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Artículo del libro Innovación. Perspectivas para el siglo XXI

Dos dinámicas de conocimiento para la innovación

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«Google es un buen ejemplo de la forma en que Estados Unidos atrae conocimiento que originalmente se ha acumulado en otros lugares del mundo»

La innovación es el motor del progreso de nuestra sociedad. Podemos definirla como una alteración drástica de la vida de las personas causada por la introducción de nuevos productos o servicios. Así pues, una innovación no es un simple descubrimiento tecnológico ni la experimentación de una idea para un nuevo producto. A menos que tales cosas afecten a la vida de la gente, su importancia social es mínima. Solo cuando provocan cambios radicales en la vida de las personas merecen recibir el nombre de innovación. Para que la innovación se materialice en nuevos productos o servicios, deben darse dos dinámicas de conocimiento: la dinámica de acumulación y la dinámica de uso del conocimiento. Normalmente, las corporaciones introducen en la sociedad nuevos productos o servicios y al hacerlo emplean diversos conocimientos, como la tecnología y otros elementos intangibles, creados y acumulados por las propias corporaciones y por otros actores de la sociedad, como las universidades. Por tanto, para poder comprender la innovación en nuestra sociedad, debemos entender dos dinámicas relacionadas con el conocimiento: cómo se acumula y cómo se utiliza. Sobre esta cuestión trata el presente ensayo.

El análisis nos lleva a dos conclusiones principales: en primer lugar, que las organizaciones son el contexto idóneo para la acumulación de conocimiento y los mercados lo son para su utilización; en segundo lugar, que un énfasis excesivo en el mecanismo de mercado puede ir en detrimento de la continuidad de la innovación, ya que debe haber alguien que acumule el conocimiento inicialmente.

Historia de tres innovadores: Apple, Microsoft y Google

Hoy en día, el ritmo de la innovación se está acelerando en todo el mundo. En las últimas tres décadas y en el ámbito del ordenador personal, por ejemplo, se han producido muchas innovaciones asombrosas que han cambiado radicalmente nuestras vidas. Entre las empresas que han liderado esta innovación, sobresalen tres que todos conocemos: Apple, Microsoft y Google. Apple introdujo en nuestras vidas uno de los primeros ordenadores personales con éxito comercial y encabezó después la innovación que llevó a un PC (Personal Computer) fácil de usar con un ratón e iconos. Hoy en día, está transformando nuestra manera de leer libros con el iPad. Microsoft es otro innovador en el terreno del software para ordenadores personales, responsable de DOS, el primer sistema operativo de uso general para los PC con procesador Intel y, posteriormente, del intuitivo sistema operativo Windows, que tuvo un enorme éxito. De hecho, no sería exagerado afirmar que estas dos compañías han escrito hasta ahora la historia de los ordenadores personales.

Cuando el ordenador personal ya se había convertido en una herramienta habitual para todos, llegó la era de Internet, que posibilitó la comunicación entre los ordenadores y nos trajo Google, que convirtió el PC en la puerta de acceso al ancho mundo de la información en Internet. La innovación de Google radicó en su fabuloso motor de búsqueda, con unos centros de datos extraordinariamente potentes y numerosos servidores que exploran la Red sin cesar. Y esos centros de datos se han convertido, precisamente, en la fuente de la siguiente generación de innovaciones informáticas, la computación en nube.

Las tres compañías nacieron en Estados Unidos, no hace demasiado tiempo, como pequeñas iniciativas empresariales, cada una de ellas dirigida por uno de estos emprendedores por antonomasia: Steve Jobs en Apple, Bill Gates en Microsoft y Sergei Brin (junto con Larry Page) en Google. No obstante, estos individuos no han hecho posibles sus innovaciones en solitario y sin ayuda de nadie. Su actividad empresarial es el resultado de una enorme acumulación de conocimiento realizada por grandes organizaciones. Para Jobs y Gates, esa gran organización fue Xerox Corporation; para Brin, la Universidad de Stanford.

