos”. Su líder, Dieter Lehmkuhl, plantea: “No necesitamos todo este dinero para vivir”. En el manifiesto inicial de la organización se afirma: “Queremos ser un ejemplo de cómo los pudientes se pueden comprometer más para la superación de la crisis económica y financiera”.

El nuevo interés en la ética aplicada a la economía se refleja también entre múltiples manifestaciones en los altos niveles de credibilidad que hoy tienen las organizaciones no gubernamentales y los emprendedores sociales.

Encuestas en diversos países, entre ellos España, muestran a las ONG como las instituciones de mayor credibilidad. La revista The Economist (2010) hace una significativa observación sobre la reacción en escala que despiertan quienes emprenden proyectos sociales para ayudar a los más desfavorecidos. Señala: “Hace una década el término emprendedor social se escuchaba raramente. Hoy todos quieren serlo, desde Londres hasta Lagos. Las conferencias sobre emprendedores sociales son invariablemente las más solicitadas por los estudiantes en las principales escuelas de negocios”.

El interés por la ética en la economía viene alimentado por el peso que el vacío de valores éticos ha tenido en la generación de la crisis económica de Wall Street en 2007-2008, propagada a todo el orbe en un mundo globalizado. También por el nivel que han alcanzado las disparidades en nuestro tiempo, detenidamente analizado en la encíclica Caritas in veritate (2009). La encíclica plantea:

La riqueza mundial crece en términos absolutos pero también aumentan las desigualdades. En los países ricos nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas. En las zonas más pobres algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora.

En efecto, según indica The Economist, el 1% de la población mundial es actualmente propietario del 43% de los activos del mundo. El 10% más rico posee el 83% de los mismos. Por otra parte, el 50% de la población mundial con menos ingresos tiene el 2% de los activos. La encíclica vaticana llama a esta situación “el escándalo de las disparidades hirientes”.

Las grandes desigualdades tienen, además de sus contraindicaciones económicas, consecuencias muy directas sobre la vida de las personas que contrarían la ética básica.

Wilkinson y Picket (2010) verifican, con detalladas estadísticas en su obra The Spirit Level que comparan países más y menos desiguales, que a mayor desigualdad más criminalidad, mayor mortalidad infantil, más obesidad, más embarazos adolescentes, mayor discriminación de género y menor esperanza de vida.

La demanda de ética en la economía está creciendo en el mundo. Se espera ética de los políticos y los responsables gubernamentales, pero también de los empresarios y las empresas. Esta demanda forma parte de un sentimiento más profundo. Existe la percepción de que el debate ético en general ha sido marginado de la agenda colectiva.

Un prominente filósofo, Charles Taylor, plantea que se discute solamente sobre “medios” como las tecnologías, el dinero, pero se ha relegado la discusión sobre los fines últimos a los que esos medios deberían servir. Esos fines últimos –el sentido de la vida, el perfil que debe tener una sociedad, los valores centrales que se han de respetar, como fortalecer la familia, pilar de la sociedad– no forman parte de los debates principales.

El impacto de los vacíos éticos en la crisis económica mundial

La economía mundial atraviesa la crisis más aguda desde la Gran Depresión de 1929. Originada en la crisis de Wall Street de 2007-2008, en 2011 ha provocado una pronunciada caída del producto bruto mundial del 2,6%, y un descenso del 11,1 % en el comercio mundial. Los datos más recientes muestran un futuro incierto.

La economía americana, que produce el 25% del producto bruto mundial, crece muy débilmente y no logra bajar la tasa de desempleo. The Economist estima que crecerá solo el 1,6% en 2011, y el 2% en 2012. Con un 9,1% de desempleo, supone 14 millones de desocupados. Si a esa cifra se suman los subempleados y los que se retiraron del mercado de trabajo, la cifra sube a más del 16%. La Oficina del Censo de Estados Unidos reporta (14 de septiembre de 2011) que la pobreza llegó a 46,2 millones (el 15,1% de la población), la mayor cifra desde que comenzó a medir hace cincuenta y dos años. Peores son aun las cifras de pobreza de los latinos (26,6%), y la población de color (27,4%). Se estima que hay 50 millones de personas sin seguro médico, y 40 millones que reciben el food stamp, reducido subsidio de alimentos para población en estado de extrema pobreza.

La demanda de ética en la economía está creciendo en el mundo, forma parte de un sentimiento más profundo. Existe la percepción de que el debate ético en general ha sido marginado de la agenda colectiva.

Los pronósticos de crecimiento para la eurozona son, según The Economist, del 1,7% en 2011 y del 1% en 2012. La tasa de paro abierta es del 10%, y la de los jóvenes supera en diversos países el 25%. Las estimaciones para la economía mundial se han ajustado a la baja en el segundo semestre del año y se prevé no crecerá más del 4% en 2011 y 2012.

Múltiples factores de diversa naturaleza incidieron en la generación de la crisis actual. Entre ellos han tenido un papel importante los “vacíos éticos” observables en la conducta de agentes económicos clave. Así lo registraron, entre otras fuentes, las interpelaciones en el Congreso de Estados Unidos respecto a la crisis, los informes producidos por las comisiones creadas por el Congreso para investigar, los análisis de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y numerosos trabajos de investigación.

