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22 noviembre 2018

Alfonso X el Sabio, el rey que inició el giro copernicano

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Si la expresión “la noche de los tiempos” pudiera hacer referencia a alguna época concreta, bien podría ser 1221. Aquel año terminaba la quinta cruzada, una guerra inútil que acabó con las cosas tal como estaban antes de iniciarse. Genghis Khan consolidaba su imperio mongol, dejando a su paso inmensas masacres con millones de cadáveres. Y sin embargo, en aquellos tiempos oscuros nacía una rara luminaria que iba a facilitar lo que tres siglos después sería la revolución copernicana: el rey Alfonso X de Castilla, llamado el Sabio.

No es que el rey Alfonso (23 de noviembre de 1221 – 4 de abril de 1284) no se dedicara a lo común en los monarcas de su tiempo; es decir, conquistar, arrasar y enredarse en embrollos sucesorios y conspiraciones de poder, que le llevaron a ordenar la ejecución de su hermano Fadrique. Su reinado, desde 1252 hasta su muerte, se enclavó en plena Reconquista contra los musulmanes, durante la cual tuvo ocasión de legar a la historia su nutrida cuota de masacres.

Retrato de Alfonso X el Sabio. Fuente: La colección de retratos de reyes del Ayuntamiento de León

Sin embargo, Alfonso tenía una influencia inusual en su época: su madre, la alemana Beatriz de Suabia. Era una mujer culta, criada en la corte de su primo Federico II de Hohenstaufen, un entusiasta promotor de las artes y las ciencias, y fundador de la Universidad de Nápoles. Beatriz transmitió a sus hijos el amor por la cultura, a consecuencia de lo cual Alfonso reunió en su corte a una cosmopolita amalgama de intelectuales cristianos, judíos y musulmanes. Al reorientar el trabajo de la Escuela de traductores de Toledo para traducir las obras al castellano en lugar de al latín, fomentó el uso de esta lengua entonces vulgar, asentando los cimientos de la lengua española.

Entre las obras traducidas por aquellos eruditos se encontraban numerosos textos científicos y médicos de origen judío o árabe. Y entre ellos, una de las contribuciones más destacadas del monarca fueron sin duda las Tablas Alfonsíes, un registro de datos astronómicos de la observación del firmamento desde Toledo. La obra actualizó las Tablas Toledanas elaboradas en el siglo XI por el astrónomo árabe-toledano Azarquiel y otros. Basándose en el sistema geocéntrico de Ptolomeo, las nuevas tablas publicadas por Alfonso fueron elaboradas entre 1263 y 1272 bajo la dirección de los astrónomos judíos Yehuda ben Moshe e Isaac ben Sid.

Un eslabón entre Ptolomeo y Copérnico

Por desgracia, las tablas originales manuscritas en castellano no se han conservado. De hecho, la obra desapareció durante medio siglo, hasta que en 1321 se produjo en París una versión en latín cuyas copias comenzaron a circular por Europa. Así, las Tablas Alfonsíes se convirtieron durante siglos en el instrumento más popular en Occidente para calcular las efemérides o posiciones de los astros, empleadas también por los astrólogos para formular sus predicciones. La primera versión impresa apareció en 1483 en Venecia. La segunda edición se publicó en 1492, y una de aquellas copias fue adquirida por un joven estudiante de la Universidad de Cracovia (Polonia) llamado Nicolás Copérnico.

Las Tablas Alfonsíes eran un registro de datos astronómicos de la observación del firmamento desde Toledo. Fuente: Wikimedia

Copérnico mandó encuadernar aquel ejemplar con cubiertas de cuero y le añadió 16 hojas en blanco para sus anotaciones. De este modo comenzaba una carrera que medio siglo después, poco antes de la muerte del astrónomo polaco en 1543, culminaría en la publicación de De revolutionibus orbium coelestium, un título premonitorio de la revolución que llegó a prender: la del sistema heliocéntrico que derribaba el geocentrismo de Ptolomeo.

Las de Alfonso no fueron ni mucho menos las únicas tablas que Copérnico empleó, y se ha cuestionado que llegara a basarse en ellas extensamente. Es más, incluso se ha sugerido que las tablas parisinas, las que hoy pasan por ser las alfonsíes, quizá no procedían de estas sino que fueron una producción completamente independiente. Al fin y al cabo era la noche de los tiempos y probablemente muchos de aquellos detalles quedarán para siempre envueltos en la oscuridad. Pero si hay algo incuestionable es que Alfonso X el Sabio ha pasado a la historia como el eslabón entre Ptolomeo y Copérnico, en una cadena que se prolongó hasta lo que hoy llamamos ciencia.

Javier Yanes

@yanes68

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