La tecnología básica del intuitivo ordenador personal que conocemos hoy en día fue desarrollada por el Palo Alto Research Center (PARC) de Xerox Corporation. Esa tecnología se usó primero en una estación de trabajo denominada Alto, que fue la precursora del ordenador personal moderno. Sin embargo, a pesar del éxito técnico de aquella tecnología, Xerox no asignó suficientes recursos al proyecto por diversos problemas administrativos internos y de la predicción de unos malos resultados financieros que los departamentos de marketing y contabilidad de la corporación habían transmitido a la dirección de la compañía. Así, lamentablemente, Xerox perdió la oportunidad de convertirse en el innovador del mercado para el ordenador personal. Aunque el desarrollo tecnológico del ordenador personal tuvo éxito gracias a la enorme cantidad de recursos que Xerox podía permitirse, la compañía no supo utilizar bien el conocimiento acumulado para su propio éxito comercial.

Decepcionados, muchos ingenieros dejaron el PARC. Un grupo se unió a Steve Jobs en Apple y creó el Lisa y el Macintosh, el predecesor de los ordenadores personales de nuestros días. Otro grupo de ingenieros del PARC respondió a la invitación de Bill Gates de incorporarse a Microsoft, donde desarrollaron el sistema operativo Windows. Así, Xerox, una gran organización, había acumulado en el PARC la mayor parte del conocimiento básico necesario para la era del ordenador personal, un conocimiento que las pequeñas iniciativas empresariales de Silicon Valley emplearían más tarde para su comercialización. Algunos emprendedores con un agudo sentido empresarial intuyeron el potencial de la tecnología acumulada por las grandes organizaciones e intentaron sacar provecho de ellas apropiándose del conocimiento que habían atesorado a través del mecanismo de mercado.

En el caso de Sergei Brin, cofundador de Google, la principal organización de gran tamaño cuya acumulación de conocimiento pudo aprovechar fue la Universidad de Stanford. Wikipedia ofrece la siguiente descripción de la historia de su vida hasta que creó Google:

Brin inmigró a Estados Unidos desde la Unión Soviética cuando tenía seis años. Se licenció en la Universidad de Maryland, donde, siguiendo los pasos de su padre y su abuelo, estudió matemáticas, un título que completó con una segunda especialidad en ciencias informáticas. Después de licenciarse, se trasladó a Stanford para doctorarse en informática. Allí conoció a Larry Page, con quien no tardó en entablar amistad. Llenaron su habitación de la residencia de estudiantes de ordenadores baratos y aplicaron el sistema de recopilación de datos de Brin para diseñar un motor de búsqueda superior. El programa se hizo popular en Stanford y sus creadores interrumpieron sus respectivos doctorados para crear Google en un garaje alquilado.

La formación impartida en Stanford y la red de profesores y estudiantes que allí existe suministraron a Brin tanto el conocimiento acumulado que podía utilizar como el semillero de ideas y reacciones que llevarían al desarrollo tecnológico del motor de búsqueda de Google.

¿Dos dinámicas de conocimiento desarrolladas por dos grupos diferentes?

Las historias de estos tres innovadores indican que para que una innovación triunfe, los dos aspectos del conocimiento implicados en la innovación —la acumulación del conocimiento necesario y su utilización— suelen dividirse entre dos grupos distintos de personas u organizaciones: los que acumulan el conocimiento y los que lo utilizan. Por supuesto, pueden darse casos afortunados en los que los mismos individuos u organizaciones concentren la acumulación y la utilización, pero eso es más la excepción que la regla.