Entre los principales problemas éticos que influyeron en la crisis se hallan los que se refieren a continuación a grandes trazos.

Los fallos en el gobierno corporativo

El secretario general de la OCDE Angel Gurría (2009) analiza así la crisis:

La crisis económica actual está costando al mundo trillones de dólares, millones de trabajos, una gran pérdida de confianza en los mercados financieros y una regresión en nuestros esfuerzos para reducir la pobreza global. Es el resultado de la combinación de severos fallos. El fallo en ética corporativa es una de ellas. Una que está en el epicentro de este terremoto financiero y económico.

Un informe del grupo de Gobierno Corporativo de la OCDE (Kirkpatrick 2009) concluye en igual dirección: “La crisis financiera puede ser atribuida en una medida importante a los fallos y debilidades en el gobierno corporativo”.

El estudio del grupo de la OCDE encontró entre otros aspectos “sistemas de incentivos distorsionados”. Así, en diversos casos las remuneraciones de los consejeros delegados de importantes organizaciones empresariales estaban ligadas a las ganancias de corto plazo de las mismas. Ello estimuló conductas que llenaron los activos de las empresas de “hipotecas basura”, y “productos financieros sin base patrimonial sólida”. Los controles hacia esos ejecutivos por parte de los consejos directivos mostraron ser ineficientes, según indica el grupo de la OCDE. Se perdió en buena parte la relación deseable entre cumplimiento de objetivos y remuneración.

La tendencia a la especulación

El presidente Obama se refiere con frecuencia a las causas de la crisis, acentuando el papel de lo que llama “la codicia desenfrenada”. En una reciente intervención, el dalai lama, premio Nobel de la Paz 1, señaló que cuando preguntó a un prominente empresario americano sobre la razón de la crisis le dio la misma respuesta.

La búsqueda de la maximización de ganancias inmediatas, a través de operaciones cortoplacistas dirigidas a producir caídas deliberadas de las acciones de bancos en dificultades, y otras formas de especulación, según los datos de la ONU presentes también actualmente en el mercado de alimentos, profundizaron la magnitud de la crisis 2.

En pleno desarrollo de la misma, en el 2009, en medida inédita, la Comisión de Valores de Estados Unidos prohibió por un plazo determinado la venta de ochocientas acciones de corto plazo, medida repetida recientemente en varios países europeos.

Argumentó su presidente, Cox, que esa medida era necesaria “para asegurar que la manipulación encubierta, las ilegales ventas a corto plazo (en donde ni siquiera se transferían realmente los valores) o las prácticas comerciales ilegítimas no conduzcan el comportamiento de los mercados, y minen la confianza”.

La débil formación ética de los gerentes

La sociedad americana se ha preguntado: ¿cómo actuaron tan aéticamente ejecutivos graduados en los mejores MBA? Amitai Etzioni, profesor emérito de la George Washington University, conminó desde The Washington Post (2002) al Congreso de Estados Unidos para que añadiera a su lista de interpelados a los decanos de los MBA “para que expliquen al público cómo se enseña la ética en sus universidades”.

Evaluaciones del respetado Aspen Institute han mostrado la extrema debilidad de la formación ética de los MBA. Se les entregan las más avanzadas tecnologías de gestión, pero no se problematiza la responsabilidad social en su aplicación.

The Wall Street Journal resalta (Canales et al. 2010) que cuando se preguntó a estudiantes de las principales escuelas de negocios sobre las cualidades para ser un gerente exitoso, mencionaron entre las primeras visión y perspicacia, mientras que honestidad y responsabilidad aparecían después de mucha discusión. Y concluye: “Algunos expertos creen que las escuelas deberían entrenar gerentes en aspectos más estrechos de las estrategias empresariales como negociación, incentivos y otros, y dejar la enseñanza de los valores a otros. No podemos estar más en desacuerdo”.

Piper, líder en Harvard en los esfuerzos por fortalecer la ética en los MBA, plantea que “en los currículos gerenciales el énfasis está en cuantificación, modelos formales y fórmulas, y se minimiza la aplicación de juicios y el debate sobre valores […] los estudiantes asumen que esto no tiene importancia”.

Gentile señala en The Financial Times que el ambiente creado hace que la manera de demostrar que un alumno es listo sea argumentar que la competencia en el mercado no permite una moralidad personal.

Hay una gran reacción actualmente ante el papel que las falencias morales tuvieron en la crisis. La presidenta de Harvard Drew Faust rompió la tradición por la que los decanos de su escuela de negocios fueran profesores de economía o finanzas y nombró nuevo decano a Nithin Nhoria, profesor de liderazgo y ética. El decano ha enfatizado (Lauerman, 2010) que “la crisis ha conmocionado la confianza de la sociedad en las empresas y también en la educación gerencial”.

La visión unilateral de la economía

Tras la crisis estuvo la idea de que debían desregularse los mercados. En el precedente Gobierno de Estados Unidos, según se ha señalado, se produjo un fuerte debilitamiento de la legislación reguladora y de los organismos encargados de aplicarla. La apuesta era que los mercados se autorregularían.

