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27 enero 2017

Apolo 1, 50 años de la tragedia que nos llevó a la Luna

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El 27 de enero de 1967 no debía haber sido una fecha para la historia. Su lugar debía haberlo ocupado el 21 de febrero, el día previsto para el lanzamiento de la primera misión tripulada del nuevo programa espacial Apolo de la NASA, que debía llevar al hombre a la Luna antes del fin de la década. Aquella primera misión, entonces llamada AS-204, debía abrir el camino con el primer vuelo orbital.

El módulo de comando del Apolo 1 durante una revisión en Downey (California) en 1966. Crédito: Aviación Norteamericana

Los astronautas estadounidenses ya habían viajado al espacio. De hecho, dos de los tripulantes de aquella misión eran veteranos: Virgil Ivan Gus Grissom era uno de los Siete del proyecto Mercury que Tom Wolfe retrataría en su libro The Right Stuff. Su compañero Edward Higgins White se había incorporado más tarde al proyecto Gemini, pero había sido el primer estadounidense en pasear por el espacio. Sólo el tercero de ellos, Roger Bruce Chaffee, era novato; sin embargo, los tres eran conscientes de que, como pioneros de una nueva generación de vuelos espaciales, corrían un riesgo.

Pero no aquel día. El 27 de enero era sólo una etapa más en la rutina del entrenamiento: una especie de ensayo general, con una cuenta atrás simulada y una prueba de “enchufes fuera” o plugs-out; una desconexión de los sistemas de tierra para comprobar que el Módulo de Mando 012, bautizado como Apolo 1, podía autoabastecerse de energía. No había combustible ni bulones explosivos. No había ningún peligro. A la 1:00 de la tarde, los tres astronautas abordaron su nave sin imaginar que no saldrían de ella con vida.

Accidente a los 30 segundos

Todo ocurrió en menos de medio minuto. A las 6:31:04 pm, uno de los astronautas dio la voz de alarma sobre un incendio que se había declarado en la cabina. Siguieron gritos confusos, y la imagen de televisión mostró a White tratando de abrir la escotilla mientras las llamas barrían la imagen. A las 6:31:22 la transmisión se cortó. El fuego era tan violento que se abrió paso a través de la pared del módulo, afectando a la plataforma y expulsando una densa humareda que retrasó el acceso a la cabina durante cinco minutos. Los tres astronautas ya habían muerto. Tardaron 90 minutos en poder extraer los cuerpos de los restos calcinados.

“La conmoción del accidente del Apolo 1 tuvo un impacto inmenso en el programa”, comenta a OpenMind el historiador jefe de la NASA, William P. Barry. “Lo más llamativo fue que un test en tierra, considerado como no peligroso, fuera de hecho extremadamente peligroso”. La tragedia paralizó el programa durante 18 meses. Y aunque mucho se averiguó sobre lo que había fallado, “no fue posible determinar con exactitud qué fue lo que inició realmente el fuego del Apolo 1”, cuenta a OpenMind el ingeniero de sistemas aeroespaciales Matteo Emanuelli, exeditor de la revista Space Safety Magazine.

Según Emanuelli, “muchas cosas fueron mal”. Una vez que hubo saltado la chispa, fue una desafortunada acumulación de defectos la que desató la tragedia. En primer lugar, la cabina estaba llena de materiales inflamables, sobre todo redes de náilon y velcro, elementos destinados al almacenamiento. Incluso los trajes presurizados de los astronautas eran de náilon. Todo ello podía prender aún más fácilmente en la atmósfera de oxígeno puro que llenaba el módulo.

Tres astronautas atrapados

Y una vez declarado el fuego, los astronautas se encontraron atrapados sin posibilidad de escape, ya que la escotilla se abría hacia dentro; estaba diseñada para que la diferencia de presión, mayor en el interior, sellara el cierre. En tierra, la cabina se llenaba con oxígeno a una presión superior a la atmosférica, por lo que era imposible abrir la escotilla. Por último, señala Emanuelli, “el equipo de emergencia no estaba preparado para un accidente así”, lo que explica el largo tiempo de reacción.

Según reveló la investigación, esos materiales inflamables fueron la causa directa de las muertes: “No murieron por las llamas, sino asfixiados por el monóxido de carbono causado por sus trajes espaciales al fundirse por el fuego”, dice Emanuelli. “Ya se habían ido unos segundos después de que los trajes empezaran a fundirse”.

La tripulación del Apolo 1 durante un entrenamiento de simulación el 19 de enero de 1967. Crédito: NASA

En el fondo, y en la opinión personal del experto de la NASA David R. Williams, del Centro Goddard de Vuelos Espaciales, “la causa raíz fue la lenta aceptación de las anomalías a lo largo del tiempo”, dice a OpenMind. “Es decir, si algo pequeño fallaba pero no ocurría nada malo, se aceptaba, en lugar de ceñirse a directrices rígidas, así que esta lentitud de aceptación acabó llevando a una situación peligrosa”.

Preocupación por el diseño

Naturalmente, el desastre del Apolo 1 puso fin a aquella resistencia al cambio. En la NASA se generó una fuerte preocupación por un diseño a prueba de fallos y los módulos del programa Apolo destinados a volar a la Luna incorporaron mejoras radicales. Se retiraron todos los materiales inflamables, y los trajes se confeccionaron con un tejido ignífugo. Se decidió que la cabina en tierra se llenaría con una mezcla de oxígeno al 60% y nitrógeno al 40%, y que sólo se reemplazaría por oxígeno puro una vez en el espacio, cuando la presión necesaria era menor. El diseño de la escotilla se modificó para que pudiera abrirse desde el interior en sólo siete segundos.

Pero para Williams, la mejora crucial fue en los procedimientos: “tal vez el principal cambio fue una mayor documentación de todos los cambios de la configuración a medida que se hacían, así como investigaciones y registros de cada anomalía”. Y en opinión del experto, fue éste el factor que permitió la culminación del proyecto Apolo sin más bajas. “Como resultado, el resto del programa se llevó a cabo con seguridad”, concluye también Barry; “nueve misiones volaron a la Luna, seis tripulaciones aterrizaron allí, e incluso con la explosión en el Módulo de Servicio del Apolo 13, todas las tripulaciones regresaron sanas y salvas a la Tierra”. Posiblemente éste fue el mayor legado de los astronautas del Apolo 1: la Luna.

Javier Yanes para Ventana al Conocimiento

@Yanes68

 

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