¿A qué se debe esto? Las razones parecen residir en la naturaleza del propio proceso de innovación. Normalmente, la innovación es un proceso largo que debe pasar por tres fases claramente diferenciadas. En primer lugar, se da una fase de desarrollo de la tecnología. Una nueva tecnología se desarrolla y se cultiva usando diversos conocimientos acumulados en la sociedad. En segundo lugar, la nueva tecnología debe encontrar un punto de acceso al mercado tras materializarse en un nuevo producto. Denominaremos a esta etapa fase de entrada en el mercado. En tercer lugar, el nuevo producto introducido debe ser aceptado por un número elevado de personas en la sociedad para que una pequeña entrada en el mercado se traduzca en una gran avalancha de demanda. Solo cuando se produce esta avalancha, el nuevo producto pasa a ser empleado por muchas personas y cambia sus vidas. En cierto sentido, la sociedad se pone de acuerdo y avanza con el nuevo producto. Denominaremos a esta tercera etapa la fase del movimiento social. Solo cuando esta tercera etapa tiene éxito, la innovación se convierte en una realidad.

El conocimiento desempeña un papel fundamental en todas las fases de la innovación. En la primera fase, la del desarrollo tecnológico, el conocimiento tecnológico se debe crear y acumular para que la nueva tecnología se pueda aplicar en la realidad. La dinámica de acumulación del conocimiento es la clave de la primera fase. Incluimos la creación de conocimiento en la dinámica de acumulación del conocimiento, porque esta presupone la creación del nuevo conocimiento que se va a acumular. En la segunda fase de la innovación, la de entrada en el mercado, la dinámica de utilización del conocimiento es la principal actividad relacionada con el conocimiento. En ella, el conocimiento tecnológico que se ha acumulado en la primera fase debe combinarse con el conocimiento del mercado para desarrollar un nuevo producto. En la tercera fase de la innovación, la de movimiento social, debe producirse una difusión del conocimiento a gran escala para que muchas personas reconozcan el nuevo producto y muestren interés por él. Se trata de una forma de utilización del conocimiento, ya que un número elevado de personas termina compartiendo el conocimiento sobre el nuevo producto, con lo que la utilización del conocimiento se traduce en una difusión generalizada. Así pues, la utilización del conocimiento es la actividad central en las dos últimas fases del proceso de innovación.

Aunque dividamos las actividades relacionadas con el conocimiento en estos procesos de acumulación y utilización, es importante señalar que se trata de actividades muy dinámicas que están estrechamente vinculadas entre sí. Por ejemplo, la acumulación del conocimiento conlleva la utilización del conocimiento antiguo para crear el conocimiento nuevo, de modo que el conocimiento total combinado, antiguo y nuevo, es el que se acumula. Por otra parte, en el proceso de utilización del conocimiento se producen a menudo situaciones en las que el conocimiento empleado inicialmente no basta para desarrollar un nuevo producto que se pueda introducir en el mercado, lo que obliga a crear nuevos conocimientos que suplan las carencias. El conocimiento creado no desaparecerá después de usarse. Sin duda, se acumulará de algún modo tras su creación. En este sentido, la utilización del conocimiento puede ser el punto de partida de otra ronda de acumulación de conocimiento.

Según este planteamiento, podemos encontrar al menos dos razones por las que se requieren dos grupos diferenciados para que todo el proceso de innovación tenga éxito. Una razón es que el camino que lleva del principio de una innovación, la fase de desarrollo de la tecnología, hasta el final, la fase de movimiento social, suele ser largo. Por este motivo, un solo grupo de personas no basta normalmente para llevarlo a término y se deben establecer turnos entre distintos grupos, como en una carrera de relevos. Otra razón es la diferencia de carácter entre la acumulación del conocimiento y su utilización. Las personas más dotadas para la acumulación del conocimiento pueden no ser las idóneas para su utilización en el mercado.

Aunque la acumulación y la utilización del conocimiento son procesos que se entrelazan, sigue resultando útil mantener la diferenciación conceptual entre la dinámica de acumulación del conocimiento y la dinámica de utilización del conocimiento. La idea principal es que para que se produzca una innovación deben darse las dos dinámicas, que suelen estar en manos de dos grupos diferentes de personas o se desarrollan en dos lugares distintos.