No sucedió así en la práctica. La eliminación de regulaciones básicas propició el desarrollo de “incentivos perversos”, y la emergencia de conductas como el gigantesco fraude realizado por el Fondo Madoff a pesar de que desde 1992 las autoridades reguladoras venían recibiendo denuncias continuas sobre el mismo.

Cuando el Congreso de Estados Unidos interpeló a Allan Greenspan, durante veinte años presidente de la Reserva Federal, y adalid de la desregulación, contestó (2009):

Estoy en estado de estupor absoluto […] Creímos que las instituciones financieras se autorregularían y protegerían el interés de sus accionistas, y no lo hicieron […] Todo el edificio intelectual que hemos construido se ha venido abajo.

Los errores y la falta de compasión ética por la protección del interés colectivo que implicó la visión de la economía aplicada fue subrayada desde diversos sectores.

El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ha afirmado “una cierta idea de la globalización está muriendo con el fin del capitalismo financiero que ha impuesto su lógica sobre toda la economía y ha contribuido a pervertirla”. The New York Times escribió editorialmente: “la crisis podría haberse evitado si los reguladores hubieran aplicado las reglas y si los funcionarios gubernamentales hubieran cuestionado los préstamos de riesgo y otras prácticas dudosas”.

La combinación, entre otros factores, de fallos corporativos en aspectos éticos, conductas especulativas sistemáticas, la magra preparación ética de los ejecutivos y el abandono por parte de las políticas públicas de la protección del interés colectivo en cuestiones básicas fueron parte crucial de la grave crisis en curso. Recuerda al mundo que una economía sin ética puede ser un peligro. Ya lo había anticipado hace doscientos cincuenta años Adam Smith, el fundador de la economía moderna, cuando en 1759 resaltaba que los mercados debían estar presididos por ciertos valores éticos, porque, si no, había graves riesgos. Destacaba en forma muy concreta los siguientes valores “prudencia, humanidad, justicia, generosidad y espíritu público”.

Una agenda ética para la economía

Las revoluciones tecnológicas simultáneas en muy diversos campos como la biotecnología, la genética, la biología molecular, la informática, las comunicaciones, la ciencia de los materiales, la nanotecnología, la robótica y muchos otros han multiplicado totalmente la capacidad de producir bienes y servicios, y han puesto al alcance un salto de magnitud en la esperanza de vida. Sin embargo, buena parte del género humano está excluido de dichos avances, por factores como las “disparidades hirientes” antes mencionadas, y se presentan verdaderos “escándalos éticos” 3. Así, una niña que nace en un país pobre tiene una esperanza de vida de 45 años, una que nace en un país desarrollado vive hoy más de 80 años. Y en un mundo que podría alimentar a toda su población gracias a los acelerados progresos tecnológicos, 1.020 millones de personas, una de cada siete, tienen hambre.

En pleno siglo XXI, 1.400 millones de personas carecen de electricidad. Los 800 millones de personas que viven en el África Subsahariano consumen juntas la misma cantidad de electricidad anual que la utilizada por los 19 millones de personas que residen en el estado de Nueva York. El cambio climático afecta a todo el género humano, pero su impacto es absolutamente desigual. Por cada persona que sufrió sus impactos en el mundo rico, hay 80 que los están padeciendo en el mundo en desarrollo. La desnutrición es una de las principales causas por las que perecen 8,1 millones de niños por año. Con solo 0,25 centavos de dólar diarios se podría suministrar a los niños desnutridos una taza con todos los micronutrientes necesarios. Se gastan por segundo 1,5 millones de dólares en armas.

Se necesita una agenda ética en la economía para encarar estas y otras contradicciones inadmisibles moralmente, y fracturadoras de la cohesión social. Entre sus dimensiones centrales deben hallarse algunos de los temas que se sintetizan.

Una visión renovada del desarrollo

Como lo ha planteado la Comisión Sarkozy (2009) presidida por los premios Nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen, hay que apuntar hacia una visión más amplia del desarrollo. El crecimiento económico es uno de los objetivos del mismo, pero no el único. Se requiere, entre otros aspectos, mejorar la inclusión social, la equidad, el acceso a la cultura, la ampliación de la libertad, la convivencia armónica con la naturaleza, la participación en todos los planos.

Sobre este último punto afirmó precursoramente el papa Juan XXIII en su encíclica Mater et Magistra (1961):

En la naturaleza de los seres humanos se halla involucrada la exigencia de que en el desempeño de su actividad productora tengan posibilidad de comprometer la propia responsabilidad y perfeccionar el propio ser.

Con frecuencia hay un trade off latente que solo se explicita cuando el desarrollo no se mide únicamente con el producto bruto, sino con indicadores más amplios, como los que propone la comisión y anteriormente el paradigma de desarrollo humano de la ONU.

Se necesita una agenda ética en la economía para encarar contradicciones inadmisibles moralmente, y fracturadoras de la cohesión social

Así, la explotación sin control de la naturaleza puede incrementar el crecimiento a corto plazo, pero genera desequilibrios que llevan a dejar sin su hábitat histórico a millones de personas, y genera graves daños económicos a medio y largo plazo.

El aumento del parque automovilístico estimula la economía, pero aumenta la polución, y el número de horas empleadas en las ciudades grandes en ir y volver del trabajo resta vida familiar y privada.

