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24 enero 2017

Alargar la vida sin acortar los telómeros

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El que fuera, posiblemente, el mayor experto de artes marciales de su época, el legendario Bruce Lee, no sólo dejó para el recuerdo sus increíbles golpes, sino, también, pequeños grandes tesoros en forma de frases que reflejaban la esencia misma de su filosofía de vida. Una de ellas decía que “La clave para la inmortalidad es principalmente vivir una vida que valga la pena recordar”, un concepto hasta ahora místico e idealizado pero que, gracias a la ciencia, el hombre está cada día más cerca de alcanzar. No en vano, el mundo desarrollado puede presumir de estar logrando a un ritmo envidiable incrementar a razón de tres meses por cada año que pasa la esperanza de vida de sus ciudadanos, algo inaudito en la historia de la humanidad.

Una de las principales preocupaciones de la sociedad actual es conseguir un envejecimiento sostenible, mejorando la calidad de vida de los mayores
Una de las principales preocupaciones de la sociedad actual es conseguir un envejecimiento sostenible, mejorando la calidad de vida de los mayores / crédito: pixabay

En la otra cara de la moneda, se presenta el ambicioso reto de conseguir que las personas gocen de las mejores condiciones de salud y de la mayor calidad de vida posible, especialmente en los años posteriores a su jubilación, dado que es ahí cuando aumenta exponencialmente el riesgo de sufrir enfermedades, afectando con ello a su independencia física y emocional. Es decir, que tener una sociedad cada vez más envejecida sólo será sostenible para los Estados, en términos tanto económicos como morales, si el hecho de vivir más años está acompañado de un esfuerzo en la reducción tanto de la prevalencia como de los efectos de distintas enfermedades como cáncer, diabetes, patologías cardiovasculares, degenerativas, etc.

Los telómeros: El gran biomarcador del envejecimiento

En este contexto, la ciencia ya ha demostrado el papel fundamental que juegan los telómeros en el mecanismo que regula y controla la viabilidad celular, convirtiéndose en un reflejo global de cómo una persona está envejeciendo. Los telómeros no son más que estructuras de ADN y proteínas que se encuentran en los extremos de los cromosomas y cuya principal función es proteger a estos de posibles procesos de fusión o degradación. Con cada replicación celular, y dado que el proceso de replicación es imperfecto e incapaz de replicar las terminaciones cromosómicas, los telómeros se acortan irremediablemente. Si alcanzan una longitud críticamente corta, la división se para y las células entran en senescencia, que suele concluir con la propia muerte de la célula.

Representación gráfica de un cromosoma: Getty Images

Desde que en la década de los treinta del siglo pasado los Doctores Hermann Muller y Barbara McClintock descubrieran los telómeros, su estudio ha derivado en más de 21.000 artículos científicos, cuatro Premios Nobel y un sinfín de notables hallazgos, como, por ejemplo, la relación entre los telómeros y el envejecimiento (descubierto por los Doctores Carol Greider y Calvin Harley) o el rol de la enzima telomerasa en este proceso, que le valió el Nobel de Medicina a los Doctores Blackburn, Greider y Szostak. Todo un camino de innovación destinado a subrayar que tanto la longitud telomérica como el nivel de acortamiento de los telómeros son importantes biomarcadores para el envejecimiento humano y sirven para evaluar los riesgos de desarrollar enfermedades relacionadas con la edad tales como problemas cardiovasculares, diabetes y cáncer, entre otras patologías.

Hacer deporte, practicar mindfulness o cuidar la alimentación pueden disminuir la tasa de acortamiento de los telómeros / crédito: pixabay

Sin embargo, lo que la ciencia aún tiene pendiente es descubrir por qué el proceso de envejecimiento no afecta a todas las personas por igual, ya que, por ejemplo, mientras unos logran conservar una salud envidiable hasta edades bien avanzadas, otros comienzan a desarrollar problemas de salud desde muy jóvenes. Sí que se conoce que esto es consecuencia de que los factores que influyen en su evolución son muy complejos, dinámicos e interactivos, que pueden resumirse en tres categorías principales: la herencia genética, los factores medioambientales y el estilo de vida. Pero queda el reto de conocer la regla perfecta para ralentizar al máximo posible la inexorable ancianidad.

La integración en la medicina personalizada

La longitud telomérica, por lo tanto, permite la determinación de la edad biológica de las células en contraposición a la edad cronológica. Para mantener esta longitud, es preciso un trabajo coordinado tanto sobre la telomerasa como sobre los efectos asociados de factores ambientales y de estilo de vida, ya que el desgaste acelerado de los telómeros se ve afectado directamente por hábitos de salud negativos como el tabaquismo, la obesidad, el consumo excesivo de alcohol, el estrés, los hábitos sedentarios y la mala alimentación. En el lado opuesto, está demostrado científicamente que las prácticas positivas de salud -como la dieta mediterránea, las vitaminas y el Omega-3, el ejercicio o el mindfulness– pueden disminuir la tasa de acortamiento de los telómeros.

Los médicos hoy en día han demostrado estar cada vez más interesados ​​en la incorporación de las pruebas de telómeros en sus prácticas. Esto es consecuencia tanto de la mayor comprensión por parte de la sociedad médica del papel que los telómeros desempeñan en la medicina personalizada, como del aumento de la demanda de los consumidores de tratamientos integradores que puedan retrasar su proceso de envejecimiento. En este contexto, incluso existen ya empresas privadas capaces de medir el porcentaje de telómeros cortos en células individuales, mediante tecnología propia (conocida como TAT®Telomere Analysis Technology®, en inglés).

Esta prueba es en realidad un análisis de sangre que mide la longitud de miles de telómeros individuales para revelar la edad celular o biológica de una persona, así como la edad que comparte con la mayoría de personas que guardan una fisiología similar a la suya. Sin embargo, de su estudio se obtiene también información muy valiosa para conocer el estado de salud general de la persona así como el posible desarrollo de enfermedades crónicas y relacionadas con el envejecimiento.

A pesar de la experiencia y profundidad de las investigaciones llevadas a cabo en el campo de los telómeros y el envejecimiento, queda aún mucha labor de ‘docencia’ entre la opinión pública para explicar su relevancia, aunque es bastante probable que en pocos años pruebas como el TAT® se conviertan en una analítica de salud rutinaria para las personas. No en vano, las innovaciones en medicina que se han introducido en los tratamientos de los pacientes a lo largo de los últimos años han sido notables, y es de esperar que en este caso, donde hay un esfuerzo evidente por mejorar la vida en todos los aspectos, no tarde en producirse esa eclosión.

Stephen J. Matlin

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