La organización acumula y el mercado utiliza

La historia de estos tres innovadores también nos enseña que la dinámica de acumulación del conocimiento se produce a menudo en grandes organizaciones, como Xerox y la Universidad de Stanford, mientras que la utilización del conocimiento queda en manos de emprendedores como Jobs, Gates y Brin y se desarrolla en el mercado. Se diría que la organización acumula el conocimiento y el mercado utiliza posteriormente el conocimiento acumulado.

Las organizaciones son los lugares en los que las personas se reúnen y forman equipos con los que se crea una red humana estable. En esa red, las personas aprenden y acumulan juntas e intercambian conocimientos. Las organizaciones son el contexto idóneo para la acumulación de conocimiento. Sin embargo, no suelen ser especialmente hábiles utilizando el conocimiento acumulado, como ilustra el caso de Xerox. Las organizaciones, corporativas y no corporativas, disponen de mecanismos jerárquicos de toma de decisiones y asignación de recursos dentro de su estructura. Esta jerarquía se convierte en muchos casos en un obstáculo para la libre experimentación guiada por el espíritu emprendedor dentro de la organización, especialmente cuando conlleva una inversión elevada. Pero ese tipo de inversión es inevitable en la segunda fase de la innovación, la de entrada en el mercado. La cantidad de dinero implicada en esa etapa suele ser enorme, mientras que la fase de desarrollo de la tecnología es mucho menos costosa. En cierto sentido, la jerarquía de la organización no es buena calculando los riesgos y por tanto tampoco destaca en la utilización del conocimiento.

El error de Xerox al no invertir en el ordenador personal es un ejemplo de este fallo jerárquico. Xerox no es, sin embargo, una excepción. Muchas grandes empresas de tecnologías de la información, como IBM y AT&T (American Telephone and Telegraph), acumularon en sus laboratorios, el Watson Research Center en el caso de IBM y el Bell Laboratory en el de AT&T, buena parte del conocimiento básico que aplicamos hoy en día en las tecnologías de la información y de las comunicaciones. Sin embargo, no pudieron hacer realidad todo el potencial comercial de sus conocimientos. Emprendedores y proyectos empresariales derivados de estas organizaciones, como Steve Jobs en Apple, Bill Gates en Microsoft, Scott McNealy en Sun Micro Systems, Larry Ellison en Oracle y John Chambers en Cisco Systems, cosecharon los enormes beneficios económicos generados por el conocimiento que IBM y AT&T habían acumulado.

Además, los emprendedores que tuvieron éxito en las dos últimas fases de la innovación, la de entrada en el mercado y la de movimiento social, fueron en muchos casos antiguos empleados de estas grandes firmas. Entre los emprendedores que se han mencionado en este artículo, McNealy, Ellison y Chambers habían trabajado en el pasado para IBM o AT&T. Solo Jobs y Gates partieron de cero en sus iniciativas empresariales. Irónicamente, IBM y AT&T no solo hicieron una gran contribución a la acumulación de conocimiento básico para el sector de la TI (tecnología de la información) actual, sino que además aportaron muchos emprendedores que completaron innovaciones en este campo.

La reestructuración que tuvo lugar en IBM y en AT&T en la década de 1980 en respuesta a las presiones del gobierno de Estados Unidos, que impuso la división de estas organizaciones en aplicación de las leyes antimonopolio, fue el factor que más influyó en el salto de estos emprendedores a otros proyectos empresariales. Así pues, la revolución de la TI en Estados Unidos habría sido imposible sin la acumulación básica realizada en estas grandes compañías, pero también habría sido inviable sin su reestructuración, que no solo llevó a muchos futuros emprendedores al nuevo mercado empresarial, sino que incorporó además al mercado laboral a numerosos ingenieros que habían tenido que dejar estas grandes organizaciones.