El nuevo interés en vivir de un modo más armónico ha llevado a múltiples movimientos y al deseo de aprender de experiencias como la hoy muy visitada de Bután, el único país del mundo donde se mide sistemáticamente la felicidad interior bruta que produce la sociedad anualmente.

La responsabilidad social en las políticas públicas

Se espera que los Gobiernos de sociedades democráticas garanticen los derechos fundamentales de los ciudadanos en áreas decisivas como la nutrición, la salud, la educación, el establecimiento y desarrollo de la familia o el trabajo. Ya en 1989 la Asamblea General de la ONU sancionó el derecho de todos los ciudadanos del planeta “al desarrollo”, e hizo responsables de concretarlo en primer lugar a los Gobiernos.

Una conducta ética y socialmente responsable de los Gobiernos exigirá, junto a la erradicación total de la corrupción y las prácticas clientelares, mostrar con hechos que derechos como el acceso a salud y educación son realmente priorizados.

Eso debe reflejarse por lo pronto en las asignaciones presupuestarias. Estudios como, entre otros, el de Bidani y Ravallion (1997) que examinan treinta y cinco países en desarrollo, hallaron una fuerte correlación entre gasto público en salud y esperanza de vida, y reducción de la mortalidad infantil. Grupta, Verhoeven y Tiongson (1999) probaron que el gasto en atención primaria está asociado con la reducción de las tasas de mortalidad infantil.

Musgrave (1996) resume las conclusiones de diferentes estudios similares destacando: “Mientras que ninguna de las razones para la intervención del Estado es solamente para el sector de salud, ciertos fallos del mercado son peores aquí que en otras áreas de la economía”.

Jeffrey Sachs et al. (2002) mostraron que la mejora en la nutrición en Inglaterra y Francia durante los siglos XIX y XX fue crucial en el aumento de su productividad laboral y del producto bruto per cápita.

Similar situación existe en educación. Lograr que aumente en un año la escolaridad de niñas puede reducir drásticamente la mortalidad infantil. Sin embargo, en diversos países las inversiones en salud y educación son extremadamente bajas. No hay responsabilidad real en las políticas públicas. Se podría alegar falta de recursos, pero en muchos casos no es así. De esta manera, la lista de los que menos invierten en salud pública está encabezada por un país petrolero, Guinea Ecuatorial, solo el 2,1% del producto bruto en lugar del mínimo del 6% que reclama la Organización Mundial de la Salud. En ese país perecen 90,1 niños por cada 1.000 nacidos vivos; en Suecia o Noruega, 3. Figuran también entre los que menos invierten en salud países petroleros como Kuwait (2,2%), Omán (2,4%), Emiratos Árabes Unidos (2,7%), Arabia Saudita (3,4%) y Barhéin (3,7%).

La responsabilidad social corporativa

La demanda social de responsabilidad social de la empresa privada crece a diario. Aumenta la presión de los pequeños inversionistas ansiosos con razón después de los graves daños que les produjo la irresponsabilidad en Wall Street y otros episodios, de los consumidores responsables que tienden a preferir cada vez más los productos de empresas con alta responsabilidad social corporativa y de la sociedad civil en general.

Michael Porter y Mark Kramer (2011) advierten en un reciente artículo en Harvard Business Review que:

En los últimos años las empresas han sido consideradas cada vez en mayor medida la causa de problemas sociales, ambientales y económicos. Y gran parte de la población cree que las empresas han prosperado a expensas de la comunidad.

Resaltan “la legitimidad de los negocios ha caído a niveles nunca antes vistos en la historia”.

Exigen repensar la responsabilidad social corporativa y llevarla a un nivel más alto, “volver a unir economía y sociedad”. Lanzan el concepto de que las empresas deben generar “valor compartido”. Precisan: “El objetivo de las corporaciones debe ser redefinido como la creación de valor compartido, no solamente la generación de ganancias […] aprender cómo generarlo es nuestra mejor oportunidad para legitimar nuevamente los negocios”.

Las empresas con más responsabilidad social corporativa tienen mayor productividad, competitividad, percepción favorable de la comunidad financiera y de los consumidores, y mejores posibilidades de atraer talentos

La responsabilidad social corporativa hoy no puede reducirse a aportaciones puntuales. Debe ser llevada a todas las políticas de la empresa. Debe estar produciendo valor social para la comunidad en sus diversas áreas de actividad.

Como lo resalta la ISO 26.000, gestada por noventa y nueve países, no las perjudicará. Por el contrario, numerosos estudios muestran que las empresas con más responsabilidad social corporativa tienen mayor productividad, competitividad, percepción favorable de la comunidad financiera, posicionamientos con los consumidores y mejores posibilidades de atraer talentos.

Entre los ejemplos de crear valor compartido, WaterHealth International emplea técnicas innovadoras de purificación del agua. Lleva agua potable a costes mínimos a un millón de pobladores de India, Ghana y Filipinas. Waste Concern transforma en fertilizantes 700 toneladas de basura de los barrios pobres de Bangladesh por día.

Un ejemplo líder es el de las empresas sociales propiciado por el premio Nobel Muhammad Yunus. El creador del Banco de los Pobres forjó un acuerdo con Danone, empresa líder mundial en lácteos, para dar respuesta a la desnutrición infantil. Retó a la empresa a que produjera un yogur muy económico en el que se incluyeran todos los micronutrientes necesarios para un niño. La empresa Grameen-Danone tiene ya logros muy importantes. Asimismo se está avanzando otro acuerdo con Adidas para producir calzado muy económico para los numerosísimos niños descalzos del mundo. Caminar sin calzado produce daños de salud severos e irreversibles.

Crece la demanda de que las empresas se fijen estándares éticos elevados, y los cumplan cabalmente. La revista The Economist ha señalado que “la responsabilidad social corporativa ha ganado la batalla de las ideas” y será “el único modo de hacer negocios en el siglo XXI”.

Muchas de las principales empresas mundiales reunidas en el Global Compact 2010 convocado por la ONU suscribieron la Declaración de Nueva York. Entre sus puntos indican:

Nos comprometemos al Pacto Mundial de la ONU, y al llamamiento a incluir los diez principios universales en las áreas de derechos humanos, laborales, medioambiente y anticorrupción en nuestras estrategias, operaciones y cultura, y a actuar en apoyo de las metas más amplias de la ONU, especialmente los Objetivos del Milenio.

En tal sentido afirman en la declaración que:

Los mercados necesitan regulaciones efectivas para manejarse. Los Gobiernos deben fijar señales claras especialmente en áreas críticas como el cambio climático. Deben fijar metas e incentivos para reducir las emisiones de gases contaminantes, fortalecer la resilencia climática y apoyar la producción de energías limpias […] deben estimular complementando la regulación, el compromiso del sector privado en iniciativas voluntarias.

La magnitud del reclamo social de una mayor responsabilidad social corporativa aparece con toda fuerza en el relevamiento del Edelman Trust Barometer (2011) antes mencionado. Al preguntar a los encuestados si “el Gobierno debería regular las actividades de las corporaciones para asegurar que las empresas se comporten responsablemente” predominaron las respuestas a favor. Fueron: Inglaterra (82%), Canadá (74%), Suecia (66%), China (62%), Brasil (53%), Estados Unidos (61%), India (61%).

Fortalecer el voluntariado

La agenda ética abierta incluye seguir profundizando el compromiso de la sociedad civil, con la superación de los “escándalos éticos” trabajando en alianzas estratégicas con las políticas públicas, y la responsabilidad social corporativa.

El mundo de las ONG viene expandiéndose, y hoy, según las mediciones de la John Hopkins University (Salomon, 2003), son la octava economía del mundo en producto bruto. Según las estimaciones preliminares del Primer Informe Mundial sobre el voluntariado preparado por la ONU en 2011 los voluntarios suman ya mil millones. Marcan la diferencia a diario brindando solidaridad directa con calidez, calidad, y compromiso a millones de familias excluidas. Ello les ha llevado a encabezar las tablas de credibilidad en múltiples países. Además de su efecto directo, son una escuela de preparación moral en la acción para los jóvenes, y gozan de gran aceptación entre ellos. En muchos países trabajan con poco apoyo de la política pública y con recursos muy limitados. Contribuyen directamente al nivel ético de la sociedad al constituirse en un modelo de conducta altruista, en medios en donde la tentación del hedonismo y la insolidaridad tienen poderosos estímulos.

Nuestra época requiere conciliar economía y ética pero de modo concreto. Una agenda de trabajo para hacerlo debería tener entre sus temas líneas de acción como las referidas. Toda la sociedad debería exigir e impulsar una renovación del paradigma de desarrollo, que avance hacia uno integral e inclusivo, la responsabilidad social de las políticas públicas, la responsabilidad social corporativa, la movilización del capital social a través del fortalecimiento del voluntariado y otras expresiones, como la profundización del compromiso social de las universidades, el apoyo a la gran tarea comunitaria de las organizaciones basadas en la fe, el respaldo a los emprendedores sociales.

El caso de América Latina

América Latina, con sus 650 millones de habitantes, es un continente donde están planteadas importantes preguntas, ante todo éticas.

Cuenta con una dotación de recursos naturales de excepción. Tiene la tercera parte de todas las aguas limpias del planeta; tiene fuentes de energía barata en cantidad; su subsuelo contiene algunas de las mayores reservas mundiales de materias primas estratégicas, desde el petróleo hasta el litio; es una de las mayores reservas de bosques y biosfera.

Sin embargo, la gran pregunta es ¿por qué, a pesar de sus condiciones naturales, su historia sin guerras ni grandes cataclismos naturales, un tercio de su población está por debajo del umbral de pobreza, mueren 30 niños de cada 1.000 antes de cumplir cinco años, perecen anualmente más de 20.000 madres durante el embarazo o el parto (90 por cada 100.000 nacimientos de nacidos vivos), y uno de cada cuatro jóvenes se halla fuera del sistema educativo, y del mercado de trabajo, en situación de exclusión social severa? Los factores incidentes son múltiples y varían según la historia de cada país, pero la mayor parte de los países presenta un signo común: las enormes disparidades. Tiene el peor coeficiente Gini de desigualdad en la distribución del ingreso. Las distancias entre el 10% más rico y el 10% más pobre van desde 30 a 60 veces según el país. En Noruega son de 6 veces.