Un mérito importante del mercado en la utilización del conocimiento se deriva de su capacidad para ampliar las posibles combinaciones de los distintos conocimientos acumulados en diversas organizaciones trascendiendo sus fronteras. Los emprendedores no se ven constreñidos a los límites de las organizaciones y no están sometidos tampoco a su control jerárquico. Cuando huelen una oportunidad de innovación, pueden aprovechar el conocimiento acumulado en otras grandes organizaciones reclutando talentos procedentes de ellas o bien aprendiendo directamente del trabajo desarrollado por ellos mismos en esas organizaciones. Gracias a los buenos reflejos de estos emprendedores, los recursos se recombinan y se asignan de modo que la oportunidad imaginada se convierte en una realidad. El mercado sirve de campo de experimentación. Sin embargo, el mercado no es el mejor contexto para la acumulación del conocimiento. Esta actividad requiere una red humana estable, como un equipo, en la que el aprendizaje se dé entre muchos individuos con una sólida base común. El mercado no desarrolla fácilmente la capacidad de acoger una red humana estable de esa naturaleza, ya que la libertad de acción de quienes participan en él, y en especial la libertad de entrada y de salida, son los principios básicos de las transacciones de mercado.

En cualquier economía de mercado, existen organizaciones corporativas que son los actores económicos fundamentales y existen también organizaciones no corporativas como las universidades, especializadas en la acumulación de conocimiento. Estos dos tipos de organizaciones se vinculan por medio de las transacciones de mercado y complementan así la división del trabajo establecida entre ellas. Los mercados también relacionan a las organizaciones corporativas con los consumidores. Por tanto, las organizaciones y los mercados son dos unidades esenciales de cualquier economía de mercado, ya sea nacional o regional.

Si pensamos en el panorama global de las dinámicas de acumulación y utilización del conocimiento en el conjunto de la economía, el análisis realizado hasta ahora implica que las organizaciones, corporativas y no corporativas, son el escenario principal de la dinámica de acumulación. Las organizaciones son los lugares en los que se produce la acumulación. Para la dinámica de utilización, en cambio, el escenario principal es el mercado. El mercado es el entorno en el que se lleva a cabo la utilización. Obviamente, quien utiliza en la práctica el conocimiento acumulado para aplicarlo a una innovación es el emprendedor, junto con la organización corporativa que lidera. Esa utilización, sin embargo, tiene lugar en el contexto del mercado. En resumen, la organización acumula y el mercado utiliza o, por decirlo de un modo más exacto, el mercado permite que una firma haga uso de la acumulación de otras organizaciones.

Sin duda, en el caso de nuestros tres innovadores, como en otros muchos, el mecanismo de mercado permitió que los emprendedores utilizaran los distintos conocimientos acumulados en diversos ámbitos de la economía. Sin embargo, es importante señalar que debe existir alguien que acumule inicialmente el conocimiento. La utilización del conocimiento no se puede producir si este no se acumula previamente.

En resumen, la acumulación del conocimiento se da a través del aprendizaje en el seno de un equipo de personas que comparten un objetivo y una base de conocimientos comunes. Este es el punto fuerte de las organizaciones. La utilización del conocimiento para la innovación exige la experimentación de una nueva combinación de conocimientos fuera de los límites de una organización y la asignación del recurso adecuado en el momento justo a esa combinación. Y los emprendedores que tienen visiones únicas son quienes llevan a cabo la utilización. El mercado es el contexto en el que se produce este tipo de experimento.

Estados Unidos experimenta y Japón desarrolla

Aunque en cualquier economía de mercado conviven la organización corporativa y el mercado, las formas en las que estos dos elementos actúan y su importancia relativa en el conjunto de la economía varía de unos países a otros. Cualquier economía de mercado es una combinación de dos mecanismos: el de asignación (jerárquica) de recursos en las organizaciones y el de mercado.