La desigualdad se presenta no solo en los ingresos, sino también en el acceso a la tierra, donde el coeficiente Gini es aún peor, y en diversas otras dimensiones. El Banco Mundial (2004) plantea:

América Latina sufre de una enorme desigualdad […] se trata además de un fenómeno invasor que caracteriza cada aspecto de la vida, como el acceso a la salud, la educación y los servicios públicos; el acceso a la tierra y otros activos; el financiamiento de los mercados de crédito y laborales formales y la participación e influencia política.

La elevada desigualdad genera cotidianamente “trampas de pobreza”: los niños de familias pobres tienen riesgos graves de salud y desnutrición, trabajan, no completan la secundaria y sin ella quedan fuera de la economía formal.

Birdsall y Londoño (1997) midieron econométricamente las relaciones entre desigualdad y pobreza de 1970 a 1995. Encontraron que los fuertes aumentos de la desigualdad en ese periodo fueron responsables de la mitad, por lo menos, del alto incremento en las cifras de pobreza. En un estudio de CEPAL, PNUD e IPEA (2003) se concluyó que: “En la mayoría de los países examinados bastaría que el coeficiente Gini bajara uno o dos puntos para que la incidencia de la pobreza se redujera en igual medida que en varios años de crecimiento económico positivo”.

La pobreza constituye, como señaló repetidamente el papa Juan Pablo II (1998), una violación de derechos humanos fundamentales. En sociedades con tantas posibilidades como las latinoamericanas es inadmisible que tenga tan amplias proporciones.

Entre otras paradojas, América Latina produce alimentos para tres veces su población y sin embargo el 16% de los niños padece desnutrición crónica, y hay 53 millones de desnutridos. A pesar de su enorme potencial de aguas limpias, 50 millones carecen de agua potable. Casi uno de cada cinco latinoamericanos viven en infraviviendas de extrema precariedad.

Los latinoamericanos son cada vez más conscientes de los grandes desafíos éticos planteados, en pobreza y desigualdad, a los que se pueden sumar otros como la situación de relegamiento de las poblaciones indígenas y las afroamericanas, las discriminaciones de género, la falta de atención a los discapacitados y a los ancianos.

En encuestas como el Latinobarómetro el 89% de los habitantes de la región rechaza los pronunciados niveles de desigualdad.

En la última década, las sociedades civiles han aumentado sustancialmente sus niveles de articulación y participación ciudadana. Se ha desarrollado un tejido social cada vez más denso en ONG de toda índole, organizaciones de base, movimientos de mujeres, jóvenes e indígenas.

El reclamo de democracias más activas y de una agenda ética en todos los planos ha crecido. Trece presidentes fueron destituidos entre 1993 y 2007, antes de completar su mandato, por rebeliones sociales masivas de la ciudadanía a través de vías democráticas. Las causas centrales fueron no cumplir con sus mandatos de reducción de la pobreza y la desigualdad ofreciendo más oportunidades, y en diversos casos la corrupción.

La demanda social viene logrando cambios significativos en términos éticos en diversos países. Hay un largo camino que recorrer, pero entre los avances en la agenda ética, se hallan los que se resumen a continuación.

Calidad de las políticas públicas

Hay una preocupación mucho mayor en las políticas públicas por enfrentar los grandes desafíos abiertos. En países como Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, entre otros, se han duplicado, o incluso más, las inversiones en materia social. Al mismo tiempo se han abierto líneas de crédito y apoyo muy firmes hacia la pequeña y mediana empresa. Hay esfuerzos de escala en políticas para la inclusión de jóvenes marginados. Hay, asimismo, una inversión relevante en infraestructura promotora del nivel de vida en las áreas deprimidas y en las rurales.

Costa Rica, uno de los pocos países de la región donde la alta inversión en educación y salud es una política de Estado que se mantiene al margen de los Gobiernos, ha incluido recientemente en su Constitución que el presupuesto en educación no deberá ser nunca menor al 6% del producto bruto, y en los últimos treinta años el de salud representó también el 6% del mismo. Tiene una de las tasas de mortalidad materna e infantil más bajas a nivel internacional, así como una elevada esperanza de vida.

Los resultados de la nueva generación de políticas públicas y sociales son observables. Así, entre ellos, se estima que en Brasil durante la gestión Lula, cerca de 30 millones de personas salieron de la pobreza para convertirse en clase media.

En Uruguay la pobreza se redujo drásticamente en los últimos años, una gran reforma de salud mejoró el acceso de amplios sectores de la población, y el Plan Ceibal democratizó el acceso a Internet, dando cobertura a los 300.000 alumnos de la escuela primaria.

En Argentina el plan asignación universal para hijos de trabajadores informales protegió a 3.700.000 niños pobres, con la condición de que sus familias mostraran que estaban asistiendo a la escuela y vacunándose. El país creció al 7,8% anual durante los últimos ocho años, y se crearon 5 millones de puestos de trabajo, reduciéndose la desocupación del 23 al 7,3% a finales del 2000.

Condiciones económicas internacionales como la valorización de los precios de las commodities y el aumento de la demanda china favorecieron a estos países, pero hubo una gestión de esas oportunidades a favor de la mejora de la pobreza y la desigualdad.

Forman parte de ella el crecimiento de alianzas entre el Estado, las empresas privadas y la sociedad civil para enfrentar problemas sociales clave, y mejorar el nivel de la educación.

En todos esos países y otros de la región, ha aumentado la transparencia del Estado y la rendición de cuentas, y se han fortalecido los mecanismos de control de gestión 4.

Se necesita avanzar mucho más, y la ciudadanía continúa presionando cada vez más activamente, en favor de políticas éticamente consistentes.

La pobreza constituye, como señaló el papa Juan Pablo II (1998), una violación de derechos humanos fundamentales

La demanda de responsabilidad social corporativa

La opinión pública latinoamericana está integrando a la agenda colectiva la exigencia de más responsabilidad social corporativa. Aumentan las ONG dedicadas al tema, su cobertura en medios masivos, las audiciones y espacios sobre ella, la conciencia de los consumidores que prefieren los productos de las empresas que la practican.

Se está abriendo paso creciente una visión avanzada de la responsabilidad social corporativa. Desde ella las expectativas son que entre otros planos las empresas traten bien a su personal, brinden al consumidor productos de buena calidad a precios razonables, cuiden el medioambiente, tengan buen gobierno corporativo y se involucren activamente en problemas críticos para la sociedad, empezando por hacerlo en su entorno geográfico inmediato.

Un panorama de conjunto permite observar diversas actitudes en el mundo de las empresas, vital y estratégico para el desarrollo de los países, en relación a esta agenda de responsabilidad social corporativa.

Existe todavía un amplio sector de empresas que no ha recogido el llamamiento internacional por un nuevo papel de la empresa. Siguen ancladas en conductas tradicionales de aislamiento y maximización de corto plazo.

Hay un sector en crecimiento dinámico, y muy esperanzador, que ha ingresado en la filantropía empresarial. Sus aportes puntuales a causas de interés público aumentan, aun cuando siguen siendo mucho menores proporcionalmente que los típicos en el mundo desarrollado. Algunas empresas están dando, o ya han dado, el salto de la filantropía a una visión amplia de la responsabilidad social corporativa que incluye los temas antes mencionados, lo que significa ponerla dentro de sus políticas corporativas y asignarle recursos estables.

En Brasil la acción educativa sistemática del Instituto Ethos, creado por los mismos empresarios, y otros esfuerzos están produciendo progresos concretos. Una investigación de Ethos encontró que en 2004, en una muestra de 55 empresas analizadas, el número de prácticas de RSC eran 11. En el 2008, ya eran el doble, 22.

La opinión pública latinoamericana está integrando a la agenda colectiva la exigencia de más responsabilidad social corporativa

Varias empresas en Argentina, Brasil, Chile y México están incorporando los balances sociales. Natura, una multinacional brasileña líder mundial en responsabilidad social corporativa, produjo en 2010 un balance social rindiendo cuentas de su acción por la comunidad y el medio ambiente, confeccionado junto con sus grupos de interés.

En Argentina, empresarios jóvenes crearon en Rosario el movimiento en favor de la responsabilidad social corporativa Moverse, en Mendoza Valos, y otros similares en otras ciudades, constituyendo una Federación Nacional de responsabilidad social corporativa.

Hay desarrollos similares en otros países. Por ejemplo, en Panamá funciona activamente COSPAE, consejo que reúne a todas las cámaras empresariales para apoyar la educación; en Guatemala un grupo de empresarios jóvenes generaron CENTRARSE, y ligaron su acción a las metas del milenio, y son muy variados los desarrollos en países como Chile, México y otros.

Los ejemplos de empresas internacionales con fuerte inserción en América Latina, como BBVA con su fuerte inversión en educación, Telefónica de España con su tan exitoso programa “Proniño”, el Banco Santander con su apoyo a la educación en responsabilidad social corporativa, han aportado signicativamente a los países y el futuro de la responsabilidad social corporativa.

La responsabilidad social corporativa no “llueve”. Para hacer que avance en la región es fundamental educar a las futuras generaciones de empresarios en ella. Con ese propósito el autor, con el apoyo del PNUD y de la Universidad de Buenos Aires y de otras importantes universidades, fundó la Red de Universidades Iberoamericanas por la RSC (Red Unirse). Se han integrado en ella doscientas treinta universidades de veintiún países 5. La Red trabaja por la inserción sólida en el currículo de la enseñanza y de la investigación sobre la responsabilidad social corporativa. También se generó el programa de formación de docentes jóvenes en ética económica y responsabilidad social corporativa “100 jóvenes sobresalientes por un desarrollo con ética” 6, que está siendo dictado en treinta universidades de Argentina, Perú, Uruguay y se está difundiendo a México, Brasil, Guatemala y Panamá, entre otros.

Los progresos son, sin embargo, reducidos frente a lo que se necesita. Hay un extenso camino por andar en este tema ético clave.

Una sociedad civil en marcha

La convocatoria a la ética en acción está siendo recogida muy vigorosamente por la sociedad civil latinoamericana. Los ejemplos de organizaciones ejemplares se multiplican en la región. Muchas de ellas cuentan con apoyo de la política pública y de empresas privadas y son un verdadero agente de cambio prosolidaridad.