En una organización corporativa, los recursos se asignan a los miembros por medio del mecanismo de la autoridad jerárquica y la coordinación. En el mercado, el mecanismo de la competencia y los precios regula la relación entre oferta y demanda y distribuye los recursos entre los participantes. Los dos mecanismos pueden variar con el tiempo y de unos países a otros en sus detalles prácticos y en los patrones de conducta básicos de sus integrantes.

Si comparamos Estados Unidos y Japón en cuanto a la combinación entre organización y mercado que se da en la economía, numerosas investigaciones, respaldadas por los datos simplificados, parecen indicar que Japón es una economía de mercado más orientada a la organización y que Estados Unidos, en cambio, es una economía más orientada al mercado. Por ejemplo, en el mercado japonés de los bienes de producción intermedios, los compradores y los vendedores suelen mantener relaciones transaccionales de larga duración y en muchos casos desarrollan colaboraciones estables para la innovación. La relación que se da en las transacciones de las piezas para coches en el sector automovilístico de Japón es un ejemplo típico de esta situación y se denomina con frecuencia relación Keiretsu. En el mercado de piezas para autos de Estados Unidos, en cambio, lo normal es que se den relaciones más breves y que se guarden más las distancias. En una ocasión describí el patrón del mecanismo de mercado caracterizado por esta estrecha relación como mercado organizacional (un tipo de mecanismo de mercado con ciertos rasgos del mecanismo organizacional), por contraste con los mercados estadounidenses, en los que se da una mayor libertad competitiva.

De ello se desprende que Japón ha de ser mejor en la dinámica de acumulación del conocimiento y que Estados Unidos lo será en la de utilización del conocimiento. Y parece, ciertamente, que así es, si nos guiamos, entre otras cosas, por las naturalezas dispares de las actividades de innovación de los dos países. Estados Unidos es el país de los experimentos industriales y Japón, el del cultivo o el desarrollo industrial.

De hecho, Estados Unidos parece el lugar idóneo para diversas actividades experimentales dirigidas a poner en marcha una nueva empresa o un nuevo modelo empresarial en muchos sectores. Con el fin de suministrar recursos a estos experimentos, tanto el mercado de capital como el de trabajo norteamericanos son muy dinámicos y cuentan con una gran cantidad de capital riesgo y un importante mercado de oferta pública para las nuevas compañías. Atraídos por esos mercados, el capital y la mano de obra fluyen a Estados Unidos desde todos los rincones del mundo, como sucede en Silicon Valley.

A lo largo de la historia se han dado numerosos episodios en los que Estados Unidos ha desempeñado un papel muy dominante en las primeras etapas de la comercialización de una innovación. Incluso si limitamos el alcance de nuestro análisis a los últimos cuarenta años, en los que Japón se ha acercado a Estados Unidos en cuanto a potencia industrial, este último país fue el líder indiscutible en campos como los semiconductores, las pantallas de cristal líquido, la tecnología de la información y la biotecnología, entre otros.

Japón no se ha quedado demasiado rezagado en lo tocante al desarrollo de algunos sectores una vez plantada la semilla. Tanto en los semiconductores como en las pantallas de cristal líquido, Japón ha liderado el mundo en diversas etapas del desarrollo industrial, una vez completada la fase experimental inicial y cuando el ritmo de la innovación tecnológica ya ha madurado. Otro ejemplo histórico es el de los automóviles. Japón está aventajando a Estados Unidos como actor principal de este sector, creado en Norteamérica hace tantos años. En este proceso, el sistema Keiretsu japonés de cooperación entre empresas, una especie de mercado organizacional, ha desempeñado un papel crucial.