Entre muchas otras, Caritas Argentina prestó en la gran crisis de 2002 ayuda directa a 3 millones de personas con sus 150.000 voluntarios; AMIA, organismo central de la comunidad judía de ese país, estableció la principal bolsa de trabajo existente; Fe y Alegría, nacida en Venezuela, llega con su tarea educativa a dieciséis países; Faça Parte de Brasil ha logrado que en muchísimas escuelas se enseñe voluntariado… Una ONG chilena liderada e integrada por jóvenes, Un Techo para Chile, que construye viviendas para familias en extrema pobreza, acaba de recibir el Premio de Derechos Humanos Rey de Espa- ña. Hoy está presente en diecinueve países de la región. Ha construido 80.000 viviendas y participan en su labor 400.000 jóvenes voluntarios 7.

La profundización del compromiso ético de las políticas públicas, de la empresa privada y de la sociedad civil es esencial para que los grandes desafíos de derecho a salud, educación, trabajo decente, servicios básicos e inclusión sean afrontados cuanto antes en la región.

Una conclusión de conjunto

En la primera parte de este trabajo se ha analizado la demanda de más ética en la economía presente en el mundo, en la segunda se ha visto la importancia de los vacíos éticos en la grave crisis económica actual, en la tercera se han trazado las líneas de una agenda ética para la economía, y en la cuarta, se ha examinado desde una perspectiva ética la situación de América Latina.

Durante las últimas décadas ha habido una distancia considerable entre el pensamiento predominante en economía y la ética. El mensaje implícito en el pensamiento económico convencional era que la economía se resolvía técnicamente, y la ética era un tema para otras áreas, como la religión o la filosofía.

No fue así como concibieron la economía sus padres fundadores. Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y otros la vieron como una disciplina moral y se preocuparon intensamente por las implicaciones éticas de las políticas económicas y de la actuación de los agentes económicos.

Seguir el curso opuesto “ha empobrecido seriamente a la economía”, como ha subrayado el Nobel Amartya Sen. Las debilidades éticas han sido muy influyentes en los difíciles problemas actuales de la economía mundial 8.

Por otro lado, las economías más exitosas y sostenibles, que encabezan tablas como las Desarrollo Humano de la ONU, han tenido en su base la práctica rigurosa de principios éticos en las áreas públicas y privadas.

Sennett (2011), profesor emérito de la London School of Economics resalta: “Noruega y Suecia han coordinado esfuerzos para incluir a los jóvenes en los empleos para principiantes y tienen un desempleo juvenil de alrededor del 8%”. Contrasta según destaca marcadamente con el 22% de desempleo juvenil de Gran Bretaña y Estados Unidos.

Es hora de retomar a pleno la interrelación entre ética y economía. La economía debe funcionar con la mayor eficiencia pero es un medio para que en definitiva, como lo establecen las grandes sabidurías espirituales del género humano, se cumplan las metas éticas básicas.

Entre ellas, que las madres puedan dar a luz en seguridad y los niños nazcan y se desarrollen sanos, que la familia, pilar de la sociedad, pueda prosperar, que los jóvenes tengan educación y trabajo, se superen las discriminaciones de género y de toda índole, que los discapacitados sean protegidos y los mayores tengan plenas posibilidades.

Por otra parte, cada actor de la economía debe asumir sus responsabilidades éticas, y sus prácticas deben ser coherentes con ellas. Se ha perdido demasiado tiempo histórico discutiendo sobre cómo llevar la ética a la economía, y relegándola a un lugar marginal. Retomar esa conexión a fondo será decisivo para poder hacer frente al panorama que describe la encíclica Caritas in veritate (2009):

Las fuerzas técnicas que se mueven, las interrelaciones planetarias, los efectos perniciosos sobre la economía real de una actividad financiera más utilizada, y en buena parte especulativa, los imponentes flujos migratorios frecuentemente provocados, y después no gestionados adecuadamente, o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra, nos inducen hoy a reflexionar sobre las medidas necesarias para solucionar problemas que no solo son nuevos […] sino también y sobre todo tienen un efecto decisivo para el presente y el futuro de la humanidad.

Bibliografía

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Notas

  1. Disertación del dalai lama en el Congreso Mundial de Valores Éticos. Monterrey, México, 9 de septiembre de 2011, en sesión conjunta con la premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi y el autor.
  2. Puede ampliarse en la entrevista al relator de la ONU sobre el derecho a la alimentación (De Schutter 2011).
  3. El autor explora detalladamente el tema en sus obras (Kliksberg 2010 y 2011a).
  4. Véanse los trabajos de Rómulo Paes de Souza “Enseñanzas de Bolsa Familia”, y Juan Manuel Abal Medina “La asignación universal por hijo en la Argentina”, en Kliksberg (2011b). Asimismo en Sulbrandt y Lefioa (2010).
  5. Puede ampliarse en la página de Red Unirse: www.redunirse.org
  6. Puede verse información detallada sobre el programa “100 jóvenes sobresaliente por un desarrollo con ética” en Clarín (28 de septiembre, 2008). “Formarán a jóvenes universitarios comprometidos con el interés público”, y en La Nación (13 de diciembre, 2009), “Económicas de la UBA forma líderes con compromiso social”.
  7. Puede ampliarse en: http://www.untechoparamipais.org
  8. Diversas dimensiones del tema son abordadas en Sen y Kliksberg (2011).
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