¿Por qué puede Estados Unidos seguir actuando de este modo? La dinámica de utilización del conocimiento norteamericana parece seguir activa y a pleno rendimiento incluso en nuestros días, y Google es uno de los ejemplos más recientes. Como ya se ha señalado, cualquier utilización de conocimiento presupone una acumulación de conocimiento previa. Sin acumulación, no hay nada que se pueda utilizar. En tal caso, ¿de dónde procede la acumulación de conocimiento que nutre la dinámica de utilización del conocimiento en Estados Unidos? Tal vez ya no se deba tanto como antes a la acumulación de las organizaciones corporativas norteamericanas. El famoso Bell Lab, por ejemplo, desapareció tras la división de AT&T, y se dice que el Watson Research Center de IBM está lejos de sus días de gloria.

Hay al menos dos fuentes de acumulación del conocimiento que las compañías y los emprendedores estadounidenses pueden usar. Una es la base de conocimientos abierta almacenada en las universidades americanas. La otra es la acumulación de conocimiento que se realiza en otros países, tanto en las organizaciones corporativas como en las no corporativas. Estados Unidos puede aprovechar y atraer esas fuentes de acumulación que se encuentran fuera de sus fronteras nacionales.

Estados Unidos como escenario de mercado del mundo

Uno de los pilares más característicos del sistema económico americano parece residir en su carácter abierto. Una de las formas obvias que las empresas americanas tienen de sacar partido de esta naturaleza abierta es ampliar el alcance de la base de conocimientos a la que tienen acceso. De hecho, las empresas norteamericanas son desde hace algún tiempo mucho más activas en el uso de fuentes internacionales para su base de conocimientos, ya sea en la forma de actividades de I+D extranjeras o invitando a miembros de universidades de otros países a diversas organizaciones, universidades o compañías estadounidenses. En cierto modo, esto refleja un esfuerzo por ampliar la base de conocimientos abierta disponible para las empresas americanas.

Otra práctica de ampliación de la base de conocimientos abierta consiste en contar dentro de Estados Unidos con centros de nuevas actividades empresariales de innovación que puedan funcionar como mercados, como por ejemplo Silicon Valley. La existencia de estos mercados atrae a muchas personas de todo el mundo, que se trasladan hasta esos lugares y traen con ellas todo su conocimiento acumulado. Gente de muchos rincones del planeta acude en masa al territorio norteamericano para aprovechar su acumulación de conocimiento en el escenario de mercado que proporciona Estados Unidos. En cierto sentido, Estados Unidos explota esa gran base de conocimientos abierta existente en el mundo ofreciendo el mercado que anima a quienes poseen el conocimiento fuera de las fronteras americanas a ir al país y participar.

Como ya hemos mencionado, esto es posible en parte gracias a la existencia en Estados Unidos de un mercado de trabajo muy dinámico y de un mercado de capital riesgo muy activo. Hay, sin embargo, otras tres condiciones básicas que han permitido que Estados Unidos se convierta en el escenario de mercado del mundo.

La primera condición es que el idioma nativo de Estados Unidos, el inglés, es la lingua franca del planeta, una condición que el país debe al Imperio Británico. Personas de otras partes del mundo pueden venir a Estados Unidos sin temor a las barreras idiomáticas, siempre y cuando puedan hablar al menos un inglés básico. La segunda condición es que el dólar americano es la divisa clave en el contexto internacional. Las personas que ganan dinero usando el sistema de mercado norteamericano no tienen que preocuparse en exceso por el valor internacional de lo obtenido, o al menos así era hasta la quiebra de Lehman. La tercera condición es que Estados Unidos es un país de inmigrantes no solo por su origen, sino también por su política de inmigración actual. Norteamérica es, pues, un crisol en el que se mezcla gente con orígenes étnicos muy diferentes y al que cualquier persona puede llegar desde cualquier lugar del mundo. Quienes vienen a Estados Unidos no tienen que preocuparse demasiado por su origen.

En cierto modo, Google es un buen ejemplo de la forma en que Estados Unidos atrae conocimiento que originalmente se ha acumulado en otros lugares del mundo. Sergei Brin llegó a Estados Unidos a la edad de seis años procedente de la Unión Soviética, donde su padre era profesor de matemáticas en una de las principales universidades. Siguiendo la tradición familiar, el padre educó a su hijo para que se convirtiera en matemático, utilizando para ello el conocimiento acumulado en el sistema universitario de la Unión Soviética. El resto ya es historia.

No hay ningún otro país que pueda emular actualmente estas tres condiciones —idioma, divisa y origen étnico—. Se trata de una situación muy especial y exclusiva de Estados Unidos, debida a unas circunstancias históricas y étnicas que no se dan en ningún otro país. Y es esa coyuntura tan especial la que hace posible que Estados Unidos mantenga su dinámica de utilización del conocimiento.

Un énfasis adecuado en la acumulación de conocimiento organizacional

En cierto modo, el caso de Estados Unidos es único, la excepción y no la regla. Si otros países tratan de reproducir el glamour de la dinámica de utilización del conocimiento al estilo americano e intentan, por ejemplo, desarrollar su propio Silicon Valley sin acompañarlo con un esfuerzo importante por impulsar la dinámica de acumulación del conocimiento dentro de sus fronteras nacionales, lo más probable es que fracasen. La utilización del conocimiento no puede funcionar si antes no se produce la acumulación.

Tras la dinámica de utilización del conocimiento de Estados Unidos subyace un mecanismo de mercado especialmente activo. Los economistas suelen sobrevalorar los méritos del mecanismo de mercado. Y tras la caída, en la década de 1990, del comunismo y de la economía dirigida estatalmente, la ideología norteamericana parece haber arrasado en el mundo.

Una cosa es usar el mecanismo de mercado para asignar recursos en una economía estable en la que la base de conocimientos o de tecnología no cambia en exceso; la teoría básica de una economía de mercado casi siempre presupone un conjunto tecnológico dado. Otra cosa muy distinta, sin embargo, es creer en demasía en el mecanismo de mercado cuando se estudia la forma de ampliar la base de conocimientos de la sociedad por medio de la acumulación de nuevo conocimiento, como sucede en el caso de la innovación. ¿Quién acumulará el conocimiento si la mayoría de los actores económicos están ocupados tratando de utilizar lo que ya saben?

Además, cuando la dinámica de utilización gana terreno, la dinámica de acumulación puede reducirse. La dinámica de utilización será más activa (es decir, crecerá) si existen fuentes de conocimiento a las que las corporaciones puedan recurrir para la utilización. A menudo, las organizaciones desarrollan dependencia con respecto a bases de conocimientos abiertas ajenas a las propias corporaciones. Este aumento de la dependencia externa puede tener un impacto negativo en los esfuerzos de la organización corporativa por acumular conocimiento interno, porque sus miembros pueden considerar que usar el conocimiento externo es más rentable que invertir para promover la acumulación de conocimiento interna. Dado que las corporaciones desempeñan un papel fundamental para la acumulación de conocimiento en la sociedad a través de sus iniciativas internas de I+D, un incremento de su dependencia externa implica que la dinámica de acumulación de la sociedad como conjunto experimenta una contracción.

La innovación es esencial para el crecimiento económico, ya sea en una economía nacional o en una regional. Debemos estudiar a fondo el mecanismo que permite que la innovación sea más activa en el conjunto de la economía. Como ya hemos subrayado, la organización acumula y el mercado utiliza. Además, existen tendencias que sobrevaloran la importancia del mecanismo de mercado, hasta el punto de olvidar la trascendencia del mecanismo organizacional. Debemos prestar la atención necesaria al mecanismo de acumulación de conocimiento organizacional tanto en las organizaciones corporativas como en las no corporativas. Un planteamiento excesivamente orientado al mercado puede ir en detrimento de una ruta de innovación sostenible para la economía y para la sociedad en su conjunto.

Bibliografía

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